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miércoles, 30 de abril de 2014

POR LOS ALTOS DE LOS REALEJOS. PALO BLANCO Y LAS LLANADAS

Esteban Domínguez

El sol del invierno nos invita a darnos un ligero paseo. Algunos se van a Rambla de Castro. Otros a Las Llanadas, lugar donde las cosechas de papas llenan las generosas tierras de aquellas sementeras. Lugar para recrearse la vista ya no solo en el amplio campo verde del ramaje sino también del verde que cubre toda aquella encrucijada.

Lugar que nos destapa el largo caserío realejero creando una estampa sin igual, con el mar tendido de plena calma. Y esto llama la atención de los que a Palo Blanco y desde su plaza contemplan una maravillosa foto grafía de sombras nubes y contrastes, o tomar el aire fresco de febrero que se mezcla con los rayos del sol, y que camino arriba nos lleva hasta Chanajija. Allí muy cerca tiene su capilla un santo que le llama san Sufrido si la memoria no me falla.

Por la vida y por la calle, sus hombres y mujeres van cada cual a lo suyo: el campo como dijera Juan Antonio Padrón Albornoz, generoso periodista a que nunca olvidaremos, ya que tenia raíces realejeras, y que el algunas ocasiones, le dedicó al campo realejero como la llanura verde de la esperanza.

Por Palo Blanco, nunca olvidaremos aquellas fiestas dedicadas a sus patronos. Entre ellos la Cruz del Castaño, la Virgen de Los Dolores y otras imágenes que son festejadas religiosamente y popularmente en el mes de julio y parte de agosto.


Crece Palo Blanco como barrio junto con las llanadas. Aprovechemos estos días de verano anticipado, para disfrutar de la naturaleza que abraza este paradisíaco rincón realejero, al que ya visitan los turistas camino de La Caldera, donde el vino nos espera, con las papas arrugadas, una sama de pescado o un conejo bien asado dejaran en el recuerdo a tantos cazadores y viajantes que buscan incesante como Pepe Peraza, las más hermosas y bellas panorámicas donde la paz casera y hogareña se mezcla con la añoranza, de otros tiempos ya vividos por quien esto escribe y que recuerda aquellas grandes parrandas en la plaza del barrio, donde el jinete da riendas sueltas a yeguas y mulas, ante la mirada de quienes pasean con sus coches a contemplar un trocito más de este Realejo Encantado del que estoy enamorado, y guardo en el corazón, con la mayor ilusión de volver y revivir aquellos tiempos con Juan Dumas, por viejos caminos y veredas, siempre con el deseo de volver. 

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