Lorenzo de Ara
“Historia de un matrimonio” es la mejor película del año.
Punto.
“Dolor y Gloria” de Almodóvar está sin duda entre las
mejores. Ojalá Antonio Banderas se meta en esa carrera por la estatuilla
dorada. Los premios que está cosechando el actor malagueño son merecidísimos. Y
el abajo firmante, que declaró desde hace muchos años su distanciamiento del
cine que realiza Pedro, confiesa que este último trabajo ha hecho desaparecer
el frío que nace cuando los ojos sufren ante uno de los engendros del cineasta
manchego.
“El Irlandés” de Scorsese es otra película que por derecho
ya se encuentra en el olimpo del séptimo arte. ¡Gracias Joe por tu regreso!
Gracias, pequeño cabrón, por aceptar participar en esta cinta que pone el The
End al cine de gánsteres.
Mi pasión por las películas viene de muy pequeño. Mi padre
y mi madre eran también muy aficionados. Mi hermana, mi querida hermana, lo es
igualmente.
De joven, tras perder a Adela, alejado para siempre de las
aulas, el cine se convirtió en el refugio de un muchacho que estaba sentenciado
a sufrir el zarpazo de la locura. Cine, teatro, literatura. Ese coctel me
convirtió en lo que soy hoy.
Un don nadie que por lo menos creó una familia maravillosa.
Por el otro camino mi existencia se habría convertido en
violencia remunerada. Matar era lo que más quería. O que me mataran. Las calles
chicharreras saben de lo que hablo.
Mis primeros trabajos con dinero de por medio tienen que
ver con el teatro. Parque Viera y Clavijo. Siempre el teatro. En Santa Cruz
principalmente. Luego vino la Universidad Popular Municipal “Francisco Afonso”,
repleta de parásitos y estómagos agradecidos.
Yo no hice amigos en ese lugar. Realicé mi trabajo lo mejor
posible. Con el teatro para adultos y con la educación teatral para los más
pequeños, salí de allí satisfecho conmigo mismo.
A nadie debo nada.
Al contrario.
Políticos con polla o sin ella siempre intentaron joderme.
Y yo quería joderles, a todas horas. Creando personajes ficticios que dejaran
impresa la imagen del cabrón o la cabrona.
El cine, con el tic tac del puto reloj, se alejó de mis
posibilidades. Guiones rechazados.
La literatura también. Relatos, novelas, poemas, cuentos.
También sufrieron el portazo.
Ahora coincido con los editores, con los directores. ¡Eran
pura mierda!
Aquí están, amontonándose en gavetas, junto a nuevos
engendros que nacen condenados a morir conmigo.
La acumulación de años cimentó en mí una certeza empírica: tener
amigos es una pérdida absoluta de tiempo. No creo en la amistad. Es costosa.
Soy demasiado vago para entregarme a ella.
Mi soledad no la cambio por un amigo de carne y hueso.
Mucho menos por esos “amigos” de la red cretinizada y taruga.
Mis verdaderos amigos están en el cine, en el teatro, en la
literatura.
¡Reparto abrazos buscando con avidez la pelea cuerpo a
cuerpo!
En la juventud, con veinte y los treinta cumplidos, antes
de la llegada de mi primer hijo, la pelea era una vía de escape maravillosa.
¡Siempre con sangre en la cara y magullado! Nunca conseguí la victoria. ¡Pero
cuánto gozo en el primer insulto y, al segundo después, recibir el golpe, los
golpes, y también intentar repartir hostias!
El ahora es un segundo que se eterniza en una profesión
vegetal y en una existencia fuera de casa que detesto. Todo lo que está más
allá de mis cuatro paredes es la mierda absoluta. La hediondez que vaguea ante
mí.
Soy un ser sumamente despreciable.
El dio hacia ustedes es la felicidad plena.
Ojalá Dios pueda perdonarme.
Y que Joe Pesci acabe de una puta vez conmigo.
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