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jueves, 7 de noviembre de 2019

ADIÓS AL CHAFLÁN CURVO (ESQUINA REDONDA)


Salvador García Llanos

Hace algunas semanas escribimos en el muro propio de una red social que pronto diríamos adiós a la esquina redonda. Así, sin más, con algo de intriga o de enigma, a sabiendas de que muchos usuarios, especialmente los portuenses, sabían/saben de qué rincón de la geografía urbana estamos hablando.

Las obras de derribo han comenzado y, en efecto, ese conjunto de edificaciones localizado en la intersección de las calles Valois y Esquivel, en las inmediaciones de la Punta de la carretera, justo enfrente del complejo 'Belair', pasará a ser historia. Un chaflán curvo las identificó durante décadas y las integró en el lenguaje coloquial: siempre tendremos algunos rasgos característicos, de los que nos ocupamos en esta entrada, pero en unos meses la fisonomía urbanística será otra.

Se trataba de un conjunto de tres casas contigüas, gemelas, propiedad de la familia de Juana del Pino Cabrera, sin olvidar la de Catuja Luis del Pino cuando casó con Miguel Tamajón. Elementos distintivos, una cornisa de piedra y el parapeto elevado, típicos de la arquitectura urbanística de principios de siglo. En los años cincuenta, el arquitecto Félix Saénz Marrero se propone intentar la reforma con un proyecto en el que se contemplan las dos alturas. Saénz se inspira en una de las fotos más antiguas que se conservan: frente al citado complejo, inicialmente de uso residencial turístico, un rascacielos de los sesenta, había un muro blanco redondeado. Y se quedó 'esquina redonda'.

Dio nombre a la dulcería que se mantuvo abierta durante años y algún que otro miembro de la familia que la tuvo como medio de vida. El último morador fue Miguel Suárez Luis, activo y destacado miembro de cofradías y celebraciones religiosas. La tía Dolores (Lola) fue la verdadera 'alma mater', siempre presente, siempre atenta a la confección, sus fórmulas celosamente guardadas, con las cantidades exactas de azúcar, huevos, cacao, vainilla, guindas... en fin, todos los ingredientes que distinguieron el sabor y los productos de la 'esquina redonda', además de un inconfundible y gratificante aroma que embargaba a casi todo el barrio.

Entre esos productos -y no es broma- estaban los célebres 'recortes de dulces', que los escolares devorábamos para unas memorables meriendas., en la plaza de la Iglesia. O donde fuese. Ahorrábamos y acudíamos al establecimiento para adquirir unos papelones que surtían sobradamente.
Ya en los años ochenta, la actividad comercial se amplió con una pequeña confitería, que continuaba la tradición, y una oficina inmobiliaria, ya en los noventa, en régimen de alquiler. Es probable que queden testimonios de su uso como vivienda de alquiler turístico, cuando tras la reforma, igual que sucediera con otros inmuebles espaciosos en el Puerto de la Cruz, acogía a turistas que convivían con los propietarios durante sus vacaciones o durante una estancia más o menos larga. Una suerte de pensión o residencia.

Pues ha llegado la hora de decir adiós a la popular esquina redonda. El Puerto que fue, el Puerto que conocimos y vivimos. La ciudad que ya es historia. El chaflán curvo que distinguió a un sector de sus viales, entre clásicos (Esquivel) y modernista (ampliación de Valois). Ahora, sin que sepamos si hay fuente inspiradora, una nueva fisonomía. A ver.

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