Susana Mª Nino
Las palabras traspasan las gruesas paredes del
alma, muchas suenan a diario y van calando fuerte, rasgando la fuerza de
voluntad el orgullo propio.
Otras llegan al finalizar de una etapa, rompiendo
patrones, alegrías y esperanzas. Hemos creído ciegamente, nos hemos entregado
en cuerpo y alma, para quedarnos vacios, con la voz resquebrajada, el corazón
roto y toda una vida aniquilada.
Muchos pueden afrontarla, otros caen en el vicio
del alcohol, droga y desgracia. Otros tal vez se desligan del yugo, del
desamor, la desconfianza, el maltrato y abuso sicológico de una vida sin
sentido, con las alas rotas, sin esperanza.
Sí, eso hacen las palabras, te pueden elevar
hasta alcanzar la gloria deseada, o te pueden refundir en la soledad, pobreza,
tristeza, ganas de no ser, o no querer hacer nada.
Las palabras siempre quedan en la profundidad del
alma, en el consiente e inconsciente, en la vena del orgullo, agrado ó
desagrado.
Una palabra mal empleada, un agravio verbal,
hasta las miradas de odio y rencor jamás serán borradas, por más corazón y amor
que abrigue nuestra alma.
Cuidémonos de hablar por hablar, de decir
palabras que más tarde nos morderán, palabras que pueden separar el océano del
entendimiento, humildad y calma.
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