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jueves, 14 de marzo de 2019

DESUNIÓN ANTES QUE CORRUPCIÓN


Salvador García Llanos

Doloroso proceso de confección de candidaturas electorales en los partidos políticos. En la práctica totalidad. Cada vez más dolorosos. Entre elecciones orgánicas, o primarias, que así se denominan para identificarlas en la jerga, empujones, personalismos, caprichos y revanchismos, necesidades y afanes de continuismo, encuestas más o menos prefabricadas, operaciones y ofrecimientos, puñales, fullerías y estrategias varias, fichajes apresurados y ocurrentes, lo cierto es que las organizaciones afrontan un trance delicado, costoso y complicado para alcanzar una solución satisfactoria, que debería ser pensada para beneficiar los intereses generales de la ciudadanía y para materializar un proyecto político que, teóricamente, va a tener la confianza de la mayoría o de una amplio respaldo social.

El ombliguismo y la endogamia no son buenos factores para acompasar este proceso. Los partidos políticos no han sabido o no han podido dar con las teclas adecuadas para encontrar una solución apropiada, a la altura de la supuesta madurez democrática, incluida la suya propia, la que cabe colegir después tantos ejercicios y de varias convocatorias. Se habla de procesos participativos y se dice que hable la militancia pero algunos tímidos intentos, en esas primarias, han devenido imperfectos y, lejos de alumbrar soluciones, han enrarecido, han levantado mantos de preocupación y han oscurecido los horizontes, hasta el punto de que los mismos integrantes de las organizaciones coinciden a la hora de afirmar que las primarias las carga el diablo.

Se admite, faltaría más, que en colectivos humanos amplios o numerosos es muy difícil hallar soluciones. Las relaciones humanas -y más en política- son enrevesadas, a veces inextricables. Predominan los recelos y los disensos. Entonces, qué menos que aparezcan los resabios y las debilidades de la condición humana cuando hay puestos en juego. Y con los puestos, hasta medios de vida o ingresos estables durante un período de tiempo.

Pero reconociendo tales condicionantes y las incomprensiones personales que también abundan, si no se dispone de criterios objetivos sólidos para elaborar un proceso de selección de candidatos constructivo y transparente -se diría que hasta pedagógico-, con garantías para todos, electores y elegibles, por supuesto, difícilmente se superará con holgura y sin traumas tan delicado trance. En ese sentido, ¿sirven de algo las ponencias donde se dedica un extenso apartado a la organización, al modelo de partido que se pretende? Entonces, los vicios hacen acto de aparición y las dudas empiezan a germinar, injertados los descontentos. Y ahí los partidos deberían ser conscientes de que, sociológicamente hablando, está probado que la desunión es más castigada o penalizada que la corrupción. Los electores desconfían de quienes se pelean o discuten desaforadamente en público, sobre todo, en medios de comunicación. Y de quienes se presentan ante la ciudadanía apelando a valores que luego no son capaces de mantener en corral propio.

Hay que decirlo pero mucho nos tememos que caiga en saco roto y que dentro de cuatro años se vuelva a tropezar en la misma piedra: a ver si se aprende la lección, a ver si se corrigen los desvíos y las imperfecciones porque si hay que cualificar la democracia, los partidos deben ser los primeros en dar ejemplo, en arreglar sus propias cuitas, en modernizar sus estatutos adaptándolos a las demandas de participación. Insistimos, con vocación de pedagogía política. Eso contribuiría a mitigar el desapego y a incorporar a gente que de verdad está interesada en la política y ser útil a la sociedad antes que encontrar un cargo público remunerado.

Si no, más de ombliguismo y endogamia.

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