Salvador
García Llanos
Decididamente,
no somos cuidadosos ni sensibles con el patrimonio histórico, artístico o
monumental. Si tres de cada diez ayuntamientos canarios aún no han elaborado el
catálogo que ha de consignar todos los edificios protegidos con valores
arquitectónicos y artísticos, es que el asunto interesa poco a los
responsables. Si treinta y uno de los ochenta y ocho ayuntamientos muestran esa
indolencia e incumplen las obligaciones legales específicas en esa materia, es
que aún queda mucho por hacer.
La graduada en
Periodismo por la Universidad de La Laguna, Laura Pérez Yanes, en su trabajo de
fin de máster de Periodismo de Investigación y Datos ella Universidad de La
Rioja, describe una realidad muy poco alentadora con respecto a los elementos
patrimoniales que forman parte de nuestras señas de identidad.
El sitio
digital planetacanario.com se hace eco de su investigación que pone en
evidencia el incumplimiento de muchos consistorios del artículo 43 de la Ley de
Patrimonio Histórico de Canarias que establece que “deberán aprobar y mantener
actualizado un catálogo arquitectónico del municipio donde se recojan aquellos
inmuebles y espacios singulares”. Dicha norma, por cierto, será sustituida por
la Ley de Patrimonio Cultural, promovida por la Dirección General de Cultura
del Gobierno de Canarias.
El trabajo de
Pérez Yanes consigna un dato relevante: hay 430 Bienes de Interés Cultural
(BIC) en la Comunidad Autónoma. Un BIC equivale al mayor nivel de protección
que otorga la legislación española al legado de destacado valor histórico,
cultural, arqueológico, etnográfico o paleontológico. Las dudas surgen precisamente cuando a veces
los propios BIC no son respetados por las administraciones competentes.
Y son las
autoridades las que deben dar ejemplo, de ahí que su desinterés sea reprobable.
Acaso tengamos en esas estampas de abandono una prueba clara de la escasa
sensibilidad. En algún ayuntamiento, además, han aprobado por unanimidad
comisiones específicas para tratar la protección o la conservación de inmuebles
y monumentos que luego ni siquiera se han reunido. Qué tristeza, desde luego,
cuando pasan los meses y el aspecto exterior de edificaciones y esculturas es
el peor, con despintados, mutilaciones o desperfectos. No hay respuesta y aún
cuando sean necesarios informes, peritajes y tiempo, se debería actuar con más
diligencia.
La
investigación de Laura Pérez Castro pone blanco sobre negro la importancia de
generar una cultura adecuada, de invertir una actitud pasiva e indolente que
termina afeando la realidad paisajística y desvirtuando el que puede ser un
recurso primordial para el conocimiento de la propia identidad de pueblos o
ciudades y para el reclamo de turistas y visitantes. Pero si de
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