Evaristo Fuentes
Melián
PROMOCIÓN
Hagamos un repaso futbolero
y nombremos de pasada una película que en el tiempo de la transición en España
hizo estragos y escandalizó por lujuriosa a más de uno. Su título: ‘Dios mío,
cómo he caído tan bajo!’ (Luigi Comencini, Laura Antonelli, Italia, 1974). Ahora habrá que decir lo mismo del CD Tenerife y del Deportivo de La Coruña.
Pero sigamos con los recuerdos. En la temporada 1988-89, el
Tenerife militaba en Segunda y ascendía de nuevo a Primera División Nacional, después de 27 (veinte y siete) temporadas en
Segunda y hasta en Tercera. Pero en esa nueva temporada en Primera, la 1989-90, realiza una floja
campaña y tiene que jugar la promoción
de descenso contra el Deportivo de La
Coruña, a doble partido, ida y vuelta. El primer partido fue en el Heliodoro,
el sábado 2 de junio de 1990, con el resultado de 0-0, no hubo goles, y cuando
toda la afición ‘birria del Tete’ se disponía a resignarse y bajar a Segunda de
nuevo, en el partido de vuelta en Riazor, el domingo 10 de junio 1990, un desconocido jugador del Tenerife, Eduardo
Ramos, mete un gol inverosímil. El resultado, milagrosamente, fue de 0-1, y el
Tete permanece en Primera nueve temporadas más, cuando ya nadie de la afición
blanquiazul chicharrera daba un chavo por el CD Tenerife.
Con el Tete estaban Quique Estebaranz y el poderoso corpulento
panameño Rommel Fernández, que, jugando en el Albacete, falleció tres años después
en accidente de tráfico. Como nota adicional, digamos que esa promoción
coincidió con el Campeonato Mundial de Italia 90, con el resultado en la Final:
Alemania 1 Argentina 0. Alemania marcó de penalti, muy protestado por los de Maradona, quien lloró a
lágrima viva desconsoladamente al final del partido.
Pero, ¡oh manes del destino!, en la actualidad, temporada
2019-2020, cuando aún no hemos llegado a la mitad del calendario de la Liga,
los dos históricos, Tete y Depor, se debaten ignominiosamente en puestos de
descenso de Segunda a Segunda B.
Habrá que entonar el ‘mea culpa’, por quien lo tenga que entonar,
y el resto de la afición tinerfeña y coruñesa rezar el ‘señor mío Jesucristo’
por ver si escapan de la fatídica bajada de categoría. Y recordar,
paradójicamente, el titulo de aquella película tan sensual, con una Laura Antonelli joven, guapa y lujuriosa: ¡Dios
mío, cómo he caído tan bajo!
Espectador
ANEXO.- Adjunto un minucioso comentario sobre la referida
promoción de 1990, entre el Tenerife y el Depor de la Coruña, a cargo de la
Prensa de La Coruña de aquel momento.
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Aquella promoción contra el Tenerife en 1990
Fue, sin duda, una gran decepción. Una de tantas que tenemos
grabados los deportivistas a lo largo de la historia del club. Aunque, en honor
a la verdad, no lo fue tanto como lo pudo ser el partido ante el Rayo Vallecano
de 1983 o el penalti de Djukic de 1994. Quizás fuese porque la decepción sólo
tardó un año en curarse, o vaya usted a saber por qué. Sea como fuere, el
partido que disputaron en el promoción de 1990 el RC Deportivo y el Tenerife ya
forma parte del recuerdo –negativo- de muchos aficionados coruñeses.
Se presentaba nuestro RC Deportivo en aquella temporada 89-90 con
varias caras nuevas e ilustres bajas respecto a la temporada anterior. Por un
lado, se despidieron hombres como Fontana, que pasó bastante desapercibido por
Riazor, el británico Donowa, Ramón e Hidalgo que se fueron al Valladolid, o
ilustres como Agulló o Vicente, que se fue al eterno rival para poder jugar en
Primera División, aunque luego no jugase mucho y viese como su nuevo equipo
descendía a final de temporada. Por otro lado, las altas fueron hombres como
Sabin Bilbao, Santi Francés, Gustavo y los yugoslavos Sredojevic y Batrovic,
con discreta participación del primero y nula aportación la del segundo.
Un equipo preparado para una temporada ilusionante, pero sin
marcarse objetivos obligatorios. Veníamos de salvarnos milagrosamente hacía dos
años y teníamos aún reciente la semifinal de Copa del curso anterior acompañado
de una temporada liguera donde el equipo quedó situado en tierra de nadie. Es
decir, que se trataba de empezar la competición mirando más hacia arriba que
hacia abajo, pero nada más. En una categoría donde figuraban ilustres ex
primeras como el Español, el Betis, la UD Las Palmas o un reforzado Real
Burgos, poco más se le podía exigir al Deportivo de aquella temporada.
Sin embargo, y tras una primera vuelta en la que el equipo
finaliza sexto, las ilusiones empiezan a crearse. Tras unos malos inicios, se
enganchó una racha de 7 victorias en 9 jornadas que aupó al Deportivo al quinto
puesto en la jornada 21. Y, tras otra serie de malos resultados, se engancha
una nueva y definitiva racha de 7 victorias en los últimos 8 encuentros que
casi dan con el equipo en Primera por la vía directa. Aun así, la promoción
estaba asegurada y la euforia por las nubes al ver que aquel conjunto había terminado
la temporada en un excelente estado de forma.
Y llegó la consabida promoción. El rival, el CD Tenerife que venía
de ascender un año antes. La empresa parecía posible. A los fichajes del inicio
de curso se había unido el búlgaro Stoyanov, que ya había dejado algunos goles.
Y canteranos como Fran y José Ramón se habían afianzado en el equipo, además
de hombres como Raudnei, Gil o los
anteriormente citados que aseguraban una
aceptable cifra goleadora. Por si fuera poco, la vuelta se disputará en Riazor.
Partido de ida en el Heliodoro Rodríguez López con empate sin
goles. Y aquel 10 de junio de 1990 que La Coruña se engalana para despedir una
negra época de 17 años sin ver fútbol de Primera División. El Tenerife que se
presenta con hombres importantes en su once inicial: un sobrio portero, Belza,
un prometedor lateral cedido por el Barça de nombre “Chapi” Ferrer, o los
delanteros Quique Estebaranz y el malogrado Rommel Fernández. Sin embargo, el
hombre que silenciaría Riazor respondía al nombre de Eduardo Ramos Verde, un
futbolista desconocido y del que no volvimos a saber más. Balón que remata de
cabeza, que da en el larguero, rebota en el portero Fernando y se cuela en la
red. Era el minuto 13 y quedaba todo un mundo. Pero los nervios, la presión y que
el rival también jugaba, provocaron la desilusión –una más- en las gradas de
Riazor. La ilusión de una temporada que habíamos terminado como un bólido se
había venido abajo en los 180 minutos de una eliminatoria en la que no habíamos
conseguido marcar ni un gol. Afortunadamente, se cumplió aquel dicho de que no
hay mal que 100 años dure y 1 año menos un día después, el RC Deportivo
ascendía, por fin, a Primera División en aquel inolvidable partido ante el R.
Murcia.
Mañana, casi 24 años después, nos volvemos a enfrentar en Segunda
División al CD Tenerife. No será tan decisivo el partido como el de 1990, pero
los puntos son igualmente importantes. Estamos en la jornada 32 y ya falta muy
poquito para conseguir el objetivo. Y lo vamos a conseguir.
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