Salvador García Llanos
Fuimos los primeros en
decirlo públicamente hace meses: la Escuela Municipal de Música corre peligro,
está en trance de desaparición. Teníamos razón: al cabo del tiempo, todo da a
entender que, si no se produce un giro cuasi milagroso, el centro cerrará sus
puertas el próximo mes de junio. Y es que los trámites de matriculación,
habitualmente realizables en abril, ni siquiera han comenzado, en tanto
que las previsiones presupuestarias para
las retribuciones del profesorado se agotan en junio. Un panorama desolador.
El próximo lunes entregarán en el Ayuntamiento pliegos de
firmas (más de cuatro mil) en señal de disconformidad con el cierre que es
también una manera de decir ‘no’ a tanto abandono, a tanta insensibilidad. La
Escuela Municipal de Música, fundada en 1988, ha sido el núcleo de formación de
muchos niños y jóvenes que se ven ahora sin opciones para iniciar o continuar
sus estudios. En un mandato municipal tan agitado, aunque la placidez
gubernamental vaya por fuera, la desaparición será una muesca más, otra
anotación en el debe de un gobierno local quebrado y poco lúcido a la hora de
encontrar alternativas a problemas como éste.
El hecho contrastará la indolencia de la población portuense,
algunos de cuyos sectores sueñan con actuaciones que requieren un gran esfuerzo
inversor y un alto coste interno y luego ven (casi sin inmutarse) cómo se
desmoronan dotacionales y prestaciones educativo-culturales.
El colectivo de afectados ha hecho lo que ha podido. Ver el
entusiasmo con que recogían las firmas, en las plazas, en el exterior de ventas
y establecimientos comerciales, era merecedor de reconocimiento. Ese entusiasmo
es digno de mejor premio. Han luchado hasta donde han podido. Incluso contra la
incomprensión y la indiferencia. Las notas y las composiciones de su
aprendizaje se tornaron en una afinada reivindicación popular. Que entreguen
los pliegos de firmas, claro que sí, y que guarden copia; que quede huella en
ese Ayuntamiento de su afán, de su tenacidad
y de su lucha hasta el agotamiento. Aún tienen esperanzas, como se deduce de un
escrito, en el que señalan que “el daño ya está hecho pero no es definitivo”.
Una ciudad que espera por una infraestructura
marítimo-portuaria no tiene para mantener abierta una escuela de música. Sonará
demagógico pero es la verdad. Y lo
peor es lo que dicen los afectados: “La total falta de información creíble por
parte del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz en los últimos meses”. Eso ha
promovido que los alumnos que han podido ya hayan formalizado su preinscripción
en otras escuelas de los municipios limítrofes.
Cuánta desidia, tanta insensibilidad. Otra cosa más que los
portuenses pierden, si no hay algo cuasi milagroso.
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