Pedro Ángel González Delgado
Los tiempos avanzan y, por ende, todo con ello también. No
estamos en la época en la que los césares entraban en Roma bajo la lluvia de
pétalos en honor a sus victorias, aunque alguno hoy en día lo pretenda. Por
ello, no se le ofrece al pueblo pan y circo para apaciguar sus reclamaciones u
ocultar la incompetencia del gobernante. Ahora, cuando se desgobierna, la
solución es ofrecer luces y colores y, paralelamente, denominar gris al
adversario.
Así, en el Puerto de la Cruz se nos ofreció que la luz,
diríamos divina, procedería a iluminar todos y cada uno de los rincones del
municipio que, según se repetía una y otra vez, parecía que estaban algo
sombríos. De esa forma, nos adentramos ya en las fiestas navideñas, con el
anuncio a bombo y platillo de una nueva iluminación, colorida, por supuesto, en
los distintos barrios. Sin embargo, a pesar de los diferentes mítines ofrecidos
por los actuales gobernantes, anunciados como actos institucionales, en los que
se repetía una y otra vez el presunto antes y después con los diferentes
núcleos de población, ha resultado un estrepitoso fiasco. Tal ha sido la
expectativa creada que la frustración de los vecinos se incrementa, pues no
acaban de comprender cómo es posible que el cambio ofrecido sea tan oscuro. Es
tanta la penumbra que en urbanizaciones como La Paz, El Durazno, El Tucán, San
Nicolás, Los Cachazos o, barrios como, por ejemplo, La Higuerita, entre otros,
todavía se están preguntando si se les está castigando por no haber votado
mayoritariamente a la izquierda. Es de suponer que los gastos en fuegos de
artificio en otros barrios, en lugar de hacer un reparto equitativo en todos,
corresponde más a una falta de planificación que a un premio a unos, castigo
para otros, como consecuencia de los resultados electorales.
Lo importante para este desgobierno de luces y colores
portuense no son los principales proyectos que marcarán el futuro de la ciudad
o, por lo menos, no lo es para su responsable máximo, Marco - sin ese -
González. Desgraciadamente para los portuenses, ha quedado absolutamente
constatado en el último Pleno Municipal celebrado que, con carácter
extraordinario, había sido solicitado por la totalidad de los miembros de la
oposición, y en el que se ha debatido sobre el muelle deportivo, pesquero,
marítimo, comercial y turístico que merece la ciudad, y el centro insular de
deportes acuáticos. La prioridad, como parecería que debiera ser claro, no debe
ser la realización de la fiesta del flotador, sino los grandes proyectos que se
dejaron encaminados en el mandato anterior y que, por desidia, despropósito y,
por lo que parece, por plegarse a los intereses partidistas frente al de los
portuenses, se corre el riesgo de perderlos. Y es que, en medio año se puede
comprobar que lo único que se le encarga a la unidad de contratación municipal es la realización de contratos para
fiestas y demás, pues los únicos expedientes que no corresponden con guateques
fueron iniciados antes de junio, es decir, con anterioridad a que la autoproclamada
luminiscencia viniera a esclarecer las tinieblas.
El recordado poeta romano no hubiera sido capaz de imaginar
la situación actual, en la que las luces y colores sustituyen al pan y circo,
adornado con la manipulación, demagogia, medias verdades y, sobre todo,
cortinas y cortinas de humo que, por mucho que se empeñen, al final,
extinguirán el fulgor de aquél a quién cada día le cuesta más mantener la
máscara de la sonrisa. Sus correligionarios fanatizados en las redes sociales
se van apagando, porque la realidad comienza a ser tozuda y se impone ante la
frivolidad. Ya nos decía el poeta argentino que la luz sufre de oscuridad, y
ésta ha empezado a apagar la de aquél que se creía portador de la misma, pues
todos han podido ver que las prioridades han cambiado. El tiempo y los esfuerzos
no se dedican a lo verdaderamente importante, sino a fotografiarse ante los
flashes a los que las baterías se les agotan antes, incluso, de lo esperado.
Esperemos que el propósito de enmienda para el Nuevo Año
sea recuperar la senda perdida. Aquella que nunca se debió abandonar buscando
un atajo siguiendo la luz de un faro desajustado y del que, parece, no hay
ánimo de regular. Hagamos que se
impregnen del necesario sentido común y que todo lo avanzado en la construcción
de un futuro mejor para la ciudad no se pierda en el despilfarro. Ahora bien,
creer que quien así se ha forjado puede cambiar quizá sea una quimera, pero
como quiera que estamos en época de ilusiones, tal vez se obre el milagro.
Mientras tanto, los mejores deseos para estas fiestas navideñas.
Feliz Navidad.
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