Salvador
García Llanos
La indolencia
de la población portuense, su desapego hacia la política y lo público, tienen
que ser de muy alto nivel cuando asuntos tan reprobables como pueden ser el
cierre parcial de la biblioteca pública municipal o la terraza en su mitad
vacía del bar-cafetería localizado en la plaza del Charco, ambos tan visibles
al paso peatonal, favorecido por su carácter céntrico, apenas o nada merecen una esporádica información
periodística, una mínima expresión de protesta de centrales sindicales o de
entidades cívicas mínimamente sensibilizadas -¿qué fue, por cierto, de las
asociaciones vecinales?- y no digamos de una declaración o explicación de algún
responsable del gobierno municipal o de una iniciativa corporativa de los
grupos de oposición.
Pasan los días
y como si nada. Ese es el Puerto de la Cruz de nuestro tiempo, de este mandato
que se agota y que concluirá sin saber fehacientemente qué pactaron los
actuales gobernantes y bajo qué designios han administrado los recursos de los
portuenses. Qué querían hacer y qué han hecho para hacer acopio de méritos o
credibilidad ahora que se avecina una nueva convocatoria electoral. Se dirá que
a estas alturas ya da igual, pero en la intrahistoria consistorial va a quedar
esa mácula que, en el fondo, explica en buena medida el porqué de esa
significativa y poco honorable clasificación en el ranking canario de la
transparencia institucional.
Pasan ustedes
por Puerto Viejo por las tardes y podrán ver las dependencias de la biblioteca municipal
cerradas y a oscuras. Damos por reproducidos los contenidos de la entrada
publicada en este blog el pasado 6 de diciembre, después de un pleno en el que
el Grupo Municipal Socialista había preguntado por la situación y de que el
Grupo de Asamblea Ciudadana Portuense denunciara en redes y medios el
incomprensible abandono y la falta de soluciones. Comenzábamos entonces con una
apelación al artículo 44.1 de la vigente Constitución. Y terminábamos diciendo que
los responsables tenían que esmerarse para superar los evidentes trastornos y
perjuicios. Ha pasado más de un mes: la vida sigue igual. Pero qué
indiferencia, qué resignación y qué insensibilidad.
¿Y habrá algo
menos dinámico en el Puerto que el bar-cafetería ‘¿Dinámico’, una parte del
objeto social de la sociedad o empresa pública Pamarsa, teóricamente en fase de
disolución (Y escribimos teóricamente porque en este municipio, una cosa es la
que debe ajustarse a voluntad política dimanante del cumplimiento de normativa
que obliga y otra es la que se lleva a la práctica, si es que se lleva)?
Resulta que
debe andar en fase de estudio y resolución el concurso público convocado para
revisar la explotación de la concesión administrativa. Por ahora, rumores y
conjeturas: claro, como ni se informa ni se pregunta, el clima apropiado para
alimentar todas las especulaciones.
Lo cierto es que,
en las últimas semanas de diciembre pasado, la mitad de la terraza solo está
ocupada por mesas que, sin sillas, quedaron allí como mudo testimonios de una
situación insólita. Algunos, muchos, creyeron que eran los antecedentes de la
nueva situación de explotación. La imagen de desidia y falta de actividad era
evidente.
Era palpable que cada vez había menos personal, al que no se debe
culpar. ¿Sería acaso una forma de protestar por la desatención de la “empresa”
-y no queda más remedio que entrecomillar el término- hacia su misma finalidad?
¿Habrá acudido algún edil, de gobierno u oposición a interesarse por sus
condiciones laborales y por su suerte futura? Cualquiera sabe.
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