José Peraza
Hernández
Ciertos caballeros
de Salamanca recorrían las riberas del río Duero, frontera del reino leones con
los musulmanes de Extremadura sobre el año 1.156, buscando el lugar adecuado
para alzar una fortaleza, cuando fueron a dar con un viejo ermitaño, llamado
Amando, que había sido soldado participando en la Cruzada que, en Tierra Santa,
llevó a efecto el conde Enrique de Borgoña. Dicho ermitaño había levantado una
sencilla ermita en aquellos parajes y cuando los caballeros le propusieron sus
proyectos, los persuadió de levantar la fortaleza junto a la ermita. La fama de
aquellos caballeros a cuya cabeza figuraba don Suero Fernández Barrientos se
extendió por aquellas tierras y fueron muchos los que vinieron a aumentar el
número de los guerreros que constituían la guarnición de la nueva fortaleza.
Por consejo del ermitaño Amando, decidieron constituirse en Orden Militar al
estilo de las del Hospital y el Temple. Un monje del Cister llamado don Ordoño
les aconsejó que tomaran su regla.
Era el Cister una
reforma de la Orden de San Benito, hecha a fines del siglo anterior en Borgoña
por San Roberto. El obispo don Ordoño hizo venir a algunos monjes que
instruyeran a los caballeros en la Regla. Quedó fundada así la Orden cuyo
instituto era la defensa de la fe cristiana, distinguiéndose por entonces con
el nombre de Orden de San Julián de Perero, quizás porque este santo era el
titular de la ermita de Amando. Los miembros de la Orden se sometían a los tres
votos de obediencia, pobreza y castidad perpetua. Sólo tres días de la semana
comían carne y otros tres ayunaban desde la Cruz de septiembre hasta
Resurección. Dormían vestidos, guardaban silencio en la iglesia y refectorio.
El traje consistía en una túnica de lana blanca, escapulario con una pequeña
capilla, y sobre él, cuando salían del convento, una capa o tabardo de color
negro. El cabello lo llevaban cortado por encima de la oreja y la barba
redonda. Cuando por tregua u otra razón, no se empleaban en los menesteres
guerreros, permanecían recluidos en el convento, observando como clérigos la
Regla.
El fundador, don
Suero, murió en combate, sucediéndole en la gobernación de la Orden, con título
de prior, don Gómez Fernández, compañero en la fundación. Por aquel tiempo, del
rey Fernando II de León, los habitantes de la población de Ciudad Rodrigo,
molestaban a los fronterizos de Portugal, desmembrado ya, de hecho, de la corona
leonesa. Su rey Alfonso Enriquez envió una expedición a arrasar la ciudad,
confiando el mando de sus huestes al príncipe don Sancho, que entró en tierras
de León. El prior de la Orden del Perero, al ver como el invasor toma sus
tierras, reune a los suyos y se incorpora al Ejército del rey Fernando. Se
traba la batalla quedando este monarca vencedor y es entonces cuando dirige
sus armas contra los musulmanes de la
frontera meridional. Toma en combate las villas de Santibáñez y Milana y cae
sobre la de Alcántara, a la que ocupa a su vuelta, y la ciudad de Cáceres que
da a guardar a los Caballeros de Santiago.
La Orden de
Perero, ayudó al rey Fernando en todas sus empresas militares por lo que este
monarca declaró solemnemente que la tomaba bajo su protección y amparo. Por si
esto no bastara, el Prior don Gómez se dirigió al Papa Alejandro III dándole
cuenta de su instituto aprobado por los obispos de Salamanca y Ciudad Rodrigo y
pidiendo en su favor las gracias y prerrogativas que otras análogas tenían concedidas,
lo que otorgó el Pontlfice a 29 de diciembre de 1.177, mediante la oportuna
Bula. Confirmó todo lo otorgado a la Orden otra Bula, esta del Papa Lucio III,
en 4 de abril de 1.183, apareciendo por primera vez en ella el nombre de
Maestre dado al jefe o prelado supremo de la Orden.
Los años que
siguen constituyen un continuo batallar de la Orden al servicio de los monarcas
cristianos contra los árabes.
Reconquistada la
villa de Alcántara, la Orden decidió su traslado a aquel lugar. Pero, a partir
de aquel momento, comienza a denominarse de Perero y Alcántara, prevaleciendo
al final, este último nombre. Adquiriendo cada vez mayor pujanza, no es de
extrañar que no pasara mucho tiempo sin que estallaran las querellas entre
Alcántara y el Temple, llegando inclusive al choque armado entre ambas Órdenes,
y es que el continuo combatir habían hecho de unos y otros unos hombres
endurecidos en cuerpo y alma por el ejercicio de las armas. Basta un solo
ejemplo: "Estando el Maestre de la Orden en Ecija, se le presentó un moro
pretendiendo hacerse cristiano y ofreciendo en garantía el modo de tomar el
castillo de Pruna. Se aceptó su oferta y el nuevo cristiano les mostró el punto
por donde, con mayor facilidad, podrían echar las escalas. Entraron en la villa
y pasaron a cuchillo a todos sus habitantes y defensores quedando Pruna en
adelante para el rey de Castilla".
La Orden no sólo
combatió a los moros, sino que también se mezcló en la política de la época.
Uno de sus Maestres, don Gonzalo Martínez fue condenado a muerte por traidor,
por orden del rey Alfonso, y degollado. Así vio Pedro Barrantes Maldonado a la
Orden de Alcántara: "La mayor parte de la gente de Alcántara son
caballeros, hijosdalgo y escuderos y son pocos los labradores y gente común.
Hay linajes, la mayor parte de ellos, nobles, de limpias y antiguas castas de
las que ellos se jactan mucho. Es gente muy política, muy cortesana en el habla
y muy apartados de tratos ilícitos. Muy comedidos y atentos con los extranjeros
en el arte militar".
El declive de la
Orden se inicia con los Reyes Católicos. La Monarquía española estaba resuelta
a constituirse en unidad nacional y por tanto se hacía preciso la incorporación
de los maestrazgos a la Corona. En 1.530, la Orden obtuvo del Papa Clemente VI,
la potestad plena para corregir, alterar, limitar y reformar sus estatutos. En
1.540, el Papa Paulo III concedió a los caballeros legos de Alcántara
relajación del voto absoluto de castidad y libertad para disponer de sus
bienes.
Cuando ya no fue
necesario su esfuerzo guerrero, la Orden de Alcántara se orientó por otros
campos y así estableció un colegio en la Universidad de Alcalá que fue
posteriormente trasladado a Salamanca por acuerdo del capítulo celebrado en
Madrid en el 1.552.
A partir del siglo
XVII un cuerpo de Caballería del Ejército, español despliega en su estandarte
la cruz de Alcántara. Fue creado en los Países Bajos por el Maestre de Campo
don Juan Francisco Nestien, con ocasión de aumentar las fuerzas de caballería
que allí operaban, bajo el reinado de Felipe IV.
Las acciones de
este regimiento se basan en numerosos hechos de armas, hasta culminar en la
guerra de la Independencia, donde el veterano tercio de Alcántara luchó en
Somosierra, Aranjuez Puente del Madero, Vich, Figueras, Murviedro, Valls y
Valencia.
Ésta es la Orden
de Alcántara. Guerrera cuando tuvo que serlo, porque así lo exigían los
avatares patrios. En su historia se encarna la historia patria.
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