Salvador
García Llanos
Cada vez más
intrincada la situación en la Venezuela hermana. La prudencia debe seguir
siendo norma a medida que se van sucediendo los acontecimientos y se amontonan
las declaraciones que ponen de relieve las contradicciones en un escenario de
fractura social y económica.
La fracasada
revolución chavomadurista ha encontrado esta vez una alternativa real que está
desarrollando una estrategia inédita e inesperada: primero, con un político
joven, desconocido, osado, valiente y emprendedor, dispuesto a arriesgar con
tal de producir lo que para una parte del pueblo sería una liberación. Nada ver
con la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ni con los viejos/nuevos partidos,
Juan Guaidó, el presidente interino o encargado de la República,
autoproclamado, es protagonista de un tránsito histórico. Desde el punto de
vista formal, son admisibles los reparos a su meteórico proceder desde que
afrontó, hace apenas una semana, la que podía entenderse como una aventura.
Pero desde el
régimen no pueden echar culpas ni irrespeto desde que haya protagonizado las
vulneraciones, los incumplimientos y los gruesos abusos de poder que ha ido
acumulando hace muchos años. Ya solo le queda el adoctrinamiento atroz y el
victimismo desesperado, que no le importa esgrimir con dolo inconmensurable
para mantener las soldaduras de una sociedad preocupada, por encima de todo, en
sobrevivir. Hasta ahora, el régimen tenía a su favor todo el cisma de la
oposición, todas sus debilidades estructurales y todas las ambiciones
personales que dieron al traste con no pocas ilusiones y esperanzas después de
haber demostrado en las urnas que sí se puede.
Pero esta vez
se ha encontrado una respuesta que quiere hablar de tú a tú a un gobierno
agotado, sin ideas y sin capacidad de iniciativa, sin credibilidad. Una actitud
clarividente y consciente de que hay que sembrar en el mismo terreno donde se
mueve el cuasi omnímodo poder militar. Por eso hablan de amnistía en un
hipotético escenario de recuperación plena de los convencionalismos
democráticos y de la normalidad institucional, tras la celebración de nuevas
elecciones libres y transparentes, en la que lo más importante será garantizar
derechos y evitar trampas. Y por eso fueron a informar a los mismísimos puestos
de guardia militares, aunque sus ocupantes despejaran quemando los documentos y
los borradores. Cabe deducir que son los primeros pasos de una estrategia de
más amplio alcance y que podrá evolucionar o alargarse en función de la
concurrencia de los actores internacionales, atentos a los intereses y al
petróleo, por decirlo, en una palabra. Porque igual eso es lo que se está
fraguando en un marco geoestratégico: una escalada de tensión y una guerra fría
para mantener a los pueblos en un puño, para forzar la capacidad diplomática y
negociadora en busca de un acuerdo pacífico y satisfactorio.
Es proceso muy
pero que muy incierto. Venezuela se ha convertido en un callejón donde hay
muchas sombras. Ver la luz y las salidas no es nada fácil, desde luego. Por
eso, prudencia. Porque es una controversia interna que deben resolver los
venezolanos y porque no es deseable una intervención de potencias extranjeras,
una solución impuesta a la fuerza que ojalá ni signifique un derramamiento de
sangre. El bravo pueblo del himno ya ha
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