Salvador
García Llanos
Nos
vino a la memoria Gilberto Hernández Linares, que lo recitaba de memoria: “El
trío arbitral estuvo compuesto por Calvo, Almenara y Valle”. Desde que se
conoció ayer por la mañana el fallecimiento de Manuel Valle Hernández, árbitro
de fútbol y de boxeo, la tristeza se respiraba en los alrededores del mercado
municipal de la capital tinerfeña y las calles adyacentes. Era un personaje
peculiar habitual en la zona, en los rastros, en las tertulias y en los
corrillos, donde su opinión era tenida en cuenta hasta el punto de sentar
cátedra: “Lo ha dicho Valle”.
Gilberto,
como tantos otros portuenses, se refería al célebre partido Puerto
Cruz-Juventud Silense, disputado en El Peñón un domingo de Carnaval, 28 de
febrero de 1960, determinante en la suerte del ascenso a Primera categoría.
Cuentan que ese día hubo casi seis mil personas en la vieja cazuela portuense.
Ganaron los locales (2-0) y algunos espectadores supervivientes, más objetivos,
aseguran que el arbitraje fue casero en lances decisivos, como un gol anulado
al Silense y la discutible expulsión de un jugador visitante. Muchos años
después, cuando se lo recordamos, Valle negaba:
-Fue
un arbitraje imparcial, en medio de un ambiente como no se había visto en el
fútbol regional. El Puerto Cruz se lo mereció.
Unos
años después, en la temporada 1964-65, Valle Hernández debutó en Segunda
división, en la que se mantuvo hasta el ejercicio 1973-74. En total, 106
partidos arbitrados; 34 tarjetas amarillas y 17 rojas. Pero a estas cifras hay
que añadir las cosechadas en otros numerosos encuentros de ámbito regional,
especialmente en los torneos veraniegos y amistosos. Ni una molesta lesión de
rodilla (le vimos en varios encuentros correr con dificultad) mermaba sus ganas
de seguir con el silbato.
Manuel
Valle Hernández fue también árbitro internacional de boxeo. Le vimos dirigir
combates en la plaza de toros y en el parque San Francisco, del Puerto de la
Cruz. Lucía con primor su uniforme de referí: camisa blanca de manga baja y
corbata pajarita. Su autoridad en el ring era innegable.
Intervino en doce
campeonatos de España y varias convocatorias del BOXAM, que acogía a los
amateur del país en todos los pesos. Llegó hasta Australia para dirimir un
campeonato del mundo, un año antes de los Juegos Olímpicos de Barcelona.
También apareció como suplente en Los Ángeles y en Seúl.
-Es
más difícil juzgar un partido de fútbol-, dijo en cierta ocasión.
Hace
unos tres años, Domingo Negrín Moreno, le arrancó para Diario de Avisos las
últimas confesiones, en su 'feudo' de la recova. Se acordaba del k.o. que
Sombrita propinó a García Gancho. Y de cuando hizo de improvisado promotor
turístico:
-El
boxeo le dio mucho a Tenerife; sobre todo, en promoción turística. Cuando iba
al extranjero, la hermana de Antonio Salgado, que estaba en el Cabildo, me daba
una maleta repleta de propaganda y yo la dejaba en el hotel.
Pero
no se quiso quedar en Grecia, donde le ofrecieron enseñar a los empleados de
bingo que se abrían como rosquillas. Lo suyo era el mercado. Y el rastro. Donde
con frecuencia se escuchaba:
-Lo
ha dicho Valle.
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