Pedro Ángel Delgado
¿Dónde quedará nuestra
libertad? La duda debe cernirse sobre todos nosotros, ya que los encargados de
garantizarla acaban de pronunciarse. Nadie cuestiona que jueces y magistrados
se encuentran ante la imposibilidad de ser perfectamente objetivos porque no
son seres distintos al resto pero, ahora bien, ver como públicamente se
manifiestan a favor de una opción política asusta, y mucho.
Los españoles se encuentran
intimidados porque, como ha manifestado el propio Pedro Sánchez, el noventa y
cinco por ciento de los mismos no dormiría tranquilo si sucediera lo que está
pasando. Ahora, como no puede dormitar, se acuesta con los nuevos comunistas.
Lo tenebroso, que también, no es sólo eso, sino que quienes tienen que velar
para que nuestros derechos no sean conculcados manifiestan públicamente su
aliento a las formaciones políticas que pernoctan juntas. De ese modo, no deja
de asombrar y, por supuesto, inquietar, que una Asociación de Jueces manifieste
a través de las redes sociales que “apoyan la conformación de un gobierno que
sume las fuerzas progresistas y que opte por políticas favorecedoras de la
igualdad y la garantía de los derechos y libertades”. Hoy no les hace falta ni
disimular.
Preocupa el apoyo público de
una parte de los jueces a un gobierno que, antes incluso de conformarse, ha
sido definido como contrario a la democracia, que llevaría a los españoles a
las cartillas de racionamiento y a la más absoluta pobreza, y que finalizará
como “la Venezuela de Chávez”. Y es que no lo ha dicho cualquiera, lo ha
expresado la misma persona que ahora lo permite, Pedro Sánchez, aquél que sin
miramientos de ningún tipo, afirma que le da órdenes a la Fiscalía. Aquél que
decía que su próximo vicepresidente “hace de la mentira su forma de hacer
política”. Aquél que decía que no pactaría con ellos “ni antes, ni durante, ni
después”. Aquél que apenas hace dos meses ha propuesto cambiar el sistema de
oposiciones para acceder a la carrera judicial. Ya únicamente les falta exigir
ser de izquierdas para poder ser juez.
Parece que la perspectiva
del tiempo no nos ha hecho avanzar en este país, sino que nos encontramos ante
la creación de un interesado ambiente revolucionario, instado desde la
izquierda, con absoluto menoscabo y desprecio de la autoridad, llegando,
incluso, al intento de vuelta al terrorismo, como pretendían, y buen seguro
siguen pretendiendo, los Comités de Defensa de la República (CDR), la copia
catalana de los Comités de Defensa de la Revolución castristas. Unos comités nacidos
desde el adoctrinamiento y la decadencia cultural y espiritual de grandes
sectores, fomentado gracias a la permisividad durante décadas con el
separatismo. Comienza también la persecución a la libertad religiosa y de
culto. No les basta con permitir que ediles de Podemos entren en las capillas a
enseñar los senos y gritar “arderéis como en el 36”, sino que empiezan el
enfrentamiento con los colegios concertados, mayoritariamente católicos.
Lo de menos será la
paralización económica, que la tenemos encima, pues la situación se agravará
con la subrepticia en ocasiones, descaradamente pública a veces, entrada del
comunismo en las instituciones españolas. El anunciado nuevo vicepresidente del
Gobierno de nuestro país, el que con orgullo nos decía “yo soy comunista” y
definía la caída del muro de Berlín como una “mala noticia”, habría que
recordarle, aunque seguro que lo sabe, quienes fueron los que huyeron de un
lado del muro para el otro. Probablemente, habría que recordarles a muchos
españoles que fueron los del lado comunistas los que corrieron hacia el lado
capitalista. Tal vez tendríamos que explicarle a algún que otro español que fue
el muro de Berlín.
Se van dando los pasos
necesarios para la irrupción del comunismo en España, destruyendo la libertad
individual de cada uno, y eliminado a todo aquél que osé denunciar lo que está
sucediendo. Se sigue la senda marcada por Karl Marx cuando afirmaba que era el
ser social el que determinaba la conciencia de los hombres y no al contrario.
No basta con confiar en que no se cumpla su profecía cuando repetía que “el
último capitalista que colguemos será él que nos vendió la cuerda”. Hay que confrontar a aquellos que atacan el
modo de vivir que nos ha dado las mayores cuotas de bienestar social. Hay que
salir en defensa de la libertad. Nos lo decía Juan Pablo II. La libertad no
consiste en hacer lo que nos gusta, sino en tener el derecho a hacer lo que
debemos. No dejemos que nuestra libertad quede bajo el colchón de la Moncloa,
el que cambió Pedro Sánchez nada más llegar a él. No dejemos que nuestra
libertad quede aplastada mientras el autodenominado progresista yace
plácidamente en su lecho de palacio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario