Lorenzo de Ara
El bipartidismo imperfecto hace más bien a los españoles
que el bloquismo representado por una mediocridad que va más allá de la
política. Pero nadie quiere volver al pasado. Ítaca es imperfecta. La nueva
ruta de la seda española pasa por 16 manicomios en la sede de la soberanía
nacional. Si la tribu así lo quiere, que nadie se interponga. La tribu anhela las
tinieblas, el horror. Pues bloquismo para todos. Vivos y muertos.
“Las alianzas progresistas siempre lavan más blanco".
Magnífico. No es mía la frase. Ya quisiera. La autoría recae en el maestro
Ignacio Camacho. Es así.
Por ejemplo, leí hoy, ya no recuerdo a quién ni en qué
medio, que el 46% de los jóvenes no saben quién fue Miguel Ángel Blanco. Ni
idea.
Por supuesto, doy por sentado que ese mismo número de
jóvenes “bien formados” sí sabe quién fue el Che y Franco (gracias a Sánchez).
La izquierda lo va consiguiendo con una eficacia
abrumadora.
Dicen que vivimos en el mundo de la información. Falso.
Vivimos en el mundo de la propaganda.
Hitler y sus pretorianos fueron unos adelantados al horror
que ya España (¿todavía España?) está experimentado para disfrute de la
masa/vulgo con derecho a voto.
Además, no sé yo si lo de "la inteligencia de los
ciudadanos" merece la pena mantenerlo como parte de la realidad corpórea
de la democracia española. Yo repartiría las responsabilidades en este periodo
de indigencia democrática. Precisamente la carencia absoluta de cultura
democrática es la que puede sustentar en el poder a un Sánchez que no es otra
cosa que ciento noventa y siete centímetros de calamidad nacional. A mí me
agota centrar el objetivo en el inquilino de La Moncloa (no es inocente, queda
claro) y en sus militantes replicantes y lactantes (no son inocentes). A mí me
complace desde hace largo tiempo estampillar al populacho, a la plebe, a los
súbditos, a los aborregados y cretinizados con derecho a voto.
Sí, encuentro más deleite en perder la tibieza y mostrar
todo mi desprecio hacia esa masa amorfa que vota sin una tabla de valores.
“La inteligencia se considera un tipo de arrogancia, la
calidad una forma de elitismo, ceder el paso a las damas es machismo y por
supuesto exigirle a alguien lo que reclama, una intolerable forma de fascismo”,
afirma Salvador Sostres.
De ahí que el sanchismo haya pasado a convertirse en el
brebaje que más gusta a la plebe inculta.
Pablo Iglesias, Junqueras, Rufián, Irene Montero, la vice
Calvo, Alberto Garzón (¿comunista o no?), Otegi (para Zapatero hombre de pazzzz
y artífice de la nueva España, ¡asco!) y otros artilugios andantes pero no
pensantes, son los protagonistas que dirigen las vidas insulsas de votantes
apelmazados.
El mismo Sostres sostiene, y yo comparto, que “tenemos una
clase política de riñonera y excursionistas, de frívolos de bar de facultad, de
gánsteres de medio pelo y de listillos tan poco inteligentes que cualquier día
cometerán un error del que jamás podrán recuperarse…”
Una muestra más del paupérrimo ir y venir de la masa/vulgo
por esta piel de toro, está reflejado en la columna que firma el buen escritor
Julio Llamazares en “El País”. La pluma española afirma con empírica incisión:
“Dichoso mes que empieza con Halloween y termina con el Black Friday, diría mi
abuela si viviera aún, refiriéndose a noviembre, en lugar de lo que decía:
“Dichoso mes que empieza con Todos los Santos y termina con San Andrés”. Por
suerte para ella, mi abuela murió hace mucho y no tuvo que asistir a la
colonización cultural estadounidense, que, además de afectar a nuestro
vocabulario, lo ha hecho también a nuestras costumbres, suplantadas por las de
importación. Lo peor es que esa colonización cultural es aceptada por muchos
como un avance cuando lo que significa es un empobrecimiento”.
Eso, eso, y no otra cosa es lo que también tenemos en
política. Empobrecimiento. Al fin y al cabo, fiel reflejo de lo que hay en la
calle, en los bares, en los campos de fútbol, en la sede de los partidos
políticos, en los medios de comunicación, en las universidades y escuelas, en
los hogares. Empobrecimiento.
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