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sábado, 2 de noviembre de 2019

EMPERADOR TRILERO


Pedro Ángel González Delgado

Ya sabíamos que la humildad no es, precisamente, una de las virtudes de Pedro Sánchez pero, a medida que sigue apoltronándose en el sillón de la Moncloa, aunque lo primero que cambió fue el colchón, vamos conociendo su falta de pudor y de escrúpulos en su gestión diaria.

Después de haber sido desalojado por los suyos, y tras mucho tesón y constancia, porque eso hay que reconocérselo, ganó las primarias del partido socialista y, tras una sentencia dictada por el magistrado De Prada, a la sazón amiguísimo del ex juez Baltazar Garzón, también socialista y, no lo olvidemos, condenado por prevaricación a once años de inhabilitación, consiguió ocupar la presidencia del Gobierno de España apoyado por los nuevos comunistas de Unidos (ahora Unidas) Podemos, Esquerra Republicana de Cataluyna (ERC), el Partido Demócrata Europeo Catalán, los antiguos del 3 % (PDeCAT), Compromís y Nueva Canarias, el actual socio de Coalición Canaria a esta nueva convocatoria electoral del 10 de noviembre.

Llegado al Gobierno lo primero que hizo, después que se colocase a su mujer al frente de la dirección de un importante departamento del Instituto Empresa, fue mentirle a todos los españoles. Les prometió que la moción de censura sería para convocar elecciones pero, una vez conseguido el objetivo, debió pensar que de ahí no lo sacaban ni raspando, pues se creía “nacido para la púrpura”. Sin embargo, ascendido al trono, ya no quiso compartirlo con los de la formación morada, y en lugar de gobernar, creyó y cree reinar, y no en vano se coloca al lado del Rey Felipe VI en las recepciones, desesperando a los responsables de protocolo que no saben como indicarle que ese no es su puesto, o junto a Sus Majestades cuando estos van a saludar un paracaidista. No obstante, como él es republicano y no cree en los reyes, en Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente tampoco debido a su laicismo activo, anhela ser recordado como emperador.

Y ya, más de un año y medio después que llegara al sitial de donde no se quiere bajar, el modo de reinar, porque él está por encima de gobernar, se ha ido degenerando en una paranoia incontrolable que está llevando a nuestro país a una de sus mayores crisis desde el gobierno de Rodríguez Zapatero. En este espacio de tiempo, como es de sobra conocido, ha ido distribuyendo a sus asesores en distintos puestos pagados con el dinero de todos los españoles, como a Iván Redondo en la Moncloa, a Tezanos en el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) para que cree opinión, o, por ejemplo, a Jordi Sevilla en Red Eléctrica para que deje todo un día a la Isla de Tenerife a oscuras. Además, no sólo ha ido distribuyendo a sus acólitos como corresponde, sino que se ha encargado de hacer desaparecer a todo aquél que pudiera ir en contra de sus intereses o de su partido, el socialista, que para eso se cree emperador. Véase el caso de la destitución del coronel Manuel Sánchez Corbí al frente de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil por “pérdida de confianza” cuando investigaba la corrupción del partido de la rosa. Es que si se investiga al PSOE por posibles prácticas deshonestas e ilegales, es evidente que se pierde la confianza de los socialistas. Para tener confianza hay que ser como la juez de los ERE, María Núñez Bolaños, que para eso su marido es amigo del ex consejero de Justicia de la Junta de Andalucía, Emilio de Llera. Es que la confianza hay que ganársela.

Habiéndose ya quitado de encima a Susana Díaz, que osó discutir su reinado, y no quería no permitirle conocer mundo, viajando con el Falcón a donde le pareciera, o a Nueva York a expresar tonterías tales como las Zapatero cuando afirmó ante todos los mandatarios mundiales que “la tierra no pertenece a nadie, salvo al viento”, el nuevo emperador ha decidido dividir a España. De esa forma, ya nadie habla de la vuelta del desempleo al país, de la quiebra de la Seguridad Social y, por qué no decirlo también, de la falsedad de su tesis. El nuevo zar de la izquierda española no tiene reparos en utilizar electoralmente la Moncloa, obligando a la Junta Electoral Central a reprochárselo, si bien a buenas horas, porque todos los españoles hemos sido testigos de como las ruedas de prensa de cada viernes tras los consejos de ministros se han convertido en mitines electorales.

Nos decía Escrivá de Balaguer que el pudor y la modestia son hermanos pequeños de la pureza, empero el soberano socialista no conoce ni a la primera ni a la segundo y, por ende, mucho menos a la hermana mayor. Por ello, se inventa ahora una Nueva Ley de Memoria Histórica en la que, si lo dejan, estará prohibido hablar mal o criticar al partido socialista y, por supuesto, a Pedro I “El Magnífico”, que para eso no es que sea el rey de los engaños, es el emperador de los trileros. Los españoles tienen una oportunidad única de lanzarlo de la Moncloa, siempre y cuando no sea como decía Stalin y lo importante no sea quién vota, sino el que cuenta los votos.

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