Evaristo
Fuentes Melián
Halloween.
Noche de fin de semana. Muchos vecinos se disponen a celebrar una fiesta que ha
entrado en el mundillo tinerfeño con calzador, gracias al comecocos de la
televisión mundial y sus estelas en todos los medios y redes; la gente nativa
canaria se la traga doblada tal fiesta, sin esperar al Día de los Carros de la
víspera de san Andrés, 29N, que es lo nuestro.
Pero algunos gamberros, aprovechan las
fiestas y el jolgorio de mucha gente, para formar alboroto marginal sin venir a
cuento. Y algunos de estos graciosos,
se toman el coñazo del Halloween a la ligera, y se dedican, pasada la
medianoche, a hacer el numerito, que en este caso consistió en tirarse huevos
frescos de gallina, unos a otros con la consiguiente escandalera.
Pues bien: Lo que yo quería resaltar, es
que a la mañana siguiente los huevos rotos, aún fresquitos, abundaban por el
pavimento de avenidas principales de este Puerto de la Cruz de nuestros
desvelos y traumas.
No quiero alagarme más con estas parrafadas.
Han pasado ya cuatro días con sus noches, de la tan estupenda y maravillosa
celebración Halloweeniana, y… ¡oh milagro¡, las manchas de los huevos rotos
siguen en el pavimento, clara y yema disecados, como para hacer una exposición
fotográfica de tan singulares ocurrencias.
Nota
final: está lloviendo bastante cuando escribo estas líneas; menos mal que la
lluvia natural ha hecho de suplente a los empleados de la limpieza. ¡Gracias,
Lluvia!
Observador
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