17/abr/14 21:39 Edición digital Sin comentarios
Nada interesanteDel montónInteresanteMuy interesante0 votos
Fotografía de archivo del 16 de abril de
1994./EDUARDO ABAD (EFE)
Ana Gómez, Bogotá, EFE Escritor de cuentos,
novelas, guiones y hasta boleros frustrados, Gabriel García Márquez viajó
siempre acompañado por su instinto de periodista de raza, con el lapicero a
mano y la capacidad de observación de un lince.
Aunque parezca de fábula, el universo que evocó
el escritor colombiano era real. Cada historia y cada vivencia pasaban por el
tamiz de su ojo de periodista porque estaba convencido de que "la crónica
es la novela de la realidad".
El idilio del genio colombiano con la literatura
y el periodismo nació casi al mismo tiempo, cuando apenas iniciaba su formación
en Bogotá, lejos de su tierra caribeña y en una ciudad gris que marcó sus
primeros pasos con el "Bogotazo", como se conocen los disturbios que
derivaron del asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán.
Alrededor de ese hecho histórico comenzó su
carrera con los primeros cuentos publicados en prensa. "La tercera
resignación" abrió la veda en El Espectador en 1948, y luego como
reportero siguió buscando la comunión entre la literatura y el periodismo en
dos ciudades de su Caribe natal: Cartagena y Barranquilla.
En el mismo diario bogotano publicaría en 1955 en
14 entregas un reportaje emblemático: "Relato de un náufrago".
En ese entonces el futuro Premio Nobel de
Literatura de 1982 era apodado "Trapo loco", vestía coloridas camisas
y dormía en pensiones de mala muerte con los bajos salarios que recibía en El
Universal de Cartagena y El Heraldo de Barranquilla, pero nunca faltaron libros
que leer ni botellas de ron blanco que apurar con sus amigos intelectuales.
En esos prolíficos años devoró a William
Faulkner, Ernest Hemingway, Virginia Woolf y a John Dos Passos, forjó una
afición enfermiza por el cine, conoció a su íntimo amigo y compatriota Álvaro
Mutis, y además formó parte del "Grupo de Barranquilla", que por poco
no llegó a ser generación literaria.
No sería esa primera vez en que el "hijo del
telegrafista" se sacrificaba por el periodismo, pues la penuria marcó su
etapa como corresponsal en Europa, cuando con una libreta recorrió el
continente en plena Guerra Fría y en una buhardilla de París aromatizada por
coliflor cocida trataba de vender sus reportajes.
Su manejo de ese "género estrella" fue
reconocido por su colega polaco Ryszard Kapucinski, toda una autoridad, quien
afirmó que "su gran mérito (de García Márquez) consiste en demostrar que
el gran reportaje es también gran literatura".
Después de desmontar el socialismo real en la
serie de reportajes "Noventa días en la cortina de hierro", que
publicó la revista colombiana Cromos, uno de sus amigos de la época parisina,
su compatriota Plinio Apuleyo Mendoza, le rescató y se lo llevó a escribir a
Caracas para las revistas venezolanas "Momento", "Elite" y
"Venezuela Gráfica".
En medio de ese retorno al Caribe viajó a La
Habana con Mendoza para conocer de primera mano el efecto de la recién
estrenada revolución de Fidel Castro, lo que le abrió las puertas como
corresponsal de la agencia cubana Prensa Latina en Bogotá y Nueva York, un
periodo que concluyó en medio de las tensiones por la invasión de Bahía de
Cochinos.
Entonces decidió buscar a Mutis en México, y
acompañado por su familia y enormes fajos de manuscritos de sus grandes novelas
inició un camino errante a través de los Estados Unidos de Faulkner que acabó
en la floreciente Ciudad de México, donde quiso probar suerte en el cine, pero
tuvo que recurrir al periodismo para sobrevivir hasta que llegó su hora de oro
literaria con "Cien años de soledad".
Y sin firmar, dirigió durante dos años las
revistas "La familia" y "Sucesos para todos", el inicio de
sus aventuras editoriales que después, ya convertido en una figura de la
literatura, le llevarían en 1974 a crear la publicación de izquierda
Alternativa, con Enrique Santos, hermano del actual presidente de Colombia.
Aunque ese proyecto murió pronto, García Márquez
no cejó en su empeño y en 1998 compró la revista Cambio, que vendería en 2006 a
la Casa Editorial El Tiempo.
Como lo afirmara en la asamblea anual de la
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) de 1996, "el periodismo es una
pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación
descarnada con la realidad".
Para esa época ya había puesto en marcha en
Cartagena su proyecto docente alrededor de la Fundación de Nuevo Periodismo
Iberoamericano (FNPI) para "inventar otra vez el viejo modo" de
aprender el oficio sin grabadoras ni comillas pero con ética y compromiso
social, como fue su obra.
En los últimos años han surgido homenajes a la
figura de periodista del Nobel, como la antología de textos "Gabo,
periodista" o la creación en 2013 de los "Premios Gabriel García
Márquez" otorgados por la FNPI en un intento por rescatar a la profesión.
García Márquez nunca se trepó a la cima de la
fama ni se quitó la camisa de reportero.
Lo demostró en uno de sus últimos ingresos a un hospital
en México cuando, al ver un tumulto de medios a las puertas de la clínica,
exclamó: "Están locos, qué hacen allá afuera (los periodistas). Que se
vayan a trabajar, a hacer algo de provecho", reivindicando una vez más su
filosofía: "el periodismo es el mejor oficio del mundo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario