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sábado, 7 de septiembre de 2019

LOPE NO NECESITA QUE LE LLOREN


Lorenzo de Ara

Que no va de echarse a llorar en la plaza del Charco.

Que no va de tener que subir a los altares a Lope Afonso.

No necesita en absoluto que lo lleven en volandas por las calles del Puerto de la Cruz cual nazareno ajusticiado por bárbaros que previamente lo sacaron de una celda no sin antes haberle hecho pasar por un calvario de atroces golpes y torturas varias.

Para esas historias siempre mejor la maquinaria propagandística del Psoe y la totalidad del rojerío patrio. Que ahora calla, por cierto, y seguro que así dan una lección de verdaderos demócratas. ¿A qué sí?

Aquí la cosa va de si merece la pena la extravagante judicialización de la política.

Tampoco va de poner en tela de juicio el poder judicial, como llevan haciendo los indoctos.

Pero el poder más importante de toda democracia está sostenido por leyes que interpretan (¿es la palabra más adecuada?) personas con independencia contrastada.

Es así, ¿verdad?

Lope Afonso, estoy convencido, no quiere plañideras a su vera.

Detesta el llanto y las jaculatorias.

El portuense crucificado acepta que la política es así. Ni más ni menos.

Unos mercadillos (malditos), pero no la corrupción, no la ruindad o la codicia, no la soberbia que ensombrece el juicio y lleva al hombrecillo a creerse un ser que está más allá de togas y votos; no, no han sido esas calamidades.

Unos insignificantes lugares de venta y un error. Una precipitación o tal vez el desliz de una o varias personas, pero en todo caso un tropiezo administrativo que no puso en peligro la solidez de la institución municipal, se ha llevado por delante la prometedora carrera política del número dos del Partido Popular en Canarias.

Porque nueves años se convierten en tumba.

…Y luego recurrir, quién sabe si para quedar libre de toda culpa.

Pero ya la vida se ha encargado de grabar en la frente de Lope la marca del apestado.

Por lo tanto su futuro será posible y exitoso en otros menesteres. La política, sin embargo, le está vetada.

Por unos mercadillos.


Que nadie ponga en tela de juicio que el poder judicial es la piedra angular que hace posible que una democracia real no acabe convertida en lupanar.

A la espera quedamos de la sentencia del juicio a los golpistas catalanes. Ya se habla de buscar fórmulas para allanar el camino hacia los indultos.

Golpe de Estado, violencia, corrupción, y en España, Oriol y compañía se ganan la simpatía de los que hoy, ¿por qué?, se extasían con la cabeza (esta vez sí) puesta en bandeja de un hombre bueno que quiso cambiar desde dentro su partido. ¿Una excusa?

¡Pero si lo importante no está en la rapidez en que ha dejado atrás todas y cada una de sus responsabilidades políticas!

Insisto, a Lope se la suda (perdona Lope mi lenguaje) que haya criaturas grotescas que en la oscuridad de la obscena maldad se enrosquen de placer.

Lope, hoy, quiere estar con la familia. Como si lo viera.

Y ya ha perdonado. Seguro.

Pero si es que no perderá un segundo para llenarse de rabia, rencor, odio pestilente; que no.

Lope no es como yo. Y por eso es más inteligente y mejor persona.

Yo rompería silencios, destruiría sombras, traspasaría las almas tóxicas de tantos demonios. Liquidaría a mis rivales (políticamente), pero Lope no quiere dar la tabarra con tropecientas declaraciones, embelecos y titulares archiconocidos.

“No existe tentación más irresistible que la del poder”, escribe Juan Manuel de Prada.

Hoy Lope sabe que el odio mueve montañas, que el fanatismo es ciego, repugnante, y tiene una fuerza efímera, más ciertamente invencible en el presente.

Lope no necesita que le lloremos. ¿Queda claro?

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