Salvador García Llanos
La ampliación del
Jardín de Aclimatación, en lenguaje popular el Jardín Botánico del Puerto de la
Cruz, sigue durmiendo el sueño de los justos. Nadie parece tener interés en
impulsar el desarrollo de un proyecto que es fundamental para este recurso
científico y turístico: hay una parte avanzada pero los trabajos, por falta de
presupuesto o por la razón que sea, quedaron paralizados. Y así siguen, pese a
algún anuncio sin alharacas de consignación
presupuestaria y alguna declaración pública de voluntad política que
nunca terminó de cuajar. Desde el distribuidor de tráfico de un antiguo
empaquetado, la visión no puede ser más desoladora: es la viva estampa del
abandono: hierbas salvajes o naturales, especies vegetales nacidas y crecidas
entre muros, cimientos y escombros.
Que alguien haga por el
Botánico. No debería ocurrir que la ampliación de un espacio de tanto valor
científico e histórico presente una realidad tan poco edificante. Localizado en
uno de los puntos de acceso a la ciudad más importante y transitado, su aspecto
es el de una obra fantasma, de algo que se inició pero nunca llegó a su final.
Ese aspecto se ha prolongado en el tiempo: meses y puede que años. Desde que se
jubiló Manuel Fernández Galván, el director general que volcó su empeño y sus
afanes en la iniciativa, el que luchó a brazo partido para que el proyecto
reuniera todas las condiciones propias de un recinto singular, parece que nadie
se ocupa. Como que el Jardín Botánico está abandonado a su suerte.
Que alguien haga algo,
de verdad. Siquiera por orgullo, por amor propio, o por el dolor que causa ver
cómo pasa el tiempo y allí sigue sin moverse nada. Tanta desidia, por parte de
todos, por responsables que no gestionan adecuadamente y por un pueblo pasivo
al que estas cosas le dan igual, es un mal generalizado. Es como un fracaso
colectivo, otro hecho de un Puerto de la Cruz al que parece importar poco su
patrimonio y sus opciones de oferta turística y avance científico y social como
es el caso. Otra realidad que se nos escapa. Otra cosa que se pierde.
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