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sábado, 14 de septiembre de 2013

LA PINTURA ESPIRITUAL DE ROSALES

Salvador García Llanos

Esa exuberancia polícroma que guarda la pintura espiritual de Fernando Rosales Rodríguez es la que le expresa el alma. Entonces, igual se interpreta el misticismo oriental que una desfiguración mutante que la vida en plenitud. Apreciamos una ciudad emergente, como descontaminada de todo mal, la búsqueda de una nueva forma de vida. Y también la creación del cosmos, apuntando una singular expansión. Se lanza hacia la civilización perdida y se atreve hasta con los entresijos de la muerte.

Rosales desnuda su interior en los veintidós cuadros que expone en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, del Puerto de la Cruz. Es la segunda presentación en Tenerife (la anterior, fue una colección de plumillas en la sede de la portuense cofradía de pescadores) de este pintor autodidacta que se formó en el Taller Libre de Arte de Caracas (Venezuela) cuando apenas había cumplido dieciséis años. En la capital venezolana ya hizo siete exposiciones, tres de ellas individuales.

Fernando Rosales impregna con su espátula los colores del fondo de su ser. Esa suerte de sinfonía cromática parece el fruto de una meditación constante o el propósito permanente de dar rienda suelta a su misticismo, traducido en colores pastel que parecen indagar la vida en plenitud a la que no renuncia.

Esta pintura es la consecuencia directa de sus convicciones, un óleo difuminado que atrae desde cualquier ángulo. Se recrea en el bosque frondoso pero incurre en la oscuridad del mismo bosque. No es una contradicción, acaso los variables estados de su personalidad interior que le hacen concebir la realidad con apreciables técnicas de encaje, al final ejercicios de filigranas para obtener los tonos suaves de los pasteles.

Rosales expresa ideas, visiones y sentimientos. Sin una meta predeterminada. El aura de su misticismo sopla con un envolvente sosiego en cada cuadro, en toda la colección. Los trazos, entre frágiles y vigorosos, son el reflejo de esa pintura espiritual que atrae porque se abre paso y porque responde a una personalidad que, artistícamente, aún tiene mucho que decir.

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