Carlos Jaime Cabrera
No
voy a caer en romanticismos banales sin sentido. No voy a tener ninguna
compasión en decir y decirlo como siempre lo hago: sin miedo y bien clarito.
Con la muerte de Gabriel García Márquez, una vez más el mundo
demuestra que tiene mala memoria, pero mucho más los cubanos. Y muchísimo más
quienes en algún momento han sido víctimas del castrismo.
Viendo las noticias y declaraciones de esos intelectualoides cubanos de
pacotillas me ha indignado. Lo traigo atravesado en mis rencores y mi
impotencia ya casi vieja.
No me voy
a unir a ese bochornoso coro de románticos trasnochados que han mostrado
respeto y hasta dolor por un García Márquez que a fin de cuentas no fue más que
un villano escribano de dictadores asesinos y sin escrúpulos.
Perdón
pero no me sumo a esa payasada. No puedo, no me lo permite mi conciencia y ni
mi orgullo de pertenecer a esa clase de cubanos desterrados, de los de abajo,
que no aspira a premios ni a reconocimientos.
No me
llamo Carlos Alberto Montaner que se desvive en elogios postmortem hacia el
recién fallecido autor de Cien años de Soledad.
Yo me
llamo Carlos Jaime Cabrera, humilde e inexperto en las lides del buen escribir
y se lo canto a cualquiera en su cara: No y mil veces no, no puedo mostrar
ningún tipo de respeto por un intelectual que desde hace mucho abrazó al
asesino de mi pueblo. A mí, a diferencia de Montaner,-- que le interesan más
los premios y teme enemistarse con el stablishmen de los laureados del novel
que la liberación de mi patria y de la de donde nació por equivocación---, me
inspira la honestidad conmigo mismo, el rencor por todo lo que sufre mi
isla bonita y que mis enemigos que son los mismos de los de mi
pueblo, sientan este grito de desprecio que sale de mi pecho y me odien aún más
si así les parece. Entonces y luego entonces sentiré que mi mensaje ha cumplido
el objetivo por el cual lo escribo.
García Márquez olvidó que un Nobel de Literatura le daba un
compromiso con la verdad y la honestidad: una deuda con el humanismo que jamás
cumplió al defender a un gobernante como Fidel Castro, a quien sirvió de
delator inescrupuloso contra la propia intelectualidad de América Látina y Cuba.
El
Gabo salió de Macondo, porque cualquier lugar americano así se puede llamar. Se
instaló a la diestra del dictador allá en el Punto Cero en La Habana de mis
amores. Manchaba las páginas del diario oficial de la dictadura con su
verborrea convenenciera en un editorial semanal.
Yo era un adolescente, casi un niño, pero recuerdo sus alabanzas hacia el régimen y las atrocidades que a la sazón se cometían, fusilamientos, cárceles llenas de condenados perpetuos por el solo hecho de disentir de toda aquella locura.
Yo era un adolescente, casi un niño, pero recuerdo sus alabanzas hacia el régimen y las atrocidades que a la sazón se cometían, fusilamientos, cárceles llenas de condenados perpetuos por el solo hecho de disentir de toda aquella locura.
Olvida Montaner y la pléyade de intelectuales aduladores de este
mequetrefe que Gabo se despachaba domingo a domingo, cumpliendo su
función a carta cabal, sin escrúpulos y sin tener en cuenta la desgracia de
toda una nación que el ayudaba a destruir. Gracias a su dedazo varios
intelectuales cubanos fueron defenestrados y muchos de ellos en el exilio jamás
pudieron siquiera aspirar a un premio literario porque el creador de Macondo
sencillamente los sentenciaba al silencio.
Gracias a
esos servicios--- y es un recuerdo que me acompaña hasta estos días--- el
tirano lo premio con la Casa Número 6 de Protocolo , con lujos,
comodidades y un Mercedez Benz blindado además de nombrarlo por un tiempo
como representante de Cuba ante la UNESCO que lo comprometíó a ser algo así
como un soldado de la dictadura. Y así murió, fiel a la tiranía y gozando de
sus millones de dólares al estilo del burgués de decía ser humilde pero que en
verdad solo fue un despreciable ser humano capaz de mentir y de servir de lacayo
de una tiranía .
La
trayectoria de García Márquez como soldado comunista fiel a Castro es más
que desgarrante y obscena. Funda en San Antonio de los Baños, en sociedad
ideológica con el dictador mayor, la Escuela Internacional de Cine como un
medio de penetración ideológica atreves del séptimo arte del castro-comunismo
en América que luego llamaron el nuevo cine latino-americano.
Hoy vemos
como nuestros pueblos sur-americanos se han embarcado en una carrera de zurdos
trasnochados destruyéndolo todo a su paso, y para ejemplo miren a Venezuela,
obra de la exportación de la nefasta revolución cubana que personajes como el
Gabo ayudaron y ayudan a propagar por todo el continente.
Son estas
y muchas más razones las que me impiden alabar a un personaje oscuro que
nos llegó del Macondo colombiano para instalarse a la diestra del mas
asesino de todos los cubanos de la historia de nuestra patria.
Su doble
moral y su hipocresía para con mi patria no se debe perdonar aunque un
plumífero como Montaner, que ya a estas alturas parce más un soldado de Castro
que un disidente, se empeñe en hacernos ver lo contrario. Tal vez este
intelectualoide quiera ocupar el puesto que dejó García Márquez, pero
esta vez a la derecha de Raúl para, quizás, hacerle
algún que otro servicio sexual que tanto le gusta.
Es
la falta de memoria compatriotas. Es el servilismo de los intelectuales de
pacotillas los que se han confabulado y siguen confabulándose contra mi patria,
contra mi pueblo. Y ahí siguen de ciegos empedernidos, que como Montaner, están
comprometidos con las mentiras repetidas
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