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sábado, 24 de mayo de 2014

EL RINCÓN, MARTIÁNEZ Y OTRAS PLAYAS

Evaristo Fuentes Melián

Las playas del Valle de La Orotava son peligrosas. Hay una realejera que se llama del ¡Socorro! Por algo será. Quizá llevemos más de cien años—desde el primer Gran Hotel Taoro y el Thermal Palace—engañando al turismo: que si hotel Puerto Playa, que si Tenerife Playa…y, en realidad, de playas seguras y tranquilas, nada de nada.

 Me bañé por vez primera una mañana de un soleado y ubérrimo  diciembre, en la playa del Bollullo. Yo tenía treinta años, ya era mayorcito, y nunca con anterioridad había bajado a la playa de mi municipio de nacimiento, La Orotava. En realidad, la playa de la Villa era preferentemente la portuense de Martiánez, donde la mayoría de bañistas en verano eran villeros burgueses (los domingos, también artesanos y jornaleros) con sus casetas auténticas o improvisadas con sábanas blancas.

Después de ver en la prensa la crónica de un reciente reencuentro—el primero desde el año 2001—del Consorcio de El Rincón, me hago --te hago, querido lector—unas preguntas: Si estas playas del municipio de La Orotava (El Bollullo, Los Patos, El Ancón…) son tan peligrosas, habría  que pensárselo mucho antes de facilitar el acceso. Hay que considerar antes que nada la cifra nada despreciable de accidentes mortales y ahogados a lo largo de los años. La protección de nuestras playas norteñas tinerfeñas cuesta un ojo de la cara y la yema del otro. Quienes conocen de batimetría, técnicos especialistas, saben que la profundidad a pocos metros de la orilla es muy considerable, y si queremos seguridad total, el presupuesto de una obra de ese calibre, un enorme dique de protección, es de un coste superlativo, similar al de un muelle grande, como el que se pretende infructuosamente para el Puerto de la Cruz, y que el Cabildo no quiere asumir por excesivo.

Al oeste, dentro del municipio portuense, tenemos la Playa Jardín, con su dique semi sumergido, pero que cuando está mala la marea no hay quien se bañe; aparte del añadido de la depuradora tan cercana, de la que ni siquiera los técnicos municipales a los que he preguntado saben decirme si está funcionando correctamente a pleno y satisfactorio rendimiento.

Y una última pregunta anexa: ¿para qué programar una inversión millonaria, anunciada ahora a bombo y platillo, en la playa de Martiánez? Lo primero que habría que realizar es un costosísimo dique de protección, desde el final del Lago de Manrique hasta la Laja de la Sal  Recuerden que al final del siglo XX, con un barco bastante grande sacaron del fondo del mar –matarilerilerile -- frente mismo de La Laja de la Sal, arena fina algo amarilla ocre, que se extendió en la superficie visible de la playa y que no duró sino lo justo, un par de meses, hasta que llegó el fuerte oleaje de la borrasca tan frecuente en este Norte marinero de nuestros lares.
 

                                                                                               Espectador 

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