José Peraza
Hernández
Una vez que el rey
Alfonso "el Emperador" libró la Villa de Calatrava, tuvo a bien dar
la mezquita mayor al arzobispo de Toledo, a fin de que la consagrase en
iglesia, y encomendó la defensa de la plaza en 1.150 a los Caballeros Templarios.
Eran éstos por sus riquezas muy poderosos y por su esfuerzo y arrojo muy
temidos. Pero una vez muerto el rey Alfonso, los musulmanes pusieron todo su
esfuerzo en la reconquista de Calatrava, y así Abd el Múmen se aprestó para
forzar la línea del Guadiana. Tal potencia mostraron que Calatrava se tuvo por
perdida y los Templarios rehusaron, juzgando lo más prudente abandonarla.
Por tanto la Orden
del Temple devuelve la villa fuerte de Calatrava al rey, don Sancho. La
situación se tornó gravísima. Si se perdía Calatrava, la amenaza árabe se
cernía sobre Toledo, y cuanto había reconquistado el rey Alfonso VII iba camino
de perderse. El rey Sancho proclamó que Calatrava le sería entregada en
propiedad al que decidiera defenderla, convocando un Consejo con sus nobles, en
el cual se hallaba don Raimundo, Abad de Santa María de Fitero y un monje,
llamado Diego Velázquez, burgalés de la Bureva, hidalgo y noble, soldado del
rey Alfonso, y famoso por sus hazañas. A la vista del silencio con que los
nobles acogieron la propuesta, el monje Velázquez, despertados sus sentidos
bélicos, sacó aparte al Abad Raimundo y le instó, le rogó y acabó
persuadiéndolo a que pidiera Calatrava. Así lo hizo, lo que a muchos pareciera
temeridad o locura.
En la villa de
Almazán, el 1 de enero del año 1.158 el rey don Sancho, hijo de Alfonso VII,
firmó la carta de donación perpetua de la Villa y fortaleza de Calatrava a la
Orden del Cister, representada por el Abad don Raimundo, y a todos sus monjes,
para que la tuvieran para siempre jamás, y, con ayuda del Monarca la
defendieran de los enemigos de Cristo. Confirmaron la donación el rey de
Navarra, el mayordomo del soberano, el Potestad de Castilla, el Señor de
Logroño, el Primado de las Españas, varios condes, magnates y prelados, entre
ellos el de Sigüenza, Cerebruno, que pronto habría de ocupar la toledana silla.
Más tarde don Sancho donó a los freires de Calatrava, llamándolos ya por este
nombre, el pago y aldea de Cirujales, en el término de Toledo, en señal de
gratitud por haber tomado la defensa de Calatrava. Partieron el Abad don
Raimundo y su Capitán de Guerra, don Diego Velázquez, seguidos de una inmensa
multitud de la cual muchos profesaban en la Orden Cisterciense. Los árabes, a
la vista de tal multitud, desistieron y Calatrava pudo ser salvada. El Abad
organizó un ejército de más de veinte mil hombres que repartió por campos y
aldeas.
Constituida la
orden, el mayor nervio de sus fuerzas bélicas fue formado por numerosos
caballeros que se acomodaron a las costumbres del Cister tanto como lo
permitiese su oficio guerrero, uniendo la fatiga del soldado con la abstinencia
del cenobita, las fervientes oraciones con el bravo empuje en la pelea.
El promotor
principal de la Orden de Calatrava, fue Fray Diego Velázquez. Una vez muerto la
división cundió resistiéndose los caballeros a tener por superior a un Abad y a
vivir mezclados con los monjes en vida contemplativa, por lo que decidieron
elegir un Maestre de la Orden. Los monjes se retiraron a Ciruelos y los
caballeros retuvieron a Ocaña convirtiéndose en milicia para elegir su
caudillo.
Fue el primer
Maestre de Calatrava don García según consta en documentos del 1.164. Consiguió
del Cister y del Pontificado la primera regla y forma de vida para la Orden de
Calatrava. Muerto, le sucedió don Fernando Escaza, cuya vida transcurrió en
continuo guerrear. Fueron sucediéndose los Maestres y la Orden, convertida en
formidable ejército, estuvo en ayuda de los reyes cristianos. Al de Castilla le
acompañaron en la conquista de la ciudad de Cuenca. Al de Aragón en la toma de
la ciudad de Alcañiz.
La pujanza de la
Orden, sufrió un tremendo revés ante el arrojo del caudillo Almanzor, quien con
poderoso ejército tomó Calatrava, y sus defensores fueron pasados a cuchillo.
Con los últimos restos de la Orden, el Maestre don Nuño Pérez atacó la
fortaleza de Salvatierra, convirtiéndola en casa de la Orden en tanto no
pudiera ser recobrada la villa de Calatrava.
Los Maestres se
fueron sucediendo y convertida nuevamente en pujante ejército, tomó parte en la
Batalla de las Navas de Tolosa donde su Maestre don Ruy Díaz quedó tan
malherido en un brazo que no pudo volver a empuñar arma alguna.
En los años
siguientes la Orden de Calatrava, fue reconquistando diversas fortalezas y
villas lo que la hizo recobrar su antiguo esplendor, llegando su dominio desde
Almadén hasta Toledo, desde Argamasilla de Alba hasta Sierra Morena.
Emprendida la
conquista de Andalucía por los reyes cristianos, los caballeros de la Orden
formaron siempre la vanguardia, aumentando su poderío con las numerosas
donaciones de villas y fortalezas. En la villa de Salvatierra alzaron nuevo
convento al que bautizaron con el nombre de Calatrava, en recuerdo y memoria al
baluarte del Guadiana. En los años siguientes, participan en las campañas de la
Reconquista como fuerza de choque, tomando parte en la conquista de Baeza y el
cerco y ocupación de Córdoba.
A tanto llegó el
poder de esta Orden Militar, que los reyes entraron en recelo por lo que
determinaron que la elección de Maestres lo sería por designación real.
En años
posteriores, la Orden no sólo combate sin tregua a los musulmanes sino que se
enfrenta a divisiones internas. Una muestra del favor que los Pontífices
otorgaban a esta Orden lo prueba el hecho de que, disuelta la de los Templarios,
todos los bienes que estos poseían le fueron entregados a Calatrava.
Desde su origen,
doscientos años atrás, los caballeros calatravos debajo de la túnica y como
hábito de religión, llevaban un escapulario. El Maestre don Gonzalo Núñeez
creyó que aquello no diferenciaba bastante a los caballeros de los seglares y
obtuvo del pontífice Benedicto XIII que en su lugar ostentaran una cruz
colocada sobre las vestiduras, insignia que se pusieron todos por primera vez
el día de los Santos del año 1.397.
La orden de
Calatrava fue poderosa en tierras, villas, fortalezas, así como por el número
de sus vasallos en sus posesiones esparcidas por toda España. En no pocas
ocasiones intervino en la política nacional inclinándose según conviniera a sus
intereses. Tal poder tenía, que hasta los Reyes Católicos para aplacar la sed
de riquezas del comendador Fernán Gómez de Guzmán, desmembraron de la Corona la
aldea de Fuenteovejuna, en Córdoba, para entregársela. Lo que sucedió, ya se
sabe; que el pueblo entero, harto de soportar sus abusos, acabó ahorcándolo.
Pero los Reyes
Católicos no eran soberanos capaces de soportar otro poder que no fuera el
emanado de la corona por lo que, siendo Maestre de la Orden don Garci López de
Padilla, determinaron que había llegado la hora de dar fin a la Orden de
Calatrava, de modo que la misma quedaba incorporada a la Corona tan pronto como
muriera su Maestre. Vino así a ser don Garci López el último y es curioso
señalar que el primero fue un García.
De esta manera, la
sabia política de don Fernando y doña Isabel que hizo bajar de sus castillos a
los señores feudales para someterles a su tutela, sacó a la corona Real de la
vergonzosa servidumbre en que todos la mantenían, no siendo los que menos los
Maestres de la Orden de Calatrava cuyo poder, ejércitos y riquezas les llevaban
a estimarse soberanos independientes y rivales del único y verdadero jefe de la
nación.
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