Lorenzo de Ara
Me pregunto, ¿cuándo se jodió el norte? (¿Han leído la
novela de Mario Vargas Llosa?) ¿Se jodió solito? ¿Lo jodieron desde fuera?
¿Exclusivamente desde fuera? ¿Qué hemos hecho para merecer esto? ¿Y qué es
esto? Ahí está el paro, deficiencias en infraestructuras, etc.
Repito, ¿cuándo se jodió el norte?
“Renunciar a la realidad es el mejor caldo de cultivo
de los populismos deteriorando la cultura democrática”, asevera Teodoro León
Gross en El País. Tiene razón. Y renunciar a la realidad es asistir a reuniones
que no sirven para nada, a no ser que, como sucede casi siempre en la mediocre
política local (sin olvidar el papelón del periodismo, que juega a ser el bufón
en dichos aquelarres), nuestros dirigentes acudan con el estómago vacío o
sencillamente porque no tienen otra cosa mejor que hacer durante un par de
horas.
Los padres y madres del norte se dan cita para repetir
como cacatúas lo que se viene esparciendo hace décadas. Y se quedan contentos.
Ellos sí saben lo que necesita nuestro norte. Y lo que necesita nuestro norte
es lo que hace treinta años se viene reclamando. ¿Entonces quién jodió esta
comarca empobrecida y marginada, a la que se le toma el pelo desde el Gobierno
regional, Cabildo Insular (con el PSoe gobernando) y también desde los
despachos de alcaldes emperifollados y empalagosos a la hora de enviar un
mensaje? ¿Quién? ¿O será que acaso el norte no está jodido?
Leo en uno de los editoriales del periódico del grupo
Prisa, que “Robert Habeck, flamante líder de los Verdes alemanes, ha anunciado
esta misma semana que abandona las redes sociales después de una cadena de
errores propios en Twitter, una decisión que vuelve a abrir la reflexión sobre
la cada vez más obvia relación tóxica entre política y medios digitales”. Vaya,
otro tío importante de la política que prefiere el destierro y desaparecer de
las redes sociales.
Pero en el norte nuestros regidores están a todas
horas vendiendo sus milagros en Facebook. Principalmente en Facebook. Hacen uso
de esa herramienta porque (vuelvo al editorial del periódico citado, “el
problema, por supuesto, no son las redes digitales, sino el haberlas convertido
en una suerte de cloacas virtuales incompatibles con el ejercicio de una
actividad política que sea digna de tal nombre. Su lenguaje simplificador, la
tiranía de la inmediatez que las gobierna, la horizontalidad comunicativa que
favorece la circulación de noticias falsas, la construcción de estereotipos y
enmarques que facilitan el contraste con un enemigo y su acústica
predominantemente emocional han hecho de ellas el instrumento privilegiado del
populismo. Quizá convenga recordarlo: el populismo vive del conflicto y, lo que
es más importante, de la indignación del adversario, al que incita a entrar una
y otra vez en un tablero emocional repleto de fichas marcadas”.
Tú, que están en las redes sociales; tú, que crees ser
rico en amigos, no olvides por un instante que la foto, el mensaje y el
emoticono del alcalde o del concejal en labores de gobierno o de oposición, no
son otra cosa que pura estrategia orwelliana.
Hoy me levanté temprano, como siempre, y tras leer el
Diario de Avisos, donde aparece la información del encuentro (ni siquiera en la
tercera fase) de alcaldes y no alcaldes del norte, y recordando la lectura de
uno de mis filósofos de cabecera, Fernando Savater, subrayo lo que para él es
inocultable, su simpatía por el pesimismo radical, aunque tenga pocos adeptos.
Yo soy pesimista radical cuando hablo de nuestro
norte. No quiero otro lugar para vivir. No lo necesito, pero ese amor (sin
contrapartidas) no está reñido con el pragmatismo.
Después de ese encuentrito de alcaldes y no alcaldes,
después de lo que allí se dijo y no se dijo, principalmente lo que no se dijo,
tras los aplausos a Francisco Linares (Carlos Alonso gana sin ni siquiera
asistir, hay que ver), y apenado porque
una vez más mi alcalde (el mejor alcalde que puede tener el Puerto de la Cruz en el presente, ha dejado
escapar otra posibilidad de ejercer el liderazgo en la comarca), termino
leyendo a Jorge Bustos en el periódico El Mundo. El excelente columnista (no
tan bueno como el rojillo Antonio Lucas), cuenta que, un día le preguntó Raúl
del Pozo, “¿No nos lo pasaríamos mejor haciendo como Nerón, contemplando cómo
se va todo a tomar por culo?» Y comprendí la irresistible pulsión que explica
el llamado voto de castigo”.
¿Cuándo se jodió el norte? Me moriré sin saberlo.
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