REFLEXIONANDO EN SILENCIO EL
TURISMO Y EL AMOR TERRENAL
Antonio-Pedro Tejera Reyes
En ese tejer y destejer la
madeja, que la circunstancia de la vida a veces nos pone por delante, nos
encontramos de vez en cuando con algunos cuadros escénicos que nos llaman la
atención retrotrayéndonos a situaciones, o momentos vividos en nuestro entorno,
en los cuales hemos sido actores principales, castigados por circunstancias y
valores impalpables, que tiene mucho que ver con los sentimientos humanos.
No estamos inmersos ahora, en
esta etapa nueva de nuestra vida, en la mística de Jorge Isaac y su “María”, ni
el inteligible, para algunos, “El pequeño príncipe”, de Antonie Saint Exupery.
Nos impactó cuando teníamos apenas diez años, Edmundo de Amicis y su “Corazón”.
Estamos ahora más cerca de la novela policiaca de Agatha Christie o de George
Simenón, y sus exploraciones en las actitudes duras de los humanos.
Pero hay entre todo este
galimatías de literatura, una constante que no nos pasa desapercibida donde
aparece el sentido del amor, al igual
que aparecía la felicidad en aquellas reflexiones de Napoleón Bonaparte, cuando
aún era un oficial del ejército francés.
Símbolo de la paz y del amor fraterno, el Santo
Padre está demostrando su conocimiento profundo de la actualidad mundial,
predicando los valores que deben prevalecer para que la convivencia humana
alcance la dimensión necesaria para que la paz prevalezca en todo el mundo. El
amor de verdad: a la amistad, al trabajo, a la naturaleza, a nuestros
semejantes…
Y es que cuando tratamos de
sentimientos impalpables en el ser humano, tenemos que acercarnos de lleno a la
hipocresía, el valor material y el sentido de la sobrevivencia que a muchos de
ellos, le llevan a cometer los más horribles delitos. Lo escribimos así, porque
para nosotros – en nuestro real saber y entender – se trata de un delito grave
el cometer una injusticia que no solo perjudique a una persona, sino a un
colectivo familiar y, ¡no digamos nada!, cuando se trata de una amplia
comunidad. Hechos y circunstancias que hemos presenciado y vivido en primera
persona, y que han marcado nuestra vida, entre ellos la manipulación
sentimental con intenciones de obtener beneficios económicos, materiales o
sociales.
Los hechos que narra Simenón,
donde una adolescente abandona el hogar familiar como una protesta a lo que
consideraba poca atención de sus progenitores hacía ella; que renuncia a todo
para enfangarse en el lodo de una vida prostituida, para intentar desprestigiar
la vida normal que llevó, y con ello a su familia, contrasta con el sacrificio
de otros personajes que aparecen en las novelas de Agatha Christie, o del
propio Simenón, donde los personajes, narrados exquisitamente por estos
magníficos escritores, anteponen su sacrificio personal y el amor, hasta para
justificar los más alevosos crímenes…
El amor al trabajo y la cordialidad que se demuestre,
son los valores
fundamentales de la convivencia humana en los cuales
se ha de sus-
tentar la paz mundial, como la expresión mas valorada
para obtener
unas perfectas relaciones humanas.
Hechos y realidades que se
dan en la vida misma y que nos ponen a pensar en hallar la solución de cómo
explicar lo que el sentido de la palabra amor, puede significar para unos y
otros…
¿No es amor lo que desprende
aquel niño pequeño, que acompaña al anciano a pasar la calle? ¿Cómo se puede
interpretar la desinteresada información que damos, sin que nadie no las haya
pedido, a unos turistas despistados, sobre la ubicación de tal o cual lugar?
Para hablar de amor ¿Tenemos necesariamente que hablar de las relaciones
íntimas de los seres humanos? ¿No estaremos confundiéndolo todo?
¿De qué amor le estaríamos
hablando a una adolescente que no entendía que su mamá le llevase el café a la
cama a su papá, antes que este se levantase para irse al trabajo? ¿Será que
esta desconocía que su esposa le llevaba el café a la cama al célebre Comisario
Maigret, en las clásicas obras de Simenón?
Recordamos, hace muchísimos
años, a un sacerdote joven, en el púlpito de una iglesia, en una de las
clásicas misas de doce de aquellos añorados tiempos; le recordamos, decimos,
hablándonos del “Día del amor fraterno”. Ahora transcurridos más de sesenta
años de aquella ocasión, sabemos que fue algo que nos impactó… Nos dejó ver con
meridiana claridad el camino a seguir, aunque es justo reconocerlo, las
vicisitudes de la vida nos han enseñado lo difícil y complicado que es entender
el amor fraterno, llevarlo a la práctica como un sentimiento permanente y
descubrirlo y apreciarlo en nuestros semejantes… ¡Cuantas desilusiones!
¡Cuántos desengaños! Solo habrá que abrir los ojos para ver los horrores que se
viven detrás se esa impalpable palabra, amor.
Pero no acabaremos aquí nuestra reflexión. Nos lo hemos prometido.
La sede la de Universidad para
la Paz, de las Naciones Unidas, ofrece una estampa mística revalorizada desde sus orígenes, con la
actuación de personajes ilustres que han luchado tenazmente por sus principios,
como los profesores Francisco Barahona, Felipe Matos y Gerardo Budowski , y
cuya extensión llegó a Canarias impartiendo sus programas de pro- moción de la
paz a través de una brillante maestría en la Villa de la Orotava (Tenerife).
La vida nos ha enseñado que
no es posible la felicidad sin que exista el amor. Así de contundente. Para
quienes no hayan podido sentir estas emociones en su cuerpo, el disfrute de la
vida estará falto de algo esencial que le hará incapaz de una sonrisa de
verdad, un gesto cariñoso, o una acción
generosa... Desgraciadamente son decenas de personas - las más - que
conocemos, con estas carencias, y que, como decimos, han provocado con su
desconocimiento - posiblemente generado por sus propios genes, o una tormentosa
vida familiar - la crisis mundial que
hoy padece la humanidad, falta de valores ancestrales que conformen el poder
visceral de un amor al prójimo que reproduzca la felicidad que el mismo debe
irradiar.
Escribir sobre el amor en
pleno Siglo XXI, desde una quinta en la ciudad de Maturín, en el oriente de
esta amenazada Venezuela, es una osadía.
Pretencioso que es uno… todavía. De
verdad… amor mío.
(Del Grupo de Expertos de la
Organización Mundial del Turismo)
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