Salvador
García Llanos
“Soy
una isla más dentro de la isla”, escribió Agustín Espinosa García (Puerto de la
Cruz, 1897-Los Realejos, 1939) a su prima María Teresa -su hijo José Javier,
que conserva la carta, estaba entre el auditorio- cuando la enfermedad ya había
hecho estragos. La suerte estaba echada y el desespero ganaba cuotas, mientras
el expediente de depuración avanzaba sin que el abrazo casi postrero al
falangismo, a la desesperada, para sobrevivir, sirviera de mucho.
Aquella
confesión de Espinosa le sirvió al realejero licenciado en Historia del Arte,
estudioso del escritor, Abilio Martín, para iniciar su intervención en el
Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC) -lleno hasta suplementar
las sillas- bajo el título Textos sometidos (1931-36), uno de los últimos actos
en este año -llamado por algunos espinosiano- en que el Gobierno autónomo dedicó
el Día de las Letras Canarias al insigne escritor. Eso sí: en el IEHC pueden
enorgullecerse de ser la entidad que con más profusión y más cariño se tomaron
la dimensión de la efeméride.
Martín
se encargó de recordar que Espinosa, baluarte de la corriente surrealista, dejó
una obra que engloba varios géneros: poesía, relato, cartas, conferencias,
diarios, artículos, ensayos, prólogos y una, posiblemente inacabada, pieza
teatral. Tanto su personalidad como su escritura son considerados determinantes
en el desarrollo de la vanguardia literaria de las islas. Participó activamente
en la Exposición Internacional del Surrealismo registrada en 1935 en Santa Cruz
de Tenerife.
Para
romper los usos habituales, el conferenciante arrancó con una secuencia
fotográfica personal de Espinosa, familiares y amistades, a ritmo de charlestón
y jazz. Luego introdujo otras gráficas hasta dar paso al profesor Manuel García
quien, con enfática dicción pero sin sobreactuar, acentuó el respetuoso
silencio del auditorio cuando leyó fragmentos de la obra del escritor,
dedicados a Portugal, al paisano caído en el frente y a Unamuno.
Se
trataba de conocer y analizar, desde un ángulo objetivo, la colaboración de
Espinosa en la prensa a favor del bando sublevado. Los primeros analistas consideran
a Espinosa, sin duda para preservarle, plano e inmaculado. Pero de su figura
poliédrica y de su lúcida producción se desprende que las circunstancias de su
“sometimiento” no impidieron una escritura brillante, atrevida, distinta,
acreedora de un exhaustivo análisis literario. Es el trabajo de Abilio Martín,
quien seleccionó textos para contrastar aspectos de la evolución ideológica del
escritor, desde el artículo dedicado en La Tarde (1929) a Ernesto Giménez
Caballero, a otro publicado en el mismo diario en diciembre de 1931, en el que,
pensando en Ortega y Unamuno, plantea el dilema de las dos Españas.
Para
Martín, el abrazo al surrealismo y la publicación de Crimen colocaron a
Espinosa frente a los rebeldes que, en Canarias, fueron represores en grado
mayúsculo y mermaron libertades sin miramientos, como no podía ser de otra
manera. Pudieron más esos afanes que la ingente creatividad literaria. El
escritor ya era isla dentro de la isla y fue desposeído de su cátedra.
Trató
de abordar el papel de Espinosa con claridad y honestidad. Se diría que hasta
con mucho tacto, dado lo escabroso de ese giro. Además, era la primera vez que
se leían en público los textos escogidos. Abilio, de pie, con solemnidad, acabó
leyendo el poema que le dedicó el camarada Emeterio Gutiérrez Albelo tras su
fallecimiento. Versos plenos de sentimentalidad bien entendida y de figuras
poéticas muy llamativas.
El
aplauso posterior sonó como una ovación. La que procedía para subrayar el rigor
y la dedicación del conferenciante con selección y comentarios de los Textos
sometidos, así como los esfuerzos del IEHC para hacer honor a Agustín Espinosa
García.
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