José Peraza Hernández
Esta Orden fue
fundada en el año 1.201, por el rey Pedro II, de Aragón y I de Cataluña, con el
título de Orden de San Jorge de Alfama. Recibió este nombre dado que se le
concedió el desierto de Alfama, a unas cinco leguas de Tortosa. Para comprender
la decisión real de fundar una Orden Militar, hay que tener en cuenta la
personalidad del monarca y las circunstancias que rodearon su reinado.
Pedro era hijo
primogénito de Alfonso "el Casto". Por el testamento paterno recibió
Aragón, Cataluña y tierras en el sur de Francia, en tanto que su hermano,
Alfonso, recibía Provenza, Millán y Gabaldá. A pesar de esta división, se
conservó, cierta unión en los dominios catalana-occitanos, fortaleza por la
alianza política entre ambos hermanos y porque a la muerte de Alfonso de
Provenza, Pedro ejerció la tutoría sobre su joven sobrino. Pero para mantener
la fastuosidad de su corte, al tiempo que un ejército bien pertrechado, Pedro
precisaba dineros y éstos los obtenía mediante el impuesto de fuertes tributos
que provocaban el descontento popular. Una de sus ideas fue ampliar sus
dominios, emprendiendo la guerra contra los musulmanes a fin de arrebatarles
tierras. Con este fin, en al año 1.201, creyó muy interesante la creación de
una Orden Militar cuyos caballeros le ayudaran en la empresa y a tal fin, se
determinó a fundar la Orden de San Jorge, a la que se añadiría, "de
Alfama", por el señorío que le dio de ciertas tierras, en realidad
desérticas, muy próximas a la villa de Tortosa. La Orden decidió regirse por la
Regla de San Agustín (confirmada en el año 1.373).
Pedro
emprendió la guerra y consiguió, con la ayuda de los caballeros de la recién
creada Orden Militar, arrebatarles a los musulmanes de Valencia, Ademuz
Castielfabib. El rey se centró en su alianza con Castilla y trató de apoderarse
de la isla de Mallorca con una expedición que finalizó en fracaso. Alfonso
VIII, de Castilla solicitó su ayuda para combatir el poder musulmán y los
aragoneses y catalanes así lo hicieron, participando en la batalla de las Navas
de Tolosa. Entre las huestes del rey Pedro, se encontraban los Caballeros de la
Orden de San Jorge, que no dudaron en acudir al llamamiento del monarca.
Vino un
intento de apoderarse de parte del País Vasco, en detrimento de Navarra, y los
que resultaron más beneficiados fueron los castellanos. La última etapa de su
reinado se caracterizó por las convulsiones producidas en Occitania con motivo
del catarismo. Pedro se encontró ante un dilema, por un lado, deseaba conservar
la amistad de los nobles del Languedoc y por otro, no quería enfrentarse al
Papa que había decretado la Cruzada contra los Cátaros. La decisión papal de
enviar a la nobleza franca contra los albigenses (cátaros) occitanos, obligó a
Pedro a alinearse junto a estos. No sólo porque era su deber proteger a los que
eran sus vasallos, sino que en aquel conflicto estaba en juego toda la política
occitana de sus antepasados.
El problema
afectaba también a la Orden de San Jorge, obligada, por un lado, a combatir con
el Rey que la había creado, y por otro, a entrar en combate con las fuerzas
protegidas por el Papa, lo que repugnaba a su catolicismo. En suma, Pedro y los
occitanos se enfrentaron a las tropas francas dirigidas por Simón de Monfort.
La batalla se riñó a las puertas de Muret el 12 de septiembre de 1.212; Pedro
resultó derrotado y muerto y toda Occitania quedó en poder de los cruzados, con
lo que las pretensiones sobre todas estas tierras quedaron definitivamente
arruinadas.
No por esto,
la Orden de San Jorge, dejó de existir. Permaneció; pero, de acuerdo a las
crónicas, aunque sus caballeros eran hombres de bien probado valor en la
guerra, en tiempos de paz llevaban una vida un tanto relajada. El rey Pedro IV
de Aragón y III de Cataluña, llamado "el Ceremonioso", quiso darle
nuevo vigor a la Orden para lo que solicitó del Papa Gregorio XI, su aprobación
pontificia. Esta le fue otorgada y por parte del Rey, la Orden recibió el lugar
de Aranda.
Ya por aquel
tiempo, la Orden de San Jorge había iniciado su decadencia. Su convento era muy
pobre, el número de caballeros era cada vez más escaso. De todos modos,
participaron en cuantas empresas emprendió el rey Pedro "el
Ceremonioso", un reinado caracterizado por convulsiones internas y guerras
externas, entre las que destacó la denominada "de los dos Pedros", a
causa del enfrentamiento de los aragoneses y catalanes del rey Pedro "el
Ceremonioso", contra los castellanos del también Pedro, Rey de Castilla,
apodado "el Cruel". A estas alturas, la Orden de San Jorge ya estaba
en franca decadencia y así llegó hasta el reinado de Martín "el
Humano".
Cuando sucedió
en el trono a su hermano Juan, se encontraba en Sicilia y aún tardó casi un año
en regresar a la Península. En 1.397, Martín, juró los Fueros de Aragón y en la
primera etapa de su reinado se esforzó en acabar con las rencillas que existían
en varios puntos del Reino. Tuvo que pasar a Cerdeña para aplastar la rebelión
de los Jueces de Arborea, que, ayudados por los genoveses, dominaban toda la
isla a excepción de Cagliari, Alghero y Longorado, que permanecían fieles a la
corona aragonesa.
Este rey tuvo
la idea de fortalecer a la Orden de San Jorge, pero ya era muy tarde estando la
misma en absoluta decadencia, extinguiéndose poco a poco. Fue entonces cuando
Martín "el Humano", concibió una solución: Unir la Orden de San Jorge
con la de Montesa. El Papa Benedicto XIII, dio su aprobación y así, sin la
menor dificultad, los Caballeros de San Jorge se integraron en la de Montesa.
¿Qué otras cosas podían hacer? La Orden de San Jorge de Alfama era como un débil
riachuelo de escasas aguas comparado con el caudal ancho y caudalosa del río de
la de Montesa. Pero, al menos, algo consiguió: que la Orden de Montesa, en
lugar de utilizar la Cruz de los Calatravos como distintivo, aceptase portar la
suya, la de San Jorge, la roja cruz del Santo.
Diez Maestres
tuvo la Orden de San Jorge: El primero fue don Frey Juan de Almenara. El
último, don Frey Guillén Castello, que fue a quien le tocó ver como su Orden
desaparecía absorvida por la poderosa de Montesa. Durante su existencia, que
duró dos siglos, menos algunos meses, tuvo que enfrentarse, no pocas veces, a
la Orden de Calatrava, aun teniendo la misma Regla.
Siempre fue su
rival y en no pocas ocasiones su enemiga. De todos modos, al fundirse San Jorge
con Montesa, la primera dio a la segunda su insignia como emblema, la roja Cruz
de San Jorge, y la segunda, al acoger a los miembros de la otra, su nombre y
protección.
Una vez que se
unieron, los Caballeros de San Jorge ya estuvieron siempre al servicio de su
nueva Orden y con los de ésta participaron juntos, como un solo Cuerpo Militar,
que eso fue lo que en realidad eran, en los días de gloria de Montesa, así como
en los de su decadencia.
Se
distinguieron bravamente luchando en Valencia, contra los sublevados nobles de
aquella ciudad que, apoyados por el pueblo, formaron la llamada
"Unión" contra el poder centralizador del rey Don Pedro "el
Ceremonioso" de Aragón. Tomaron parte asimismo en las guerras de Italia, acompañando
a Alfonso V. En un combate naval contra los genoveses los caballeros de la
Orden de Montesa, en cuyas filas luchaban ya los antiguos de la de San Jorge,
tomaron al enemigo cinco galeras e hicieron numerosos prisioneros.
Cuando en el
año 1.587, la Orden de Montesa fue incorporada a la Corona de Felipe II, por
bula del Papa Sixto V, los antiguos caballeros de San Jorge ya no existían. De
la Orden a la que pertenecieron tan solo quedaba, en el mejor de los casos, su
cruz y un lejano recuerdo.
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