Lorenzo
de Ara
El
psoe (siempre en minúscula, por favor) es irrecuperable para España. También
para los obreros, que ya votan derecha, centro, o lo que les salga de los
cojones. Ya no necesitan pedir permiso al partido de la rosa marchita.
(Andalucía continúa siendo una excepción. Erre que ERE).
Este
psoe, incluso el de Granada (¿nada que ver con el psoe de la tortilla
sevillana?) se ha convertido en una máquina muy bien engrasada que usa con
perversión la mentira, logrando, gracias a ella, el éxito entre las capas
sociales más embrutecidas, fanatizadas y, por ende, iletradas, pero siempre con
derecho voto. (El voto del hombre masa nada tiene que ver con el sufragio del
hombre libre/analfabeto).
Destacar
en todo momento lo del derecho a voto para la masa/vulgo como un Halloween,
este sí, fabricado en Ferraz y Génova 13 para una democracia imperfecta por
enferma, mas no por la sana necesidad de ir construyéndola día a día.
Sánchez
ya no miente. Sánchez es un muñeco frío en manos del ventrílocuo Iceta (¿por
dónde le mete la manita el catalán nacionalista/socialista/soberanista/supremacista?)
que dice lo que el bailarín ordena que se diga en Moncloa y en las ruedas de
prensa tras el Consejo de Ministros.
¿A
qué tanto discernimiento y recogimiento en Silos para desentrañar el
pensamiento de un Sánchez sin alma política?
España
en la testa de Sánchez ni siquiera cobra realismo como recuerdo de mocedad.
(¡Ay, Unamuno!).
España
es un trapo de cocina que el psoe (con el super yo de los maestros de la
sospecha y herederos de Nietzsche) maneja con elegancia lampedusiana.
¿Granada
mereció la pena? Fue una reunión in extremis para salvar lo poco que le quedaba
al psoe de partido nacional con una idea de España decente, coherente,
solidaria, pacífica, democrática.
Sirvió
en realidad para mantener en pie una idea levísima de España en el psoe,
todavía con algo del espíritu de la Transición, aunque esa España nunca dejó de
ser una distocia, también en la cabeza bien amueblada de Alfredo Pérez
Rubalcaba.
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