Javier Lima Estévez
De la fonda de Jackson a los hoteles de cinco estrellas. Doscientos años de infraestructuras hoteleras
en el Puerto de la Cruz.
El Puerto de la Cruz representa una ciudad destinada al
turismo conocida dentro y fuera de nuestra fronteras, donde el visitante que se
aproxima hasta el pequeño núcleo del norte de Tenerife puede observar como a lo
largo de sus 9kms2 se ubican toda una serie de infraestructuras
hoteleras que muestran la importancia que el turismo ha tenido para el desarrollo
del lugar.
El núcleo portuense funcionó durante siglos como salida para
los productos agrícolas del Valle de La Orotava. En el recinto portuario fue
asentándose a partir del siglo XVII una rica y poderosa elite mercantil
foránea, manteniendo un interés la oligarquía orotavense por controlar el
puerto de salida de sus producciones, en especial, el tan cotizado y
prestigioso vino de malvasía. La elevada cotización que tal producto alcanzó
permitió el establecimiento de una colonia mercantil que trataba de emanciparse
de la tutela judicial de La Orotava.
A lo largo del siglo XVII. la población del Puerto de la
Cruz fue aumentando, así como el volumen comercial, experimentando un auge en
consonancia con el del malvasía, así como por su carácter de centro del
contrabando de las manufacturas extranjeros para su introducción en Indias,
convirtiéndose en el puerto más rico de toda la isla. Pero en 1718, perderá la
condición de puerto de embarque para Indias, al convertirse el de Santa Cruz en
el único de la isla.
La presencia de una numerosa colonia británica en la segunda
mitad del siglo XVII obligó a buscar un lugar adecuado para el entierro de los
protestantes, creándose el espacio que hasta día de hoy permanece abierto bajo
el nombre de “chercha”.
La presencia de una verdadera actividad turística en el
Puerto de la Cruz no se desarrollaría hasta bien avanzado el siglo XX, sin
embargo, podemos observa toda una serie de antecedentes que pondrían las bases
de un sector económica cuya importancia dura hasta nuestros días.
Es posible advertir como en el Puerto de la Cruz, en un
contexto marcado por las deficiencias de infraestructuras en Canarias, la
primera fonda de la que se tiene noticia fue abierta en 1814, en la calle
Zamora nº 20, en una casa de la segunda mitad del siglo XVIII, siendo el
promotor de la misma un inglés llamado Jackson, quien la cerró al emigrar a
América del Sur. A ese establecimiento le siguen otros como el de Charles Sayer
en 1822, “el Rincón del Puerto” en la plaza del Charco en 1853, que duraría
hasta 1873 con el nombre de “Fonda Casino”. En 1876, el matrimonio británico
formado por John Turnbull y Elizabeth Turnbull regentaron una casa de huéspedes
en la calle Blanco de la ciudad portuense, siendo el lugar preferido para los
viajeros británicos llegaban hasta el Puerto de la Cruz. El hotel Turnbull tuvo
una gran importancia, pues pasó a convertirse en un espacio muy visitado principalmente
por aquellos pioneros del turismo de acaudalados invalidos anglosajones, que
sufrían diferentes enfermedades, entre ellas la tuberculosis y que acudían hasta
Tenerife atraídos por las ventajas que ofrecía el clima para su curación.
Progresivamente fueron apareciendo toda una serie de
insfraestructuras hoteleras, siendo notable ejemplo de ello el Tremearme´s
Hotel, por no olvidar la Pensión Suiza, el antiguo hotel Martiánez, así como
dos inmuebles que constituyen un sello de calidad hasta nuestros días –hotel
Monopol, así como el hotel Marqueza- establecimientos emblemáticos de la ciudad
que representan símbolos destacados de la hospedería histórica en el Puerto de
la Cruz. Desgraciadamente, hoy no podemos contar con el hotel Martiánez, pues
fue salvajamente destruido a finales de la década de los sesenta y con ello se
perdió el primer gran hotel del Puerto de la Cruz.
En los últimos años del siglo XIX se desarrolló un
acontecimiento importante en el Puerto de la Cruz a partir de la apertura del hotel
Taoro (cuyo estado actual dista mucho de ser lo que representó en un pasado no
tan lejano). Destacó la majestuosidad del edificio, construido sobre un
promontorio del conocido como Monte Miseria, pasando a cubrir una oferta
hotelera de lujo inexistente hasta entonces en la ciudad, recurriendo para ello
a un inmueble con fachadas nobles y largas de parámetros clasicistas y
habitaciones con muebles de gran categoría y con jardines espectaculares en los
que se llegaron a plantar hasta 12.000 árboles.
En torno a los últimos años del siglo XIX, hubo en el Puerto
de la Cruz tres boardinghouses: Mrs.
Nixons´s Boarding-house, otra boardinghouse
instalada por la enfermera Cumming, mientras que otra sería instalada por
la señorita Nicol.
El siglo XX representaría para el Puerto de la Cruz la
aparición de multitud de infraestructuras realizadas para el turista que se
aproximaba hasta la ciudad, manteniendo muchos establecimientos hoteleros su
presencia hasta la actualidad. El hotel
Bélgica, el Valle Mar, el Oro Negro, el San Felipe, el Martiánez, el Orotava
Garden serían alguno de los hoteles más importantes construidos en el Puerto de
la Cruz durante la década de los años cincuenta y sesenta. La década de los
años setenta vería aparecer en el Puerto de la Cruz otra serie de nuevos
hoteles: Palmeras Playa, Magec, Concordia Playa, Casa del Sol, Atlantis o
Altavista. Progresivamente fueron apareciendo además hoteles de mayor categoría
que se venían a unir a los ya existentes, destacando en la zona de la Paz los
hoteles como Semiramis, así como apartamentos de calidad, destacando el
Interpalace, Bonanza o el Canarife.
Se trata de un núcleo turístico
por excelencia que hoy sufre los efectos de la competitividad de otras regiones
con infraestructuras creadas en tiempos recientes y con mayores posibilidades de
desarrollo frente a un núcleo como el Puerto de la Cruz, cuyo futuro pasa por un
desarrollo de tipo cultural, desarrollando nuevas ideas (homenajes a todas aquellas personajes de importancia que
tuvieron como lugar de nacimiento el Puerto de la Cruz), así como adoptando
medidas en cuanto al necesario cuidado y respeto por los recursos naturales con
el fin de no provocar más daños en una ciudad que tantas acciones
desafortunadas ha sufrido. El pasado debe de servir como un estímulo para
seguir avanzando hacia un futuro partiendo de la influencia que el turismo
tiene en la ciudad como motor económico del norte de Tenerife. El Puerto de la
Cruz no debe ni puede quedar anclado en el tiempo. Acciones reales e inmediatas
se deben tomar para mantener la competitividad de un núcleo turístico por
excelencia. Es necesario e importante aprovechar el recurso más importante que
la ciudad posee, su propia historia turística.
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