Pedro Ángel González Delgado
Sueña el Rey que es rey, y vive
con este engaño
mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, (¡desdicha fuerte!):
¡Qué hay quien intente reinar,
viviendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!
Piensa así el príncipe Segismundo, personaje de Calderón de
la Barca, sobre la vida y la muerte, en La vida es sueño. Las ideas filosóficas
que se plasman en el famoso soliloquio podrían ser aplicables a nuestros días
y, a más de uno, se le debería recordar que “los sueños, sueños son”.
Es lícito soñar y, por supuesto, ser constante en perseguir
esa ilusión. Ahora bien, debe siempre mantenerse uno con los pies en el suelo y
distinguir perfectamente qué parte es fantasía y qué parte es realidad. Y ahí
muchos de los representantes públicos entran en una especia de confusión, en la
que el personaje creado, siempre petulante, vive una alucinación en la que
equivoca lo que quisiera ser con lo que realmente es. Dentro de ese
desconcierto está siempre la necesidad de algunos políticos de exponerse al
público con un nivel intelectual y cultural superior al que se posee, olvidando
que nuestra Carta Magna solamente exige para ser representante público ser
mayor de edad y no estar incapacitado, únicamente desde el punto de vista
judicial, pues la capacidad o no de gobernar no se juzga a priori para
presentarse a las elecciones.
No parece que los resultados electorales variasen como
consecuencia que el presidente en funciones del gobierno de la nación fuese o
no doctor en Derecho. Por esa razón, debiera ser motivo de análisis, sin
necesidad de perder el tiempo en un estudio profuso, la obligación auto
impuesta de aparentar lo que no sé es. De esa suerte, se plagia una tesis
porque no se es capaz, y se publica un libro que escribe otra persona, porque
no se tiene el nivel. Eso al electorado parece que le da igual, pero el que no
funciona de presidente precisaba figurar como doctor y escritor, para dar una
imagen que, en modo alguno, se ajusta a su aptitud. Es que Pedro Sánchez, ni
realizó un estudio científico para escribir su tesis, pues la plagió, ni
escribió su libro, ya que se lo redactó quien luego fue recompensada con una
secretaría de Estado, que los favores hay que pagarlos.
De ese modo, hay quien presenta una idea como si fuera
propia, cuando en realidad el autor es otra persona. A eso es a lo que se
denomina plagio que, se mire como se mire, es una forma más de mentir. Y se
puede faltar a la verdad tanto en algo tan importante como es una tesis, como
en algo tan nimio como una felicitación de Navidad, pero, ambas tienen algo en
común: alimentar la vanidad, aparentando lo que no se es, para luego llegar
hasta creérselo. De esa suerte, solamente así se explica que Marco - sin ese -
González firmase en su felicitación navideña como propia una frase que no es
suya. Afirma el regidor portuense que “podrás decir que soy un soñador, pero sé
que no soy el único”. Sin embargo, orilla que la frase no es suya. No la
entrecomilla ni cita al autor. En definitiva, la plagia, creyendo que nadie
sabrá que se trata de una mera traducción de la famosa canción de John Lennon
de “Image” en la que expresa “You may say that I´m a dreamer, but I´m not the
only one”. Nos quedaremos sin saber si añadir la expresión “sé” es una licencia
literaria o un error de traducción porque, todo es posible en este mundo de ensoñación.
Nos lo decía el filósofo y psiquiatra argentino José
Ingeniero, “el ambicioso quiere ascender, hasta donde sus propias alas pueden
levantarlo; el vanidoso cree encontrarse ya en las supremas cumbres codiciadas
por los demás”.
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