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sábado, 2 de noviembre de 2013

TRES CASOS DE VEJEZ

Evaristo Fuentes Melián

1.- Esta ‘chica’ es fea desde que nació. No obstante, cuando joven tuvo un novio, pero fracasó. Al fin consiguió casarse con otro, pero ya menopáusica  perdida. Ahora ronda los setenta y cinco. La vi el otro día al pasar, pálida, ojerosa, fea como siempre (¿el cardenal Rouco en femenino, quizá?), pero más vieja que nunca. Casi hiriente para sensibilidades exquisitas.

2.- Este es un extranjero de los que suelen venir una  temporada cada año. Pasea solitario por las calles portuenses. Cada vez más encorvado. Hace unos días, entrado octubre, lo volví a ver, más  jorobado que nunca. El de Notre Dame y él, ahí andan y nunca mejor dicho.  Es el peso de los años. Ya es casi octogenario.

3.- Mi peluquero de antaño es –era—lisonjero, gracioso, dicharachero, sabía ganar clientes. Corrió  el tiempo y le perdí la pista. El otro día anduve  por las calles estrechas de mi barrio, y por la acera de enfrente se me apareció un  zombi renqueante, apoyado en un bastón, encorvado cual la giba de un dromedario. Cuando ya había pasado frente a mí, me di cuenta de quién era. Mi peluquero de antaño. Tiene ahora 85 tacos. 

   Son tres casos de vejez. Qué cosas: te haces mayor, te avejentas, te ancianizas y te mueres. Así es la vida. Perdonen mis queridos lectores, pero escribo esta perorata el día de difuntos…


                                                                    Espectador         

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