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sábado, 28 de diciembre de 2019

VANIDAD, PECADO CAPITAL


Pedro Ángel González Delgado

Sueña el Rey que es rey, y vive
 con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, (¡desdicha fuerte!):
¡Qué hay quien intente reinar,
viviendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!

Piensa así el príncipe Segismundo, personaje de Calderón de la Barca, sobre la vida y la muerte, en La vida es sueño. Las ideas filosóficas que se plasman en el famoso soliloquio podrían ser aplicables a nuestros días y, a más de uno, se le debería recordar que “los sueños, sueños son”. 

Es lícito soñar y, por supuesto, ser constante en perseguir esa ilusión. Ahora bien, debe siempre mantenerse uno con los pies en el suelo y distinguir perfectamente qué parte es fantasía y qué parte es realidad. Y ahí muchos de los representantes públicos entran en una especia de confusión, en la que el personaje creado, siempre petulante, vive una alucinación en la que equivoca lo que quisiera ser con lo que realmente es. Dentro de ese desconcierto está siempre la necesidad de algunos políticos de exponerse al público con un nivel intelectual y cultural superior al que se posee, olvidando que nuestra Carta Magna solamente exige para ser representante público ser mayor de edad y no estar incapacitado, únicamente desde el punto de vista judicial, pues la capacidad o no de gobernar no se juzga a priori para presentarse a las elecciones.


No parece que los resultados electorales variasen como consecuencia que el presidente en funciones del gobierno de la nación fuese o no doctor en Derecho. Por esa razón, debiera ser motivo de análisis, sin necesidad de perder el tiempo en un estudio profuso, la obligación auto impuesta de aparentar lo que no sé es. De esa suerte, se plagia una tesis porque no se es capaz, y se publica un libro que escribe otra persona, porque no se tiene el nivel. Eso al electorado parece que le da igual, pero el que no funciona de presidente precisaba figurar como doctor y escritor, para dar una imagen que, en modo alguno, se ajusta a su aptitud. Es que Pedro Sánchez, ni realizó un estudio científico para escribir su tesis, pues la plagió, ni escribió su libro, ya que se lo redactó quien luego fue recompensada con una secretaría de Estado, que los favores hay que pagarlos.

De ese modo, hay quien presenta una idea como si fuera propia, cuando en realidad el autor es otra persona. A eso es a lo que se denomina plagio que, se mire como se mire, es una forma más de mentir. Y se puede faltar a la verdad tanto en algo tan importante como es una tesis, como en algo tan nimio como una felicitación de Navidad, pero, ambas tienen algo en común: alimentar la vanidad, aparentando lo que no se es, para luego llegar hasta creérselo. De esa suerte, solamente así se explica que Marco - sin ese - González firmase en su felicitación navideña como propia una frase que no es suya. Afirma el regidor portuense que “podrás decir que soy un soñador, pero sé que no soy el único”. Sin embargo, orilla que la frase no es suya. No la entrecomilla ni cita al autor. En definitiva, la plagia, creyendo que nadie sabrá que se trata de una mera traducción de la famosa canción de John Lennon de “Image” en la que expresa “You may say that I´m a dreamer, but I´m not the only one”. Nos quedaremos sin saber si añadir la expresión “sé” es una licencia literaria o un error de traducción porque, todo es posible en este mundo de ensoñación.

Nos lo decía el filósofo y psiquiatra argentino José Ingeniero, “el ambicioso quiere ascender, hasta donde sus propias alas pueden levantarlo; el vanidoso cree encontrarse ya en las supremas cumbres codiciadas por los demás”.

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