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sábado, 28 de septiembre de 2019

SAAVEDRA, EL DRAGO


Salvador García Llanos

Jerónimo Saavedra Acevedo fue distinguido anoche por el Centro de Iniciativas y Turismo (CIT) de Icod de los Vinos con el Drago de Honor. Se nos encomendó la presentación del galardonado. Leímos el siguiente texto:

Vamos a decirlo desde el principio, sin que suene a disculpa: este es un cometido difícil, algo enrevesado. Muchos de ustedes lo deducirán fácilmente: hemos trabajado codo a codo durante muchos años con el galardonado, hasta en tres administraciones diferentes; hemos sido leales colaboradores; hemos compartido afanes y causas, alegrías y sinsabores, amarguras y éxitos de los que, por su propia recomendación, no se podía hacer ostentosidad; hemos sido portavoces de sus posiciones políticas e institucionales; hemos estado a su lado en convocatorias públicas de muy diversa índole y en trances de emociones; hemos escrito discursos, hemos preparado debates y hemos supervisado apariciones en tantos y tantos foros... Como se comprenderá, después de haber estado en ese papel, o en esos papeles, hablar ahora de quien nos ha encomendado tareas de responsabilidad pública se antoja complicado.

Será difícil eludir la subjetividad pero la de hoy parece una ocasión adecuada para decir lo que manifestamos en cierta ocasión, después de una alcaldía ya sin censura: Jerónimo, gracias por las enseñanzas de todo este tiempo, gracias por tu magisterio que esta tarde/noche también te reconocen aquí, el lugar donde el inmenso poeta gomero, Pedro García Cabrera, plasmó en verso las cicatrices resistentes e inigualables del árbol mágico, la calidad de los viñedos, los afanes populares derivados de las migraciones, las añoranzas incólumes y los dones paisajísticos.

Por esos vericuetos no se perdió Jerónimo Saavedra Acevedo cuando en largas y provechosas tardes, allí por Boquín, frente al Atlántico y ante alguna puesta de sol que revelaba los perfiles de La Palma, intercambiaba criterios y visiones en la casa de Antonio Pérez Voituriez, donde el doctor Alberto de Armas García ya ejercía de diplomático, entre otros intelectuales que leían recortes de prensa y libros censurados para apoyar sus análisis cuya partitura había que interpretar con diligencia como ensayo de la transición que se avecinaba y de la nueva realidad política, constitucional y democrática, que se barruntaba con ilusión y esperanza.

Icod siempre tuvo su encanto. Y los vinos. Y el Drago. Y las tablas. Y Key Muñoz. Y Cristóbal Pérez del Cristo. Y Estévez. Y los Fajardo. Y San Marcos. Y el valle luminoso de Emeterio. Y sus fiestas de arte. Y Pepe Floro. Y Los Chincanayros. Y unos bríos acreditados para afrontar el nuevo ciclo del municipalismo, con una generación de políticos que se aplicó sin reserva con tal de estar en la vanguardia de los avances sociales, pluralistas e institucionales. Están presentes algunos de los alumnos y alumnas de entonces, hoy en clases pasivas o dedicados a otros menesteres.

Hasta aquí han venido para acompañar al preceptor y responder a la llamada del CIT icodense que viene haciendo del Día Mundial del Turismo una cita distinguida que en esta ocasión, por cierto, coincide con el preocupante episodio de la suspensión de pagos de un operador británico sobre el que descansaba una buena parte del negocio turístico.

Es probable que alguien, por tal circunstancia, se esté preguntando qué celebramos o si es apropiado hacerlo cuando los nubarrones de incertidumbre son tan visibles que obligan a no perder tiempo en la búsqueda de soluciones que esta vez, además, tienen mucho de estructurales. O al menos eso es lo que se desprende: ya nada será como antes en la turoperación.

Pero dejemos las reflexiones para otros foros, sin eludir la trascendencia de la coyuntura. En cualquier caso, si en otras adversidades los canarios acreditamos unidad y afán de superación, hagámoslo de nuevo para encarar el porvenir con entereza, con decisión y valentía, haciendo uso de los recursos al alcance y perfeccionando las opciones que las innovaciones brindan al sector.

Porque en los ochenta, cuando el crecimiento en las islas era imparable, al calor de la oferta turística, también hubo sombras e incertidumbres. Entonces, cuando hubo que afrontar la construcción de la Comunidad Autónoma, igualmente hubo que arriesgar y emprender.

Saavedra encarnó el liderazgo y, transido de las necesidades que la sociedad canaria experimentaba, fue consciente de que el sector turístico tenía y habría de tener un peso mayor en la productividad económica interior. Algunos hechos ponen de relieve su sensibilidad hacia el turismo, no solo confiando las políticas sectoriales a una profesional excelente conocedora del medio, Dolores Palliser, la única mujer integrante del primer Gobierno autónomo, sino estimulando la acción promocional en el exterior con tal de captar mercados emisores y adelantarse a otros receptivos cuya emergencia se vislumbraba.

En esa acción, hay que destacar la presencia en Europalia. El presidente se empeñó en combinar diversión carnavalera con historia y cultura de las islas. Hasta Bruselas y Amberes viajaron cuadros, arte y documentos de autores canarios para darlos a conocer. Además del lúdico, el impacto cultural fue evidente.

Al Saavedra de sensibilidad turística hay que atribuirle su empeño en la formación. Porque nos acercábamos a Europa y para cuando se consumara la integración, sabíamos que la competencia y la competitividad iban a ser exigencias destacadas. Entonces, dotó a algunos destinos de aquellas aulas rodantes donde era posible aprender idiomas, una de las asignaturas que aún hoy muchos empresarios siguen demandando para acceder al mercado laboral.

Y no solo eso: fue cuando se empezó a hablar de revisar los planes de estudio para introducir materias específicas y de abrir centros de formación accesibles. Hacer del turismo, desde tales núcleos y desde muy diversas iniciativas, una asignatura atrayente que permitiera contrastar su importancia en la economía y el desarrollo de la sociedad canaria, era el objetivo.

Allí estuvo, siempre con ganas, siempre dispuesto, promotor de la institucionalización de los premios “Importantes del Turismo” cuya convocatoria, con las modificaciones introducidas, ha continuado hasta nuestros días.

O sea, que el turismo no le fue ajeno entonces ni lo resultó en cometidos y responsabilidades públicas posteriores, como en su segunda presidencia de Canarias desde la que incentivó actuaciones promocionales relevantes y simbólicas que colocaron el nombre de las islas en destacados escaparates ya caracterizados por la enorme competencia desatada en los mercados.

Y como mantuvo ese apego, se fijó siempre en estadísticas, dio continuidad periódica a las relaciones con empresarios y profesionales del sector, se interesó por la evolución del negocio y de las modalidades de transporte, viajó y se fijó en las tendencias y animó, por supuesto, a los emprendedores canarios que decidieron afrontar proyectos que cualificaban la oferta global, sin desligarse, por supuesto, de los planes y de las respuestas que debían dar las administraciones públicas, cada vez más exigidas en materia urbanística y medioambiental.

Jerónimo Saavedra Acevedo viene de nuevo a Icod, a evocar el cercano Boquín, a renovar tantas amistades, a palparse su piel turística, a rememorar los versos de García Cabrera, a ver cómo por el Drago sigue fluyendo el líquido vitalista de la historia en cuyas páginas canarias él ocupa un lugar sobresaliente ganado a pulso.

Ha venido con un bagaje repleto después de haber sido diputado, senador, dos veces presidente de Canarias, dos veces ministro, alcalde de su ciudad natal, Las Palmas de Gran Canarias, y Diputado del Común. Melómano, mozartiano, fundador del Festival Internacional de Música de Canarias, lector infatigable, conocedor de los entresijos de la ópera y, en algunas ocasiones, crítico musical.

A su lado, les aseguramos, se aprende. Y en ocasiones como esta, hay que agradecerlo. Porque, como el Drago, resiste. Por eso, le conceden el honor de su copa, de sus raíces y de su ramaje. Y porque con el poeta, es un hidalgo de sus cepas.

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