Evaristo Fuentes Melián
1.- Esta ‘chica’ es fea desde que
nació. No obstante, cuando joven tuvo un novio, pero fracasó. Al fin consiguió
casarse con otro, pero ya menopáusica perdida.
Ahora ronda los setenta y cinco. La vi el otro día al pasar, pálida, ojerosa,
fea como siempre (¿el cardenal Rouco en femenino, quizá?), pero más vieja que
nunca. Casi hiriente para sensibilidades exquisitas.
2.- Este es un extranjero de los
que suelen venir una temporada cada año.
Pasea solitario por las calles portuenses. Cada vez más encorvado. Hace unos
días, entrado octubre, lo volví a ver, más
jorobado que nunca. El de Notre Dame y él, ahí andan y nunca mejor dicho.
Es el peso de los años. Ya es casi
octogenario.
3.- Mi peluquero de antaño es
–era—lisonjero, gracioso, dicharachero, sabía ganar clientes. Corrió el tiempo y le perdí la pista. El otro día
anduve por las calles estrechas de mi
barrio, y por la acera de enfrente se me apareció un zombi renqueante, apoyado en un bastón,
encorvado cual la giba de un dromedario. Cuando ya había pasado frente a mí, me
di cuenta de quién era. Mi peluquero de antaño. Tiene ahora 85 tacos.
Son tres casos de vejez. Qué cosas: te haces mayor, te avejentas, te
ancianizas y te mueres. Así es la vida. Perdonen mis queridos lectores, pero escribo
esta perorata el día de difuntos…
Espectador
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