Evaristo Fuentes Melián
Las playas del Valle de La Orotava son peligrosas. Hay una
realejera que se llama del ¡Socorro! Por algo será. Quizá llevemos más de cien
años—desde el primer Gran Hotel Taoro y el Thermal Palace—engañando al turismo:
que si hotel Puerto Playa, que si Tenerife Playa…y, en realidad, de playas
seguras y tranquilas, nada de nada.
Me bañé por vez
primera una mañana de un soleado y ubérrimo
diciembre, en la playa del Bollullo. Yo tenía treinta años, ya era
mayorcito, y nunca con anterioridad había bajado a la playa de mi municipio de
nacimiento, La Orotava. En realidad, la playa de la Villa era preferentemente
la portuense de Martiánez, donde la mayoría de bañistas en verano eran villeros
burgueses (los domingos, también artesanos y jornaleros) con sus casetas
auténticas o improvisadas con sábanas blancas.
Después de ver en la prensa la crónica de un reciente
reencuentro—el primero desde el año 2001—del Consorcio de El Rincón, me hago
--te hago, querido lector—unas preguntas: Si estas playas del municipio de La
Orotava (El Bollullo, Los Patos, El Ancón…) son tan peligrosas, habría que pensárselo mucho antes de facilitar el
acceso. Hay que considerar antes que nada la cifra nada despreciable de
accidentes mortales y ahogados a lo largo de los años. La protección de
nuestras playas norteñas tinerfeñas cuesta un ojo de la cara y la yema del
otro. Quienes conocen de batimetría, técnicos especialistas, saben que la
profundidad a pocos metros de la orilla es muy considerable, y si queremos
seguridad total, el presupuesto de una obra de ese calibre, un enorme dique de
protección, es de un coste superlativo, similar al de un muelle grande, como el
que se pretende infructuosamente para el Puerto de la Cruz, y que el Cabildo no
quiere asumir por excesivo.
Al oeste, dentro del municipio portuense, tenemos la Playa
Jardín, con su dique semi sumergido, pero que cuando está mala la marea no hay
quien se bañe; aparte del añadido de la depuradora tan cercana, de la que ni
siquiera los técnicos municipales a los que he preguntado saben decirme si está
funcionando correctamente a pleno y satisfactorio rendimiento.
Y una última pregunta anexa: ¿para qué programar una
inversión millonaria, anunciada ahora a bombo y platillo, en la playa de
Martiánez? Lo primero que habría que realizar es un costosísimo dique de
protección, desde el final del Lago de Manrique hasta la Laja de la Sal Recuerden que al final del siglo XX, con un
barco bastante grande sacaron del fondo del mar –matarilerilerile -- frente
mismo de La Laja de la Sal, arena fina algo amarilla ocre, que se extendió en
la superficie visible de la playa y que no duró sino lo justo, un par de meses,
hasta que llegó el fuerte oleaje de la borrasca tan frecuente en este Norte
marinero de nuestros lares.
Espectador
No hay comentarios:
Publicar un comentario