Antonio-Pedro Tejera Reyes
En el local 127 del Centro Comercial Santo Domingo –
presuntuoso nombre dado a un pequeño mercado de artesanías, en Santiago de
Chile – encontramos lo que para nosotros es una joya. Curiosamente, ese Local
127, está dedicado a la compra-venta de libros usados, rodeado por sus cuatro
costados de repujados en plata, vasijas de barro, cóndores de cerámica... y
toda esa variopinta colección de recuerdos con los que nos gusta llenar las maletas
a los que recorremos el mundo. Allí, entre una maraña de novelas de antaño,
románticas, y de vaqueros, mezclada con “El Principito”, “Lo que el viento se
llevó”, y todos esos títulos evocadores, era donde estaba. Se trata de una
edición del año 1945, en el mismo Santiago, de las “MEMORIAS DE LA DUQUESA DE
ABRANTE”, seguidas del “ENSAYO SOBRE LA FELICIDAD HUMANA”, escrito por Napoleón
Bonaparte.
Centro Comercial Santa Domingo, toda una institución en
Santiago de Chile, uno de nuestros mejores inspirados recuerdos del hermoso
país, de los “choros zapato” o las míticas cuecas…
En el año 1791, la Academia de Lyon, abrió un concurso para
tratar sobre “que ideas y sentimientos conviene inculcar más al hombre para su
felicidad”. Dice el traductor, Delfín Alcaide: “Napoleón se presentó sea por el
premio, sea por afán de notoriedad. El joven oficial, mucho antes de que su
grandeza llegara a conocerse, habló con sinceridad sobre el problema de la
felicidad y, con ocasión de ello, de psicología, de moral y de política.
Difícilmente se ha escrito algo más profundo. Los biógrafos mencionan con
frecuencia este concurso y la obra de Napoleón; pero ha sido poco leída en su
texto francés, y, según tenemos entendido, ésta es su primera traducción
castellana. El hombre formidable se abre en los momentos mismos en que,
plenamente desarrolladas sus ideas, su personalidad, es, sin embargo, un
oficial anónimo, pobre y ambicioso...”
Cuando hemos repasado, una y otra vez, en el desgastado
libro, este sensacional ensayo, nuestra mente nos ha llevado a nuestras
evocadoras reuniones rotarias. Aquí en Puerto de la Cruz, en mi viejo Maturín,
en mi sufrida etapa en el Club de Barcelona... en el de Montalbán, en
Caracas... En la ocasión imborrable de fundar el Club Rotario de Las Palmas de
Gran Canaria, junto al recordado amigo Cándido Luís García Sanjuán, en su acto
inaugural... Momentos y situaciones que enlazan perfectamente con la felicidad
que estudiaba Napoleón Bonaparte: “La felicidad no es más que el goce de la
vida del modo que sea más conforme con nuestra organización... Nuestra
organización animal tiene necesidades indispensables... estrictamente
necesarias para la felicidad. Nuestra organización intelectual tiene apetitos
no menos imperiosos y cuya satisfacción es mucho más preciosa; en su entero
desarrollo consiste verdaderamente la felicidad.
Napoleón Bonaparte
Sentir y razonar... El sentimiento – impresión y movimiento
que causan en el alma las cosas espirituales – nos hace revelarnos contra las
ataduras, nos vuelve amigos de lo bello, de lo justo... enemigos del opresor y
del miserable, del mentiroso, del envidioso... Desgraciado aquel al que estas
verdades no la hayan sido demostradas: no conoce de la vida más que las
escorias, ni de los placeres más que los goces de los sentidos.”
Volvemos entonces a poner los pies en la tierra, y nos
encontramos con el goce del deber cumplido, de compañeros ilusionados en sus
obras, de auténticos rotarios comprometidos en el lema “servir es mi
obligación” como su punto de mira ideal. Ahí está la felicidad. Está en
aquellas palabras sabias de nuestra madre cuando nos explicaba por qué una
costura en el interior de un sostén o una faja – prendas ocultas del vestir
femenino – debía de quedar bien acabada... Algo que no se veía, que no era para
exhibir, pero que tenía necesariamente que tener la marca de la seriedad, del
buen hacer, de la personalidad del ejecutante... Acabar sus trabajos bien, era
su felicidad... esa es la felicidad que se lleva dentro de uno mismo, como
decía Napoleón.
Sumidos en estas meditaciones en medio del trepidar mundano
de las chapuzas, que nos rodea por todas partes, seguimos ilusionadamente
pensando en los cuatro días que nos quedan aquí, y en lo poco que podamos hacer
para intentar inculcar algunas de estas magníficas ideas a nuestros sucesores.
Son paradigmas que seguiremos llevando presente por que, siguiendo con las
líneas del ensayo comentado, “es necesario sentir para vivir feliz”.
Trabajar en Rotary, trabajar para Rotary, es sin duda parte
de nuestro quehacer diario.
Es lo que
hacemos todos los días. No podemos pretender que todos nos comprendan.
No tenemos las mismas metas. No tenemos los mismos principios. Tenemos que
enseñar a convivir, a conducir hasta el auténtico sentimiento de la conciencia
para llegar a la virtud y a la felicidad.
2011. El autor de
este trabajo, recibiendo la “Pluma de Oro” del Rotary Club de Puerto de la
Cruz, de manos de su presidente Manuel Alfonsín Fernández, como un premio
especial a su dilatada trayectoria literaria destacando los valores de Rotary.
Algunas personas se llenan la boca hablando de conciencia,
cuando lo único que conocen de ella es lo que dice el diccionario. ¿Cómo explicar
de otra manera, lo que ocurre en su entorno? Estos que no saben lo que es
conciencia, son los mismos que no lloran...los que desconocen que, en 1791
Napoleón Bonaparte, un desconocido oficial francés, escribió en sus ensayos:
“No temáis que vuestra alma quede enervada por las lágrimas que derramareis, es
el acento de la virtud el que las hace correr... Las lágrimas del sentimiento
son el deleite del alma.”
Meditaciones rotarias, serias, por supuesto, a principios
del año 2000… ahora hará 20 años en que fuesen escritas.
*Del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del
Turismo, OMT, de las Naciones Unidas, ONU:
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