Pedro Ángel
González Delgado
Esperar que la vida
te trate bien por ser buena persona, es como esperar que un tigre no te ataque
por ser vegetariano. Ya nos lo decía Bruce Lee hace algún tiempo y haríamos
bien en hacerle caso y aceptar esa realidad. No significa que debamos ser malas
personas, pero sí que se debe asumir que las acciones que realicemos, por muy
justas que sean, no tienen inexorablemente aparejado consecuencias justas como
si de una causa - efecto se tratase. En ocasiones, cuando uno es bondadoso, se
podrá ganar el respeto de muchas personas, y, por qué no decirlo, también el
aprecio y afecto, pero es igualmente evidente que generará la envidia y la
rabia de otros, de aquellos que nada tienen que aportar salvo maldad.
Haría bien
cualquier persona que defienda los ideales liberales o los conservadores en
aceptar este estado de cosas cuanto antes. Desde hace ya tiempo se impone el
pensamiento único en nuestro país, consistente en la defensa del socialismo
como algo bueno y, aquél que no lo sea, como una persona maligna a la que hay
que eliminar de la faz, al menos por ahora, de la vida civil. Ese pensamiento
se ha admitido, tras la repetida y machacona labor realizada por los medios de
comunicación, como algo natural y no controvertido y, por tanto, se aplica
desde cualquier posición en la que se esté o desde donde se pueda. Ya sea como
presentador de un informativo, como contertulio en cualquier programa
televisivo, o en la red social personal. Lo importante, para el socialista, es
contribuir a la causa, aunque ejerza esa función, en ocasiones, hasta
inconscientemente, en la creencia que lo que hace es bueno porque el fin
justifica los medios, en la falsa creencia que se es bueno porque se es
socialista.
Se impone, día sí y
día también, el pensamiento único socialista en nuestra nación, aunque para
ellos este término sea relativo. Se introduce no sólo en todos los cargos
públicos con aquello de lo políticamente correcto, que se encargan los
dirigentes y acólitos de transmitirlo de forma fiel a la opinión pública para
que los ciudadanos lo prefieran, lo acepten e, incluso, señalen y persigan al
que se salga del camino trazado. Se ha abierto la veda contra toda persona que
públicamente no defienda la idea del Estado benefactor, la idea con la que los
socialdemócratas, como así les gusta definirse a los auto proclamados progresistas,
han reconducido al comunismo, siguiendo la línea marcada por Iósif Stalin
cuando señalaba que de forma meridiana todo el mundo conocía las consecuencias
del marxismo y, por tanto, alentaba a la izquierda a dejar sin ideas que
defender a sus adversarios.
La caza de brujas
persiguiendo a cualquiera que se aparte del bien común fijado, destruyendo la
libertad individual, ha comenzado. Se señala a la persona y, con ello, a la
idea que defiende, como de “derechas” (término que ya se han encargo de
asimilar como peyorativo), y se le ajusticia públicamente para, por un lado,
satisfacer al seguidor y, por otro, amilanar al rival que, además, miedoso de
no perder su estatus, no se rebela contra esta componenda social hasta que no
le toca directamente, es decir, cuando ya se es demasiado tarde.
Los liberales y
conservadores (unidos por el hoy en día demonizado capitalismo) en la
actualidad se encuentran aletargados, como si no se percatasen que se les ha
colocado en la diana, cayendo una y otra vez en el error de querer contentar a
la socialdemocracia que, en su estrategia de cambiar la sociedad desde la
llamada “revolución democrática”, tiene previsto una comunidad en la que ellos
no caben, en la que no se podrá discrepar, en la que se olvidará que sus ideas son
las que mayores cuotas de bienestar social han proporcionado a nuestros
ciudadanos. Acomplejados por la presión que se ejerce desde los medios de
comunicación, se suman incluso a quemar en la hoguera pública a quien se rebela
contra esta injusta situación, no queriendo ver que ellos serán los siguientes,
a pesar que algún que otro “tonto útil”, como diría Karl Marx, lo anuncie
públicamente.
La manipulación de
la opinión pública, aunque a ésta le duela que se lo digan, es ya un hecho, y
el conflicto ideológico no se puede posponer, pues ya la “izquierda” con esa
herramienta lo está ganando, aunque la “derecha” no lo quiera ver. Toca ahora
abrir los ojos, ver la realidad, la de verdad, no la que tratan de mistificar
hasta con concejalías de identidad con las que nos quieren imponer como somos,
y alzarse en una disputa de ideas, sabiendo que se empieza con desventaja, pero
que no se puede aplazar. Para nosotros quizá sea tarde, pero nuestro esfuerzo
valdrá la pena para quienes nos siguen, a los que ya se les impone esa forma de
pensar y se les sustrae de capacidad de crítica en las escuelas. Ya lo decía la
poetisa y diplomática chilena, el futuro de los niños es siempre hoy. Mañana
será tarde.
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