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sábado, 16 de noviembre de 2019

LIBERTAD BAJO EL COLCHÓN


Pedro Ángel Delgado

¿Dónde quedará nuestra libertad? La duda debe cernirse sobre todos nosotros, ya que los encargados de garantizarla acaban de pronunciarse. Nadie cuestiona que jueces y magistrados se encuentran ante la imposibilidad de ser perfectamente objetivos porque no son seres distintos al resto pero, ahora bien, ver como públicamente se manifiestan a favor de una opción política asusta, y mucho. 

Los españoles se encuentran intimidados porque, como ha manifestado el propio Pedro Sánchez, el noventa y cinco por ciento de los mismos no dormiría tranquilo si sucediera lo que está pasando. Ahora, como no puede dormitar, se acuesta con los nuevos comunistas. Lo tenebroso, que también, no es sólo eso, sino que quienes tienen que velar para que nuestros derechos no sean conculcados manifiestan públicamente su aliento a las formaciones políticas que pernoctan juntas. De ese modo, no deja de asombrar y, por supuesto, inquietar, que una Asociación de Jueces manifieste a través de las redes sociales que “apoyan la conformación de un gobierno que sume las fuerzas progresistas y que opte por políticas favorecedoras de la igualdad y la garantía de los derechos y libertades”. Hoy no les hace falta ni disimular.

Preocupa el apoyo público de una parte de los jueces a un gobierno que, antes incluso de conformarse, ha sido definido como contrario a la democracia, que llevaría a los españoles a las cartillas de racionamiento y a la más absoluta pobreza, y que finalizará como “la Venezuela de Chávez”. Y es que no lo ha dicho cualquiera, lo ha expresado la misma persona que ahora lo permite, Pedro Sánchez, aquél que sin miramientos de ningún tipo, afirma que le da órdenes a la Fiscalía. Aquél que decía que su próximo vicepresidente “hace de la mentira su forma de hacer política”. Aquél que decía que no pactaría con ellos “ni antes, ni durante, ni después”. Aquél que apenas hace dos meses ha propuesto cambiar el sistema de oposiciones para acceder a la carrera judicial. Ya únicamente les falta exigir ser de izquierdas para poder ser juez.


Parece que la perspectiva del tiempo no nos ha hecho avanzar en este país, sino que nos encontramos ante la creación de un interesado ambiente revolucionario, instado desde la izquierda, con absoluto menoscabo y desprecio de la autoridad, llegando, incluso, al intento de vuelta al terrorismo, como pretendían, y buen seguro siguen pretendiendo, los Comités de Defensa de la República (CDR), la copia catalana de los Comités de Defensa de la Revolución castristas. Unos comités nacidos desde el adoctrinamiento y la decadencia cultural y espiritual de grandes sectores, fomentado gracias a la permisividad durante décadas con el separatismo. Comienza también la persecución a la libertad religiosa y de culto. No les basta con permitir que ediles de Podemos entren en las capillas a enseñar los senos y gritar “arderéis como en el 36”, sino que empiezan el enfrentamiento con los colegios concertados, mayoritariamente católicos.


Lo de menos será la paralización económica, que la tenemos encima, pues la situación se agravará con la subrepticia en ocasiones, descaradamente pública a veces, entrada del comunismo en las instituciones españolas. El anunciado nuevo vicepresidente del Gobierno de nuestro país, el que con orgullo nos decía “yo soy comunista” y definía la caída del muro de Berlín como una “mala noticia”, habría que recordarle, aunque seguro que lo sabe, quienes fueron los que huyeron de un lado del muro para el otro. Probablemente, habría que recordarles a muchos españoles que fueron los del lado comunistas los que corrieron hacia el lado capitalista. Tal vez tendríamos que explicarle a algún que otro español que fue el muro de Berlín.

Se van dando los pasos necesarios para la irrupción del comunismo en España, destruyendo la libertad individual de cada uno, y eliminado a todo aquél que osé denunciar lo que está sucediendo. Se sigue la senda marcada por Karl Marx cuando afirmaba que era el ser social el que determinaba la conciencia de los hombres y no al contrario. No basta con confiar en que no se cumpla su profecía cuando repetía que “el último capitalista que colguemos será él que nos vendió la cuerda”.  Hay que confrontar a aquellos que atacan el modo de vivir que nos ha dado las mayores cuotas de bienestar social. Hay que salir en defensa de la libertad. Nos lo decía Juan Pablo II. La libertad no consiste en hacer lo que nos gusta, sino en tener el derecho a hacer lo que debemos. No dejemos que nuestra libertad quede bajo el colchón de la Moncloa, el que cambió Pedro Sánchez nada más llegar a él. No dejemos que nuestra libertad quede aplastada mientras el autodenominado progresista yace plácidamente en su lecho de palacio.

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