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martes, 13 de mayo de 2014

CEMBRERO Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN ESPAÑA

Por Isidoro Sánchez García 

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Cembrero y la libertad de expresión en España

La destitución del periodista de EL PAIS, Ignacio Cembrero, considerado uno de los mejores especialistas en el Magreb  tras pronunciarse durante los últimos 15 años contra el nepotismo y los casos de corrupción que sacuden al reino de Marruecos,  aviva el debate sobre la falta de libertad de expresión en España.

Por Isidoro Sánchez García 

Ignacio Cembrero es un periodista español que trabajó para el El País durante treinta años. Tuvo la desgracia de dejar este singular periódico el 9 de mayo, un día que Europa conmemora su constitución, en minúscula, de un año como 2014 en el que se van a celebrar elecciones al Parlamento Europeo, el domingo 25. Pero lamentablemente Cembrero cayó en picado, y se vio obligado a dimitir, por culpa de la falta de apoyo de su empresa, el grupo Prisa, que edita uno de los mejores periódicos del sector en la España democrática. En un país, miembro de la Unión Europea, en el  que visto lo que ha sucedido con Ignacio Cembrero, no se respeta la libertad de expresión por parte del gobierno, en manos del PP, ya que abdicó ante las presiones del gobierno de Marruecos por culpa de un cuestionamiento que hizo de la monarquía alauita con la emisión de un vídeo en una red social que afectaba, al parecer, al rey Mohamed VI.


A Ignacio Cembrero tuve la oportunidad de conocerle en 2001, en la época que realizaba mis actividades políticas en el Parlamento Europeo como eurodiputado de Coalición Canaria. Me demostró que era un profesional como la copa de un pino cuando trabajaba como periodista especializado en los asuntos del Magreb, esa zona del continente africano donde se pone el sol. Fue con ocasión de la disputa que se planteó entre París y Madrid en la ONU cuando la presidencia de turno de la UE, en manos de Bélgica,  pretendió fijar la posición de los Quince sobre el conflicto del Sáhara ante la comisión de descolonización de la ONU. El diplomático francés Fabrice Mauries formuló reparos al documento redactado por el diplomático belga y propuso como texto alternativo la respuesta que el Consejo de Ministros de la UE me había dado el 10 de octubre de 2001. En definitiva sirvió para que España insistiese ante Francia con el propósito de que la UE no asumiese el plan de autonomía del Sáhara. El periodista español me localizó en Brujas, donde estaba reunido con el grupo liberal en el que me había inscrito, y me dio cuenta de todas las incidencias producidas entre los diplomáticos comunitarios. A los pocos días publicó en El País una crónica que guardo como oro en paño ya que mi familia me la regaló como recuerdo de mi paso por la política cuando cumplí los 60 años en 2002.

Con todo ello quiero dejar constancia de mi asombro ante la actuación de un periódico, al que estoy suscrito, que se ha dejado llevar por las presiones políticas de un gobierno no contento con las expresiones profesionales de un trabajador, respecto a unos asuntos relacionados con la actualidad de su país, que se considera democrático, pero que no acepta las críticas de un periodista, de un  profesional aséptico.

Nunca pensé que El País, todo un referente del periodismo en el mundo de habla hispana, independiente y defensor de la democracia pluralista pudiese cometer un pecado tan grave como lo sucedido con Cembrero. No creo que el premio Eisenhower, concedido en USA al presidente ejecutivo de Prisa, José Luis Cebrián, sea el mejor paradigma de la defensa de la libertad de expresión en España.   

(*) Isidoro Sánchez García. Diputado del Parlamento Europeo (entre 1992-93; 1994-96 y 1999-2003)

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