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sábado, 26 de enero de 2019

ARISTOCRACIA POLÍTICA Y PERIODÍSTICA


Lorenzo de Ara

El húsar” es la primera novela de Arturo Pérez-Reverte. Aun siendo así, ha estado siempre entre mis preferidas de este genial autor. Entretiene muchísimo. Me pasa lo mismo con “Trafalgar”, que pasó sin pena ni gloria, pero que a un servidor de ustedes entusiasmó por su perfección narrativa, sobre todo, en lo concerniente a la descripción de lo que tiene que ver con los barcos y la vida en ellos. Ni que decir tiene que la obra completa del almeriense tiene picos de genialidad absoluta. Ahorraré la lista de títulos. Le espera el Nobel, en lucha amistosa con Javier Marías. Cuanto antes, por favor.

Es un comienzo que me place porque me cansa la política local y el periodismo local. Escribo “me cansa”, aunque podría añadir (y lo hago) “me asquea”. Más el periodismo que la política. Hay días. También la política que se ejercita (aunque engorda) en el Puerto de la Cruz, es igual de meretriz que la profesión a la que estoy condenado desde hace treinta años. O tal vez más.

Leer no es habitual entre los tipejos que me rodean. Eso se sabe por el hedor que arrastran consigo. El analfabeto funcional es un ser que tiene más parentesco con el sable que con el florete. El sable, es sabido, está bien para entrar a matar cuando la rabia consume; el florete, arma preciosista, cumple el mismo objetivo, pero su uso implica movimientos armoniosos. El analfabeto funcional es pariente del tejón de la miel. Tienen la ferocidad que siempre forma parte del ignorante con derecho al blablablá.  Sabido es que el tejón devora todo el cuerpo de la víctima, y así hace el analfabeto funcional: acaba con toda mi paciencia. En realidad, acabó hace tiempo con ella.


El analfabeto funcional es quizás el bicho más agresivo del mundo.

Tejones en la política local ha habido y habrá siempre. En el periodismo proliferan por doquier. Los viejos tejones de la profesión son incluso maestros del disfraz. Cuanto más viejo se hace, más ganan en pasarse de listos los cabrones.

Yo también me hago viejo, pero, al no ser tejón, en todo caso, un vulgar y simpático suricato, mi única defensa, al elegir la soledad, consiste en salir lo imprescindible de la guarida, con el único objeto de alimentarme y regresar a las redes de mi casa, con un sinfín de cuevas. Yoes.

El suricato recibe a los politicastros de lo local con ganas de enviarlos a tomar por culo. A los que medio valen para algo y a los que sencillamente sobran en mi vida, que es, con mucho, más valiosa y rica que la de ellos.


Y en el periodismo, sobre todo presente, el suricato desea lo mismo, apartar de sus ojos a las garrapatas, bocazas, empresarios de chichinabo al frente de un negocio sin tener puta idea de lo que significa ser empresario y, mucho menos, lo que es un medio de comunicación local en el siglo XXI.

Y todos estos males donde chapoteo a diario, son la consecuencia de la falta de lectura. Hombrecillos y mujercillas que hablan a través del ideario del partido, o periodistas que sacaron el título y jamás regresaron a la lectura por interés personal.

Es el analfabetismo bien pagado lo que trae la peste a la política y al periodismo. Yo apesto por tener que depender de ellos para sobrevivir Y sólo hay un responsable de este detritus: el firmante.

(A mi admirado escritor lo desterré de Cartagena, para ubicar su nacimiento en Almería. Pido disculpas.)

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