Javier
Lima Estévez
Con el
inevitable transcurrir de los años, la huella de muchos realejeros que en
épocas pasadas destacaron en diversos ámbitos va desapareciendo. En muchos
casos nos encontramos ante la imposibilidad de poder avanzar en determinados
aspectos que el paso del tiempo ha ido borrando. En otros, la labor de los
investigadores que intentan rescatar -con gran esfuerzo- del olvido algunos
nombres dignos de memoria pública, que muestren los diversos hechos
extraordinarios merecedores de ser conocidos por las generaciones presentes, se
hace prácticamente una labor hercúlea.
En Los
Realejos, una gran cantidad de personas permanecen olvidadas a la espera de
poder conocer un poco más sobre sus vidas y obras. Un ejemplo notable sería la
figura de fray Agustín de Veraud.
Hijo de
doña Josefa de Aguiar y Chaves (hermana de don Juan Domingo de Aguiar y Chaves,
quien fuera monje Dominico y misionero apostólico) y de don Guillermo de
Veraud, natural de Biarritz (Francia) quien fuera artista, pintor y escultor.
En
Tenerife quedan huellas de su trabajo, siendo notable muestra de ello la
capilla de Nuestra Señora del Carmen en el Puerto de la Cruz procedente del
incendiado convento catalino. En La Laguna también podernos observar la obra de
Veraud en torno al extraordinario púlpito de la Iglesia de Nuestra Señora de la
Concepción así como en el coro y el retablo del niño Jesús en la Iglesia de las
Monjas Catalinas.
Además de
fray Agustín de Veraud, el matrimonio entre doña Josefa de Aguiar y Chaves y
Guillermo de Veraud tuvo los siguientes hijos: Don Lorenzo de Veraud y Aguiar,
doña Margarita de Veraud y Aguiar, quien se casó con don Juan Fernández del
Alamo en 1764, don Gregorio Fernández de Veraud, quien se casó con doña Rafaela
de Sales y Salazar viviendo en Yucatán (México). Doña Josefa Fernández de
Veraud quien contrajo a su vez matrimonio con el Capitán don Antonio Méndez de
Lugo y Ruiz. Destacado papel tuvo don Cándido Fernández Veraud, esposo de doña
Josefa de Mesa y Hernández Bautista, pues el mismo fue historiador local y
genealogista, autor de varios tomos referentes a la Genealogía de muchas
familias siendo además, Alcalde de Realejo Bajo. Otro de los hermanos sería don
Adriano Fernández de Veraud.
Fray
Agustín de Veraud nació en Realejo Bajo. Perteneció a la orden de los
Dominicos. De él, Viera y Clavijo señaló como desde muy joven se había dedicado
a estudiar la lengua latina y griega, siendo conocido por algunos bajo el apodo
de “el griego”. Fue lector de Filosofía en el convento de San Benito de
La Orotava, aunque a lo largo de su vida se preocupó por el estudio de diversas
materias culturales. Dejó escritas varias obras literarias como: “El arte
pequeño de la gramática”, “Arte métrica o poética latina”, “Nomenclátor
castellano y latino”, “Aulea grammaticae” o “Alectero-machia”.
Fue buen
amigo del ilustrado realejero Viera y Clavijo y éste en su “Biblioteca de los
autores canarios” nos informa de cómo fray Agustín de Veraud cambió su nombre
de Domingo por el de Agustín en 1768.
Procuró por
primera vez amenizar la sequedad del curso escolástico con la lógica más
verdadera y una física más sensata. Siendo estudiante, Veraud hizo por sí solo
la inoculación de la viruela en varios de sus hermanos pequeños, obteniendo al
respecto un gran éxito. Sus ejercicios para la oposición a la cátedra (de
Artes) fueron sobre el sistema copernicano.
Su final
fue trágico, pues al parecer murió víctima de la pérdida del sentido de la razón,
apoderándose la imaginación de su mente y arrojándose por la ventana. Al
respecto, la anécdota quedó ridiculizada por sus contemporáneos, quienes
dijeron que con el fin de querer pesar el aire y girar con la tierra, Veraud
intentó demostrar tal experimento a través de tan triste final, exponiendo
Viera y Clavijo que “la contradicción de los necios y la viveza de su
imaginación en un temperamento hipocondríaco le trastornaron la razón”.
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