Antonio-Pedro Tejera Reyes
Volver al pasado se hace imposible cuando se le ha
destruido con nuestras propias acciones.
Corría el año 1988 cuando se nos ocurriera publicar este
sentido artículo que titulamos "sociología rotaria", producto de una
serie de circunstancias que nos había tocado vivir en aquel entonces, con lo
cual pretendíamos, dejar alguna constancia para no olvidarlas y tenerlas
siempre presentes, como una lección que la vida nos ofrecía, para un mejor
fortalecimiento de nuestras experiencias y conocimientos.
Recibiendo el reconocimiento del Rotary Club de Lima (100
años de existencia)
Desafortunadamente, el trepidante avance de la vida moderna
- que entra hasta en nuestras más íntimas relaciones - nos lleva a insistir en
aquellos recuerdos dolorosos, que no van precisamente por nosotros mismos, sino
hacia el entorno en que se mueven muchas personas confundidas en sus
orientaciones, que más tarde ven sus aspiraciones frustradas en el escenario
que la sociedad les ha brindado, con esa jauría de aprovechados sin escrúpulos
que engañan hasta a su padre y su madre, sin otra ambición que la buena vida y
el dinero, casos concretos donde llegan hasta el secuestro de personas, casos
concretos del que hemos sido víctimas recientemente. Año 2019.
Las eras del conocimiento dicen que ha llegado. Muchos de
los círculos de las enseñanzas del turismo en el mundo están aplicando en sus
promociones esta predicción. Hay que aprovecharlo todo, aunque después no sirva
para nada porque no sepamos ni de lo que estamos hablando, ni apliquemos las
más elementales normas para cumplir con sus postulados. Ese conocimiento se
puede aplicar de muchas maneras. Algunos/as lo aplican para evadir
responsabilidades, escudándose en supuestas explotaciones y sumisiones
producto, más que de otra cosa, de sus carencias, que les han hecho vivir toda
su vida a expensas del trabajo de los demás, sin preocuparse para nada del
entorno, de la felicidad de los otros o de cumplir con sus más firmes
promesas... aunque hayan sido hechas ante Dios. Que también se presume de ser católico/a.
Seguimos con los mismos problemas. El principio rotario de
"servir es mi ocupación" sigue con nosotros. "La verdadera
riqueza es la íntima y plena conciencia de nuestra integridad de carácter, que
nada ni nadie podrá quebrantar". Hay que saber que esa "integridad de
carácter" de que hablamos nos hace poseer un poder de atracción que nos da
la fe para seguir aumentándolo con nuestro quehacer, con nuestro trabajo, con
nuestra dedicación, con nuestros sencillos deseos de hacerlo todo bien en
beneficio de los demás. "Se beneficia más quien mejor sirve", dice
otro lema de los rotarios del mundo, que hemos visto escrito incluso en la
pared con grandes caracteres, en el Rotary Club de Cusco, en Perú.
En el Rotary Club de Cusco, bajo los principios rotarios
impresos hasta en sus paredes, junto a la presidenta de la Asociación de
Regidoras Cusco, CPC, Norma Maritza Rodríguez.
Acá, en esta Venezuela, donde nos encontramos esta noche,
tenemos la alegría de percibir la réplica de todo este entramado, en las
alentadoras felicitaciones que recibimos de mis hermanos países americanos,
desde la lejana California, la Córdoba de Argentina, o los mismos confines de
la Patagonía chilena Todo un reconocimiento al espíritu rotario que nos alienta
y anima, como dijeran mis amigos en Canarias, Manolo Alfonsín, Juan Ruiz y
Manolo Florián.
Decía nuestro admirado Jucelino Kubistckek -presidente de
Brasil, tristemente fallecido, que hizo posible el sueño de Brasilia - que
"siempre hay una nueva luz". Esa filosofía nos ha alentado cuando,
más de una vez, hemos sido robados, saqueados y ultrajados – y hasta
secuestrados - por quienes habíamos depositado en ellos toda nuestra confianza
sin ningún tipo de restricciones. No nos han desalentado incluso ni la lentitud
de la Justicia, la injusticia, o las más burdas patrañas que algunas mentes
maquiavélicas, enfermas, han pretendido tejer para justificar sus ladinos y
vergonzosos actos. Es "la vida moderna" donde la decencia, la
vergüenza y la ética parecen haberse perdido totalmente en la vorágine del progreso.
¿?
No es de extrañar, entonces, que más de un dirigente de los
más diversos centros de enseñanza del mundo nos pregunten para qué incluimos en
nuestros programas materias como "deontología" y "cultura de
paz". Si esto lo preguntan estos supuestos connotados dirigentes de la
enseñanza, ¿qué creen ustedes que puede preguntar un simple político concejal
de un modesto ayuntamiento, o consejero de cualquier entidad u organismo
público?
Este es el mundo en que luchamos los que tenemos espíritu
rotario y que hemos nacido con él, como dijera mi amigo Pedro Guerra Suárez -
ex presidente del club de Las Palmas, del que fui fundador - en la presentación
escrita que nos hiciera allá por los años ochenta del pasado siglo.
Es el mundo en el que luchamos unos pocos contra los que
crean los problemas anteponiendo su avaricia y sus caprichos, a cualquier otra
opción, destruyéndolo todo, las empresas, la sociedad, los hogares, las
familias, las personas. El mundo en el que tratamos de imponernos "los
hombres y mujeres de la solución". Los que de verdad lo somos tratamos de
comprenderlo, entenderlo y evitarlo hasta donde podemos, sin dejarnos arrastrar
por la pendiente del ostracismo. Plantándole cara a los problemas e intentando
sacar lo mejor de nuestros semejantes, intento vano la mayoría de las veces,
ante el planteamiento mercantilista de esa "era del conocimiento"
que, sinceramente, no sabemos adónde nos va a llevar ante el despiadado uso que
se le está dando al tema, donde, como decimos, se atropellan la ética, la
honradez, la fidelidad. Sí, la fidelidad, esa hermosa palabra convertida hoy
para algunos solamente en eso, en una palabra.
Seguiremos intentando “mantener la imagen" aunque
mucho les duela a algunos. En "la era del conocimiento" hay otro
mundo. El mundo de la esperanza. A ese pertenecemos.
*Del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del
Turismo. UNTWO.
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