José Peraza
Hernández
Por regla
general, cuando se habla de Heráldica se suele echar en olvido que no sólo los
pueblos occidentales la utilizaban y esto, aun así, a partir del siglo XII o
principios del XIII. Ya hemos dejado indicado que las Cruzadas dieron un enorme
impulso al Blasón, aunque con anterioridad se hubiera utilizado, pero en casos
limitados.
Pero la
Heráldica no es privativa de las naciones de Europa. Otros pueblos la
utilizaron también. Otro tanto ocurre con las Órdenes Militares: Conocemos
"las nuestras", pero somos bastante ignorantes en lo que a otras
Corporaciones de este tipo mantenían otros pueblos, algunos despectivamente
denominados "salvajes". Por ejemplo: sin tener que trasladarnos a
América, algo que haremos más adelante, en África, un pueblo por lo menos
conocía y utilizaba la Heráldica. Nos estamos refiriéndo a la nación Zulú. Como
tampoco es muy conocido el hecho de que estos nativos africanos mantuvieron un
Ejército con una disciplina que poco tenía que envidiar a los europeos. Este
Ejército estaba compuesto por Regimientos agrupados en los que ellos
denominaban un "impi", es decir, el equivalente a una división en los
ejércitos occidentales, y para diferenciarse unos de otros, es verdad que no
utilizaban banderas ni estandartes, pero cada Regimiento llevaba pintados en
sus escudos determinados signos heráldicos, diferenciándose así unos de otros.
En lo que
respecta a América, cuando Hernán Cortes emprendió la conquista de Méjico bien
sabía él que se iba a enfrentar a un poderoso Imperio. De haber encontrado
unidas a las diversas razas y pueblos que lo formaban, es evidente que la
conquista le habría costado mucho más, incluso es posible que no hubiera podido
llevarla a cabo. Su suerte fue que la religión de los aztecas fue la causa de
su perdición.
Esclavizados a
dioses siempre sedientos de sangre, los aztecas no vacilaban en dominar por la
fuerza a otros pueblos de su imperio para obligarles a entregarles víctimas que
eran sacrificadas a fin de aplacar a sus dioses.
Se calcula que
los aztecas precisaban al año más de veinte mil víctimas humanas. Adolescentes,
tanto muchachos como muchachas, conocían la sangrienta Losa del Sacrificio para
que los "pabas", (sacerdotes), les abrieran el pecho y arrancaran el
corazón. Naturalmente, los así dominados estaban deseando que se les ofreciera
la más mínima oportunidad para sacudirse el yugo azteca y vengarse de ellos.
Basta el dato de que en el ejército de Hernán Cortés, llegaron a combatir más
de cuarenta mil tlascalas, aliados a los españoles para derribar el aborrecido
poder azteca.
Pero éste no
es el tema de nuestro trabajo: el tema es que también los aztecas no sólo
conocían la Heráldica y las Órdenes Militares, sino que usaban una y otras. Es
conocido el escudo heráldico del emperador Moctezuma. Nadie tenía derecho a
utilizarlo si no era él. Naturalmente que es muy distinto a los nuestros, pero,
al fin y al cabo, la heráldica no tiene por qué ser lo mismo en todas partes.
Obsérvese también la reproducción de uno de sus dioses, el peor y más
sanguinario de todos: Huitzilopóchtli, fastuosamente adornado con plumas de
quetzal, que en lengua azteca significa "pájaro mosca".
Pero el
detalle que queremos hacer resaltar es el escudo, porque aún de extraña forma,
de eso se trata, que aparece en la pintura, siempre, en cuantas reproducciones
hemos contemplado de este dios de la guerra, la forma y el dibujo es el mismo.
Una extraña cruz de cinco brazos y el círculo de aros amarillos, con una
faldilla en su parte inferior adornada con lo que podríamos denominar roeles.
Hay una miniatura en el manuscrito B. A33-042 de la Biblioteca Nacional de
Madrid donde asimismo puede observarse la reproducción de un combate entre
españoles y aztecas. Se ven perfectamente los escudos de los caballeros de
Hernán Cortés, con sus blasones pintados en ellos, pero el dato curioso es que
en los escudos de los aztecas asimismo pueden observarse pinturas y en cada
uno, el dibujo es distinto, o sea que, parece fuera de toda duda que
correspondía al que lo manejaba, distintivo suyo o de su familia o fracción
tribal, lo que en definitiva cuenta también es heráldica.
En lo que
respecta a las Órdenes Militares, el Imperio azteca también las tenía: en la
reproducción de un guerrero, una miniatura que se conserva en el Códice de fray
Bernardino de Sahagún y se encuentra en la Real Academia de Historia de Madrid,
se ve perfectamente al guerrero empuñando un escudo pintado y por si quedara
alguna duda, al pie de dicho grabado se dice: "Azteca del tiempo de la
conquista provisto de escudo y espada y adornado con los emblemas de su
cofradía". Efectivamente en el Imperio Azteca, que se conozca, existían lo
que podríamos denominar como tres Órdenes Militares, al menos que nosotros
sepamos: los "Guerreros de Cholula", cuerpo militar escogido, al que
no todos tenían entrada; los "Caballeros Águila", otro cuerpo
asimismo militar en el que únicamente podían ingresar aquellos que
pertenecieran a la nobleza del Imperio. Como distintivo utilizaban un casco
imitando la cabeza de un águila y, finalmente, los denominados
"Voluntarios de la Muerte", que cubrían su cuerpo con la piel de un
jaguar. Este detalle se observa en otra miniatura que reproduce un combate
entre aztecas y españoles, y puede verse con toda claridad a uno de los
guerreros que cubre su cuerpo con la piel de dicho felino. Hay más: en ese
mismo dibujo puede verse también como los escudos de los guerreros, ostentan
signos distintos.
El escudo de
la nación mejicana no es sino la herencia de aquel que ya utilizaron los
aztecas para representar su ciudad, la rica e inmensa Tenochtitlán. Narra la
leyenda que un águila, en la que se había reencarnado el dios Huitzilopóchtli
fue a posarse en un cactus llevando en el pico una serpiente. Esta imagen que
perdura en el escudo de Méjico, no es otra cosa que el legado heráldico de los
aztecas.
En una de las
páginas de un códice mejicano enviado a Francia para explicar la situación de
Tenochtitlán, ya aparece el dibujo del águila con la serpiente en el pico
posada sobre un cactus que crece en un islote. Y en lo que respecta a
Genealogía, los aztecas también se preocupaban de ella: El emperador Moctezuma,
poseía la relación completa de sus antepasados y en una pintura mejicana sobre
una hoja de pita, se encuentran los seis últimos emperadores aztecas.
Resulta
sumamente curioso ver como los primeros aztecas convertidos al cristianismo
escribieron el Credo por medio de dibujos. Quede para los historiadores la
narración de la conquista de Méjico. Siempre se habla de Moctezuma como un
hombre de gran dignidad y refinada cortesía. Quizás fuera así: pero lo que es
evidente es que fue la víctima de sus propios sanguinarios dioses.
Cuando pidió a
Hernán Cortés que se reuniera con él en el "teocall" estaba
condenando a su pueblo a la derrota. Cortés llegó al templo y subió las 114
gradas que conducían hasta su terraza más alta. A medida que se iba acercando a
la cima, su impresión era mayor. Se estaban celebrando los sacrificios.
Moctezuma recibía a las víctimas en una especie de altar, rodeado de sacerdotes
y de una puñalada abría el pecho de las víctimas para arrancarles el corazón.
Aquel espectáculo fue más que suficiente para que Hernán Cortés, decidiera en
su fuero interno acabar con tales sacrificios y para conseguirlo sólo existía
un camino: la conquista de todo un Imperio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario