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lunes, 16 de septiembre de 2019

EL ÚLTIMO CANARIO QUE VIVIÓ EN BARACOA


Juan Carlos Quintana Reyes

Desde San Andrés y Sauces, isla de La Palma, en Canarias, en 1921, llega a tierra cubana el niño Argeo Díaz Hernández, con dos años de edad en brazos de sus padres: José Francisco Díaz Martínez y Margarita Hernández y tras recorrer varios puntos de la isla antillana, arribó a esta Primera Villa donde se asentó.

Dice la nonagenaria Dulce Victoria Rodríguez, que conoció a José Francisco y Margarita, los padres de Argeo, desde el año 1935, fecha en que ella pasó a vivir en la casa ubicada en la calle La Paz, hoy Rodney Coutín Correa. Agrega la Sra. Dulce Victoria, que allí conoció a Argeo y a su hermano mayor, Paquito, que también vino de Canarias.

La familia Díaz Hernández, siguió creciendo y Dulce se relacionó con los hermanos José (Pepe), Vilealdo, Mery y Nenita. Dice además que era un núcleo familiar humilde, que tenía que trabajar duro y en muy variadas actividades para vivir.

Buscando la manera de ayudar a la familia, en forma decorosa y siendo un muchacho todavía, con solo 10 años, Argeo comenzó a trabajar como aprendiz, en un establecimiento de tejidos que tenía como nombre El Mundo. Para ello debía subirse en un pequeño banco, que le permitía alcanzar la meseta donde estaban depositadas las mercancías que él debía ofertar a los clientes. Aquel niño, emigrante canario, creció, y por su comportamiento y gran capacidad demostrada para manejar el público que al establecimiento acudía, llegó a la edad laboral y automáticamente ocupó la plaza de Dependiente.

Yo, para esa época contaba sólo con unos ocho o nueve años, era 1943. Ya Argeo Díaz Hernández, tenía algo más de 20, joven, pero muy disciplinado en su trabajo. Con el devenir del tiempo se convirtió en el Dependiente principal, con la categoría de Gerente en dicho establecimiento. Casi todos al nombrarlo, y para mejor identificación decían: Argeo, el de El Mundo.

Al conocer su procedencia como un emigrante de Canarias y dada la amistad que nos unió- como un homenaje a su memoria, esgrimiendo “mis pobres dotes de decimista, le escribí las siguientes Espinelas:

A un emigrante amigo.
Viniste de San Andrés
a donde volver soñaste
cosa que no lo lograste
por nostálgico revés.
Pensaste que alguna vez
a tu tierra volverías.
Añoraste que podrías
volver a donde naciste,
¡no sé por qué no lo hiciste,
buen amigo, Argeo Díaz!
Siendo un niño todavía
hacia esta tierra emigraste
y a Baracoa llegaste
“en horas buenas”, un día.
Con la familia García
te enlazaste sin reparo.
Y tu gran amor, Amparo,
te colmó de regocijos,
al darte los cuatro hijos
que fueron tu luz y faro.
Recuerdo en estas poesías
cuando yo te conocí.
Junto a mi padre te vi
en” tú Mundo”, Argeo Díaz.
Fueron ratos de alegrías
en medio de mi niñez.
Y al llegar a la adultez
tú fuiste aquel emigrante
que llevaba en el semblante
a su natal San Andrés.

En un amanecer de enero llegó la Revolución y con ella la intervención de los negocios particulares, entre ellos el establecimiento de tejidos El Mundo, que pasó a manos del Estado. Argeo, hombre serio y de gran prestigio, pasó a laborar en otra actividad, pero siempre en la rama del comercio, hasta que le llegó el momento de la jubilación.


La vida laboral de aquel canario que un día llegó a Baracoa fue encomiable…Y digo canario, cosa que supe muchos años después, pues desconocía que él y su hermano mayor, Paquito, el médico farmacéutico de la localidad rural de Sabanilla, junto a sus padres y otros familiares, habían llegado como emigrantes de la localidad de San Andrés y Sauces, municipio de la Isla de La Palma, en Canarias.

Ya jubilado, pocos meses antes de morir, el 7 de marzo de 1996, un mes y un día, en una inolvidable actividad en el Museo Matachín de esta Primera Villa, se constituye en Baracoa el Comité Gestor de los emigrantes canarios y sus descendientes. Allí por voluntad expresa de todos los presentes se nombra a Argeo Díaz Hernández, como Delegado de dicha agrupación social.


Aquel niño, nacido en San Andrés y Sauces, Isla de la Palma, el 6 de febrero de 1919, dejó de existir al conjuro de la tristeza de sus familiares y amigos el 26 de julio de 1996, a la edad de 77 años. Con
su desaparición física, se apagó la luz del último canario emigrante en Baracoa, ciudad que amó, casi, como a su añorada y natal tierra.

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