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sábado, 14 de septiembre de 2019

MARCO SINESE, EL REY, Y LA OROTAVA QUE PROGRESA


Lorenzo de Ara


Le recomiendo al Gobierno del Puerto de la Cruz que, si no puede ser ejemplar, al menos no que no se empeñe en ser ejemplarizante.

Todos, del “Primero” al último, se creen preparados para la fama y en realidad no lo están. Ah, sí, hablo de fama cuando escribo de política. De políticos. De los nuestros. De los que nos mandaron y de los que nos mandan en 2019.

Analíticamente perezosos los periodistas locales llevan el tedio como compañero de profesión. El Puerto de la Cruz es el maná que nunca falla para emborronar una pantalla de ordenador todavía en blanco. Para rellenar minutos en televisión y en radio. ¡Si lo sabré yo! La ciudad geográficamente más grande del mundo, según Juan Cruz, es el motor de la información/entretenimiento del presente. (Reflexionen ustedes sobre información/entretenimiento).

Los partidos políticos deberían ser “templos unamunianos”. (Es lo que tiene leer a Jorge Bustos). Pero son recipientes para depositar basura.

En el ámbito local la basura se acumula en los grandes partidos. Y además prospera. Todo lo que no es basura termina cansándose de la obsolescencia de la trituradora partitocrática.

A mí (que no soy mediocre) jamás se me pasaría por la cabeza encabezar una plancha política o acompañar al cafre de turno que exigirá (con disfraz de franciscano descalzo) el voto a ese vulgo dispuesto a dejarse mal follar por una nevera, un trabajito temporal, una ayudita familiar. ¿300 euros en mano “y mira bien donde los gastas”?

¿Recuerdan ustedes a María Dolores de Cospedal? ¡Claro que sí! Ella confiesa en “El Mundo”, que se fue de la política con un sabor amargo y que nunca volvería a ella. Pobrecita.  ¿Fue Cospedal una aparición mariana a la que el populacho despreció y la jerarquía de su iglesia ninguneó hasta devolverla al infierno de Dante (católico)?

Con tetas o sin tetas, la política en el Puerto de la Cruz siempre ha estado sobrada de Marcos (Marcos Brito Gutiérrez no entra en esta lista de cíclopes), Salvadores, Lolas, Evas, y el largo etcétera de nombres/nombretes que entraron y salieron de despachos grandes y pequeños. Nunca zulos. Y eso quiere decir que, mientras en La Orotava no han necesitado del Puerto de la Cruz para prosperar, esta ciudad, donde todo hijo de intelectual progre comienza por leer el blog del abuelete, y luego ya, si eso, “La isla del Tesoro” o “Los anales de Álvarez Rixo”, acepta como dogma de fe que primero Dios creó las calles y el muelle pesquero del Puerto, para luego seguir con el resto del mundo y sus maravillas.

Muchas veces mi amigo Eduardo Zalba irrita a los petulantes. No sé lo que vota Zalba, ni él sabe lo que yo voto. Pero sí sé que Zalba es, no, mejor dicho, debería ser, el prototipo de hombre libre y con derecho a voto en una sociedad democrática sin complejos.

Con muchos Zalbas por el Puerto de la Cruz, y eliminados los conmilitones, los políticos serían, quién sabe, hombres egregios, desafiando el despotismo de los mediocres, esos que todos los días de Dios se acercan al ayuntamiento para preguntar por lo suyo (lo mío). ¿Qué hay de lo mío?

“Lo mío” llena urnas. “Lo mío” hace grande al que es liliputiense desde la cuna.

Celebramos el Carnaval de Verano.

Los socialistas (¿republicanos?) eligen Rey del Carnaval.

Los tres mosqueteros a la izquierda de la rosa marchita (a mí el lenguaje inclusivo me la trae floja) le han cogido el gusto a las apariciones estelares. También al euro, porque es necesario para comer y cargar con la “cruz” de gobernar.

Por supuesto que todo es chiripitifláutico.

O sea, que mientras La Orotava prospera (y mucho que me alegro), el Puerto de la Cruz (29.000 camas y 87% de ocupación) continúa esperando por lo que Ignacio Camacho dice con magistral elegancia: “…se llama respeto, ascendiente, prestigio, y es lo que más se echa de menos en el páramo en que se ha convertido el oficio político.”

¿Será que cualquier impostor (foto fija de la risita del Popeye político) puede dar lecciones de moral y de buen gobierno, aunque no se le atribuya vía certeza empírica un logro en tres meses de mandato?

¡Viva el Carnaval político del Puerto de la Cruz!

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