José Peraza
Hernández
Esta Orden
nació en la época de las Cruzadas y fue iniciativa de Godofredo de Bonillón, el
conquistador de los Santos Lugares, en la primera Cruzada, armando cincuenta
caballeros sobre el sepulcro del Redentor. Una Cruzada que se caracterizó por
la violencia de la lucha: el mismo Godofredo declaró que al entrar en
Jerusalén, los caballos de las huestes cristianas galopaban sobre ríos de
sangre y que ésta "llegaba hasta las rodillas de sus monturas".
Aunque parece un tanto exagerada tal afirmación, lo cierto es que, en efecto,
la batalla fue sumamente sangrienta lo que no deja de ser un contrasentido; allí
donde Jesús predicó la paz entre todos los hombres, hubo lucha, sufrimiento y
muerte.
En lo que
respecta a la Orden del Santo Sepulcro, no cabe la menor duda de que, en
efecto, en su fundación participaron cincuenta caballeros y así lo hace notar
el poeta Torcuato Tasso: Son cincuenta guerrier he in puré argetnto. Apiegan la
tronfal perpetua coce
Esta Orden
constituye una de las cinco que se instituyeron en los Santos Lugares: La Orden
del Temple, la Orden de San Juan de Jerusalén, La Orden del Santo Sepulcro, los
Caballeros Teutónicos, y la Orden de los Lazaristas. Los primeros custodiaban
el Templo y llevaban la cruz "pate" de gules; los segundos usaban la
cruz blanca de ocho puntas; los terceros fueron llamados en su origen
sepulturistas, los primeros freires de la Orden que estudiamos; los Caballeros
Teutónicos cuidaban del Hospital de Santa María y los Lazaristas asistían a los
leprosos y se distinguieron por la cruz verde de ocho puntas.
Los
sepulturistas estuvieron encargados del Sepulcro desde el año 1.098. Desde un
comienzo tomaron gran incremento y estaban obligados a aportar 1.000 sirvientes
de armas; los Templarios presentaban los caballeros y los caballeros de San
Juan de Jerusalén, 50. Y en la corte del rey de Jerusalén tenía que haber constantemente
100 Caballeros del Santo Sepulcro con el objeto de cubrir las expediciones
militares que se fueran presentando.
Tal cosa
motivó que los caballeros de esta Orden tomaran parte en casi todos los hechos
de armas a partir del año 1.123, luchando al lado del rey Balduino de
Jerusalén. Estuvieron en el sitio de Tiro, en el año 1.128 en la toma del
castillo de Monteferrand, en 1.146, en el sitio de Damasco, en 1.153 en la toma
de Arcalea, en 1.182 en la batalla de Bethsan, en 1.180 en el sitio de San Juan
de Acre, en el que murió, combatiendo, el Prior de la Orden.
Con la toma de
Jerusalén por los turcos, los caballeros del Santo Sepulcro se trasladaron a
Europa, extendiéndose por Polonia, Francia, Alemania, y Flandes, instituyendo
diversos conventos entre los que pueden citarse los de Parma, Perusa y París.
En lo que
respecta al distintivo, los caballeros de esta Orden utilizaban la cruz
potenzada roja en el manto, divina heráldica de Jerusalén, y la cruz patriarcal
de doble traviesa sobre el pecho.
Habrá que
decir que, al estar encargado los Franciscanos de Tierra Santa, el Papa León X
los autorizó para armar caballeros del Santo Sepulcro a cuantos peregrinos
llegaban a Jerusalén y así lo solicitaban, siendo condición indispensable
pertenecer a familias principales de Europa.
En el año
1.480, el Papa Inocencio VII decidió incorporar la Orden del Santo Sepulcro a
la de Jerusalén y más tarde, el Pontífice Pío X se reservó el Gran Maestrazgo
en el año 1.904.
En lo que toca
al uniforme, con ligeros variantes según los países, es de paño blanco, con
charreteras de coronal, espada y sombrero de dos puntas.
En la
antigüedad existían tres clases de caballeros: De Honor y Devoción, los de
Justicia y los de Gracia Magistral, nombrados por el Gran Maestre título
honorífico. En la actualidad, la Orden se divide en tres grados: Caballeros,
Comendadores y Grandes Cruces. En lo que se refiere a esta orden en España, hay
que decir que, al encontrarse el país en la época de la Reconquista, no había
que salir de él para luchar contra los mahometanos. Claro que de esta labor se
encargaban en alto grado los Caballeros Templarios hasta el punto que, en
Cataluña, el conde soberano Ramón Berenguer III tomó el hábito de esta orden.
En Aragón, el rey Alfonso I el Batallador quiso hacer otro tanto, pero
eligiendo la Orden del Santo Sepulcro, y la instituyó heredera de su reino y
dominios, conjuntamente con la del Hospital y la del Temple, según su
testamento de 1.134.
He aquí como,
de hecho, quedaban tres órdenes Militares como soberanas del reino de Aragón,
hecho insólito no dado hasta entonces.
No obstante,
sus Maestres tuvieron el buen tino de declinar dicha soberanía sobre todo al
comprobar que el reino se alborotaba por lo que decidieron ceder sus derechos
al conde soberano de Barcelona Ramón Berenguer IV que así ceñía en sus sienes
la Corona de Aragón.
Muy agradecido
por la merced, el soberano catalán ingresó en la Orden del Santo Sepulcro, pero
sin renunciar a la gobernación de sus Estados, con lo cual la citada orden
quedó firmemente asentada en Cataluña. Las otras dos Órdenes Templarios y
Hospitales, renunciaron asimismo a sus derechos sobre la corona de Aragón y el
asunto quedó definitivamente resuelto.
Los caballeros
del Santo Sepulcro continuaron batallando contra los musulmanes hasta el punto
que el rey Jaime I, el Conquistador, los hizo objeto de grandes y ricas
mercedes.
Para indicar
la descendencia de la orden al Patriarca de Jerusalén, en las iglesias de esta
Orden siempre se ostentaba en su fachada la cruz patriarcal de doble traviesa.
Por el breve
pontificio de 1.907, el Papa Pío X se reservó el Gran Maestrazgo de la Orden,
nombrando lugarteniente suyo al Gran Patriarca latino de Jerusalén.
El uniforme de
los capitulares nobles de España consiste en la casaca blanca, con charreras de
coronel y la cruz roja quíntuple en el pecho, pantalón azul con franjas doradas
y sombrero bicornio. Para el oro: manto blanco con golilla y birrete negro. La
capa de paseo y el manto ostentan también la cruz roja potenzada, con las
cuatro cruces más pequeñas en los ángulos. La venera lleva como divisa la cruz
patriarcal de doble traviesa.
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