Lorenzo de Ara
“Todo lo que
se ha hecho en el Puerto de la Cruz lleva nombre y apellido: Cabildo Insular de
Tenerife”.
Uf, dicho así,
cuesta creer que las puertas del ayuntamiento continúen abiertas. Y más aún que
los gobernantes, con Lope Afonso al frente, se despierten todas las mañanas con
el recuerdo de que tienen la obligación de dirigir (?) la ciudad.
La política, desde
siempre, ha hecho posible que extraños compañeros de cama disfruten en el lecho
sin necesidad de apagar la luz. Ni la sábana más sedosa hace falta.
La política
posee un encanto que convierte en bella a la bestia.
Pero de un
tiempo a esta parte, hay políticos que vociferan (no como fieras), pero sí como
charlatanes de feria.
La política
local (ayuntamiento, Cabildo) es un verdadero lodazal. La mediocridad por metro
cuadrado es insuperable.
Si con certeza
se sabe que en la Luna no hay vida, en la política local es cada vez más
apabullante la vida carente de inteligencia.
Puerto de la
Cruz (resulta hasta grotesco tener que recordarlo) ha tenido un gobierno que
por primera vez en mucho tiempo ha dado estabilidad política a la ciudad. Dicha
estabilidad ha sido la pieza fundamental para que inversión privada y pública
recuperaran la confianza en un fisco de tierra enclavada en el Valle de La
Orotava.
Puerto de la
Cruz no está recibiendo del Cabildo favores, ni siquiera está poniendo las
manos para que el gobierno insular acalle el llanto de una viuda desamparada.
No hay en la inversión del Cabildo nada que no se ajuste por entero a lo que en
justicia le corresponde a una ciudad sin la cual el norte de la Tenerife se
hundiría en la miseria.
No es Carlos Alonso
un rey mago. Al contrario. En calidad de presidente del Cabildo tiene la
obligación, no la gracia, de atender las demandas históricas del municipio.
Y sería
descabellado enterrar el papel que el Cabildo ha protagonizado en estos cuatro
años de mandato que ya terminan. Ha resultado ser una colaboración fructífera,
o casi fructífera al cien por cien.
Cierto es que
durante muchos años los políticos locales han demostrado ser una losa en el
camino que conduce al progreso. Ha sido el ayuntamiento, con PSoe, CC y PP, el
causante de muchos de los males del Puerto de la Cruz.
Y no hay que
olvidar que los políticos que nos han representado son vecinos, parientes,
amigos. O sea, hombres y mujeres de nuestras calles, de nuestras plazas, de
nuestras playas, de nuestros colegios e institutos.
El gobierno
actual, con Lope Afonso al frente, tiene el mérito de haber conseguido lo que
en un principio parecía presentarse como una tarea hercúlea y, a ratos,
imposible de culminar con éxito. Esa estabilidad política, que torpemente no
saben hacer llegar a la opinión pública como hacedora de mucho bien, ha sido y
sigue siendo la mayor aportación en estos cuatro años de gestión con luces y
sombras, aunque he de admitir que a mi juicio, prevalecen las luces, sobre todo
si ponemos a la alcaldía como epicentro del cambio que se está experimentando.
Lo que se ha
hecho y se hace en la ciudad tiene nombre y apellido: Puerto de la Cruz.
Los
protagonismos en Cinemascope, además de falsarios, ya comienzan a aburrir.
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