Evaristo Fuentes Melián
Leo en la prensa nacional lo siguiente: "Un historiador
defiende que la I Guerra Mundial fue una elección de los hombres de Estado y no
un conflicto inevitable".
Y yo, suspicaz, me pregunto: ¿Y las demás guerras a lo largo
de la triste Historia de la Humanidad no se habrán producido por caprichosas
decisiones similares? ¿Tendrán que pasar cien años desde los últimos recientes
conflictos bélicos para poder publicar la verdad de sus motivaciones acompañada
con documentación fehaciente? Cuántas guerras se habrán 'hostilizado'—valga la
redundancia—por intereses comerciales y de estrategia territorial—materias
primas como el petróleo—y también por decisión precipitada de los poderes
fácticos e incluso por caprichos patológicamente paranoicos de los jefes de
tropas.
Los conflictos bélicos se suelen llevar a la pantalla de
cine reiteradamente, mil y una veces, casi siempre a modo y conveniencia de los
vencedores. Sin embargo, yo recuerdo un filme excepcional, basado en un trance
de la I Guerra Mundial, una película de Stanley Kubrick, 'Senderos de gloria'
(1957), en la que, por desavenencias y odios personales entre un general y un
coronel (interpretado este por Kirg Douglas), el general ordena y manda a la
tropa soldadesca a avanzar en clara desventaja hacia arriba, desde la parte
inferior de una colina, en cuya cima se sabe que está el enemigo bien
pertrechado de armamento. Morirán casi todos los soldados, y los pocos que
regresan en retirada a sus trincheras son condenados a muerte en un sumarísimo
consejo de guerra. Fueron derrotados, evidentemente, pero el general,
patológicamente satisfecho, ganó la partida personal y privada a su
subordinado inmediato, el coronel. Por cataplines. Así se escribe la
historia.
Espectador
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