José
Peraza Hernández
La
labor de “Las Camareras” y su noble trabajo hacia La Virgen. Estas mujeres tan
importantes en el cuidado de la Imagen, sus joyas, sus vestimentas. Eran
personas muy respetadas porque de ellas dependía que la Virgen se mostrará en
su mayor hermosura y delicadeza. La historia de dichas camareras la explica
perfectamente el profesor Don José Javier Hernández García, en su libro “Los
Realejos y la imagen de Nuestra Señora del Carmen”. Nos dice que fue este cargo
transmitido entre los miembros de una misma familia, emparentados todos con los
patronos de los conventos y titulares del mayorazgo de Gordejuela. Sin embargo,
de la primera persona que tenemos constancia que estuvo muchos años ocupándose
de esta labor fue Dña. Margarita Estrada Mádan. Siguiendo con más datos, el
párroco nombra camarera a Dña. Carlota Savatry, nacida en Francia, casada con
Don Cándido Chávez hijo de Dña. Margarita. Según parece no se llegó a ocupar
del adorno de la Virgen, pero guardó las pertenencias del ropero y redacta en
1944 el primer inventario de las joyas.
Quien de forma efectiva realiza la función de
camarera, heredada de su abuela Doña Margarita Estrada, fue Doña Elena Espinosa
Chávez. Esta señora tuvo una verdadera dedicación pues sabiendo el valor
artístico y belleza de la Virgen tuvo una forma muy personal de revestir la
imagen, dejando el contorno del rostro libre de los encajes que, hasta entonces
lo mantenían cerrado. De esta manera quedaba visible el cuello, comienzo de los
hombros, parte anterior y lateral del cabello y lóbulos de ambas orejas y le
añadió pendientes largos. Doña Elena estuvo hasta que los años y la enfermedad
se lo impidieron. Tras su fallecimiento en 1.975, le sucede su hija Doña Elena
Hernández Espinosa (cariñosamente conocida como Lele Espinosa), que colaboraba
ya con su madre. A ella se le debe el perfecto acabado en la colocación de las
vestiduras y la esmerada distribución de las prendas, siempre con la
colaboración de dos ayudantes, Doña Margarita Hernández Chávez y quien les
habla en estos momentos.
Parte fundamental era nuestra coordinación.
Éramos tres, todas muy responsables del trabajo encomendado el cual tenía una
única finalidad: que nuestra queridísima imagen luciera sus mejores galas. Ella
tenía que ser el centro de todas las miradas y por lo tanto todos nuestros
desvelos eran para que todo saliera lo mejor posible. Mientras, por ejemplo,
dos de nosotras la vestíamos, la otra clasificaba las joyas que portaría en
esas fiestas, y en algunos momentos, una de nosotras tenía que visionar como iba
quedando el vestido y la posición de las joyas, decíamos: “un poquito a la
izquierda esa joya, abre un poquito el vestido”, eran frases que repetíamos
constantemente pero siempre desde la tranquilidad y sosiego para que la Imagen
quedara bien arreglada. Delicada era la tarea de vestir al Niño-Díos, porque EL
es quien le da sentido a su madre. Si observamos una de sus manos se dirige
hacia ELLA, y la otra mantiene el Santo Escapulario. Ser camarera de la Virgen
es una función muy importante, porque de su esmero y trabajo depende que la
Imagen representada en esa gran escultura de Antón Mª Maragliano, luzca de una
manera brillante y nosotros, sus devotos, la encontremos más bella si cabe.
Doña Elena Hernández Espinosa (Lele Espinosa),
en el año 1997, cierra el ciclo importantísimo de las camareras, es decir, el
testigo que le habían dejado sus antepasados. Con ella se pierde la tradición
familiar cuando hace entrega al señor cura párroco de las joyas y enseres de la
Virgen con un acta notarial donde estaban inventariadas todas las prendas.
De las joyas de la Virgen tengo que comentar
su alto valor, tanto artístico como sentimental, puesto que son exvotos donados
en recuerdo de un beneficio recibido. Algunas de estas ofrendas son verdaderas
obras de arte como por ejemplo los célebres pendientes de filigrana de
Salamanca o unos pendientes de criolla rodeados de coral y un largo etcétera
porque la lista de prendas sería muy larga.
De su ropero destacaré, que en sus mantos
predomina el color amarillo.
Gracias
a:
María
Auxiliadora Plasencia Pérez.
Extracto
del pregón de las Fiestas de 2006.
Publicación
del Ayuntamiento de Los Realejos.
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