Pedro
Ángel González Delgado
Ya
sabíamos que la humildad no es, precisamente, una de las virtudes de Pedro
Sánchez pero, a medida que sigue apoltronándose en el sillón de la Moncloa,
aunque lo primero que cambió fue el colchón, vamos conociendo su falta de pudor
y de escrúpulos en su gestión diaria.
Después
de haber sido desalojado por los suyos, y tras mucho tesón y constancia, porque
eso hay que reconocérselo, ganó las primarias del partido socialista y, tras
una sentencia dictada por el magistrado De Prada, a la sazón amiguísimo del ex
juez Baltazar Garzón, también socialista y, no lo olvidemos, condenado por
prevaricación a once años de inhabilitación, consiguió ocupar la presidencia
del Gobierno de España apoyado por los nuevos comunistas de Unidos (ahora
Unidas) Podemos, Esquerra Republicana de Cataluyna (ERC), el Partido Demócrata
Europeo Catalán, los antiguos del 3 % (PDeCAT), Compromís y Nueva Canarias, el
actual socio de Coalición Canaria a esta nueva convocatoria electoral del 10 de
noviembre.
Llegado
al Gobierno lo primero que hizo, después que se colocase a su mujer al frente
de la dirección de un importante departamento del Instituto Empresa, fue
mentirle a todos los españoles. Les prometió que la moción de censura sería
para convocar elecciones pero, una vez conseguido el objetivo, debió pensar que
de ahí no lo sacaban ni raspando, pues se creía “nacido para la púrpura”. Sin
embargo, ascendido al trono, ya no quiso compartirlo con los de la formación
morada, y en lugar de gobernar, creyó y cree reinar, y no en vano se coloca al
lado del Rey Felipe VI en las recepciones, desesperando a los responsables de
protocolo que no saben como indicarle que ese no es su puesto, o junto a Sus
Majestades cuando estos van a saludar un paracaidista. No obstante, como él es
republicano y no cree en los reyes, en Sus Majestades los Reyes Magos de
Oriente tampoco debido a su laicismo activo, anhela ser recordado como
emperador.
Y
ya, más de un año y medio después que llegara al sitial de donde no se quiere
bajar, el modo de reinar, porque él está por encima de gobernar, se ha ido
degenerando en una paranoia incontrolable que está llevando a nuestro país a
una de sus mayores crisis desde el gobierno de Rodríguez Zapatero. En este
espacio de tiempo, como es de sobra conocido, ha ido distribuyendo a sus
asesores en distintos puestos pagados con el dinero de todos los españoles,
como a Iván Redondo en la Moncloa, a Tezanos en el Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS) para que cree opinión, o, por ejemplo, a Jordi Sevilla en
Red Eléctrica para que deje todo un día a la Isla de Tenerife a oscuras.
Además, no sólo ha ido distribuyendo a sus acólitos como corresponde, sino que
se ha encargado de hacer desaparecer a todo aquél que pudiera ir en contra de
sus intereses o de su partido, el socialista, que para eso se cree emperador.
Véase el caso de la destitución del coronel Manuel Sánchez Corbí al frente de
la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil por “pérdida de
confianza” cuando investigaba la corrupción del partido de la rosa. Es que si
se investiga al PSOE por posibles prácticas deshonestas e ilegales, es evidente
que se pierde la confianza de los socialistas. Para tener confianza hay que ser
como la juez de los ERE, María Núñez Bolaños, que para eso su marido es amigo
del ex consejero de Justicia de la Junta de Andalucía, Emilio de Llera. Es que
la confianza hay que ganársela.
Habiéndose
ya quitado de encima a Susana Díaz, que osó discutir su reinado, y no quería no
permitirle conocer mundo, viajando con el Falcón a donde le pareciera, o a
Nueva York a expresar tonterías tales como las Zapatero cuando afirmó ante
todos los mandatarios mundiales que “la tierra no pertenece a nadie, salvo al
viento”, el nuevo emperador ha decidido dividir a España. De esa forma, ya
nadie habla de la vuelta del desempleo al país, de la quiebra de la Seguridad
Social y, por qué no decirlo también, de la falsedad de su tesis. El nuevo zar
de la izquierda española no tiene reparos en utilizar electoralmente la
Moncloa, obligando a la Junta Electoral Central a reprochárselo, si bien a
buenas horas, porque todos los españoles hemos sido testigos de como las ruedas
de prensa de cada viernes tras los consejos de ministros se han convertido en
mitines electorales.
Nos
decía Escrivá de Balaguer que el pudor y la modestia son hermanos pequeños de
la pureza, empero el soberano socialista no conoce ni a la primera ni a la
segundo y, por ende, mucho menos a la hermana mayor. Por ello, se inventa ahora
una Nueva Ley de Memoria Histórica en la que, si lo dejan, estará prohibido
hablar mal o criticar al partido socialista y, por supuesto, a Pedro I “El
Magnífico”, que para eso no es que sea el rey de los engaños, es el emperador
de los trileros. Los españoles tienen una oportunidad única de lanzarlo de la
Moncloa, siempre y cuando no sea como decía Stalin y lo importante no sea quién
vota, sino el que cuenta los votos.
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