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sábado, 16 de marzo de 2019

NO HAY PLANETA 'B'


Salvador García Llanos

La historia está llena de episodios en que la aportación de los jóvenes, de los estudiantes, resultó determinante para frenar o impulsar, para ser el catalizador de alguna causa en un contexto de movilización social. Cuando los y las jóvenes se comprometen y reivindican, cuando hacen valer su protesta o su aspiración, los gobiernos, de cualquier signo, son conscientes de que hay un cambio de rumbo pues ese papel va a influir y ser tenido en cuenta.

Ahora es el cambio climático lo que está en juego. Y ayer se produjo una primera demostración, en España y en otros muchos países, de que los estudiantes toman la iniciativa para urgir a los poderes públicos planes y medidas que frenen ese cambio cuyas consecuencias se empiezan a notar. No han sido partidos políticos ni sindicatos, ni organizaciones ecologistas o vecinales, los que han sido a las calles sino los estudiantes quienes han transmitido algo más que un sentimiento. La emergencia climática es un hecho y las calles empiezan a ser un clamor. Hay que ser conscientes de que todo está en riesgo: la economía, la salud, la política, los ecosistemas y amplios sectores de la sociedad en situación de vulnerabilidad.

Los estudiantes piden hechos, medidas justas, eficaces y urgentes. Quieren que, ante un fenómeno de evidentes riesgos y perjuicios colectivos, haya una visión corresponsable de las autoridades, una sensibilidad orientada a la búsqueda de soluciones.

Ya hay una marca identificativa: Juventud por el clima. Sus promotores abrazan la causa con entusiasmo e ilusión, pero también con realismo pues son conscientes de que no será fácil mantener la constancia. Pero, de momento, las respuestas iniciales son positivas. Ahora, hay que mantenerlas. Quieren empoderar a la sociedad y situar la demanda como una prioridad social: el planeta está peligro.

Por eso, el acierto del lema de la convocatoria que ayer se desplegó por ciudades de todo el mundo: “No hay un planeta B”, se convirtió en un grito de compromiso para frenar el cambio climático. Y está bien que la calle sea el escenario donde se convierta en un clamor. Que el cambio climático ocupe la centralidad y transmita a las instituciones una idea profunda de que se requieren soluciones, es positivo y alentador.

Los estudiantes, otra vez. Determinantes.

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