Artículo: Germán Rodríguez Cabrera (Ldo.
Historia del Arte)
José Gregorio Hernández González
En
estos años donde parece que la Isla recupera el ritmo económico, resulta
oportuno llamar la atención sobre la arquitectura tradicional aún presentes en
el lugar. Testigos de un pasado, no muy lejano, del que sobreviven pocos
ejemplos.
Los
Realejos,
un pueblo trazado de mar a cumbre, de largas y empinadas calles que comunican
las zonas más altas del municipio, las cuales deben, posiblemente, su trazado a
la población aborigen. Caminos en vertical, cortados por otros en
horizontal que crean, en adaptación a la morfología del terreno, la trama
urbana de Los Realejos como de cualquier otro pueblo de la geografía
insular. En el municipio destacan, entre otros, las Toscas de Romero y Toscas
de San Agustín, por su tipología de casa inclinadas de una o dos plantas,
adaptadas a el terreno, sobre tosca, sustrato muy fácil de trabajar. Con
escaleras de acceso en exteriores y sótanos o salones, en la mayoría de los
casos, todas son cubiertas por techumbres de madera y tejas.
De
manera contraria, otras vías han sufrido mayor impacto, mayor pérdida de
ejemplos arquitectónicos, de elementos de identidad.
El Horno es un ejemplo de
ello, prolongación hacia el Sur de la calle El Sol, en la actualidad conserva pocos testigos arquitectónicos de
ese pasado. La zona debió de tomar su nombre de un productivo horno de teja,
del que queda memoria de su existencia en el entorno de la ermita de la Santa
Cruz, ahora desaparecido. El Horno nos habla de una manufactura, la
fabricación de tejas. El patrimonio industrial, que tanta prosperidad
trajo aquel pueblo, y del que pocos testigos en pie permanecen. Son muchos los
núcleos poblacionales que toman su nombre de elementos arquitectónicos,
productores o botánicos, como pueden ser El Tanque Arriba, La Fuente, La Merina, Palo Blanco, El Mocan, Las
Toscas, Los Angostos, La Montañeta y El Majuelo, entre otros muchos
repartidos por la geografía del municipio. Iniciamos la descripción de las
escasas edificaciones que aún permanecen en la zona.
En
la vía principal esquina con transversal 1º El Horno, se alza uno de los
más destacados ejemplos de los levantados en el Antiguo Régimen (S. XVII -
XVIII). De dos plantas, construido en piedra y barro, con techumbre
de tea, a cuatro aguas y cubiertas de teja árabe, destacan las labores de
carpintería, lisa, con remates de herrería tradicional. Las paredes exteriores
enjalbegadas, parecen que nunca fueron vestidas en su totalidad. Situada al pie
del camino, retranqueada, parte de su parcela delantera, ahora es ocupado por
algún eventual coche y varios contenedores de basura que desmerecen este
significativo edificio. De su origen las indagaciones en antiguos documentos
la vinculan con la familia Vasconcelos, fundadores en el siglo XVIII de
la ermita de Ntra. Sra. de Los Dolores de Palo Blanco y el retablo de Santa
Bárbara del templo parroquial de Santiago Apóstol.
En
la transversal 5º El Horno se alza la casa conocida como de “Siña
Balbina”, edificación vinculada a la familia Hernández.
Vivienda de dos plantas, con escalera exterior fue levantada en el setecientos.
En la actualidad presenta importantes intervenciones realizadas a lo largo del siglo
XX, como son la sustitución de las tejas árabes por las francesas, la escalera
exterior de tea por mampostería y el alero que la cubre por una plancha de
cemento. A pesar de ello, permite apreciar la antigüedad de la misma.
Algo
distante de la calzada, en La Hoya,
aún sobrevive, a pesar de las alteraciones en carpintería y la pérdida del
balcón exterior, la vivienda levantada por Juan López Yanes, está, de principios del
siglo XX, es conocida como la casa de la familia López. Es curiosa la
solución dada en el tejado, donde a las cumbreras se le suman varios camellones
por paño, solución ya poco vista y antaño muy habitual.
En La
Castilleja se alzan otros ejemplos a destacar. Levantada con tosca y
ladrillos a principios del XX, pero siguiendo modelos anteriores, es la
vivienda de Susana Fumero Luis, a cuatro aguas cubiertas de teja
francesa, con carpintería posterior. Es importantes la idea de patio que
conformaba con otras casas de la familia Fumero ya desaparecidas o
alteradas.
La
casa y venta de Isidro González " Vareo" como es
conocida, fue levantada a mediados del siglo XIX por Julián González Carpio.
Con patio central se abre a la calle por un portón. En planta
de U y con dos alturas, presenta algún ejemplo original de carpintería tales
como ventanas, corredor interior y suelos de tea. Destacan las techumbres a dos
aguas, además de alguna azotea en origen de torta. En su interior me gustaría
llamar la atención de la venta y bodega, que aún se conservan en su estado
original. Esa condición de establecimiento abierto al público, la dota de un
asiento o canapé en piedra y barro a destacar.
Al
lado sur de la descrita (sobre uno de los pocos testigos vistos de tosca de la
zona) fue levantada otra vivienda a mediados del ochocientos, está por
Francisco López de Santiago y Molina. Popularmente conocida como casa de
la familia Molina, con planta baja rectangular entorno a un patio
interior, con techumbres a cuatro aguas y teja árabe, posee carpintería más
moderna. Es de interés la ubicación en el lugar desde donde se articulaban
otras dependencias, hoy desparecidas o alteradas, como eran gañanías, cuartos
de labranza y una era en el extremo sur de la propiedad.
Más
distante, al naciente, destacamos la vivienda ubicada en la vereda, hoy
camino Montes Claros. Construcción
del siglo XIX, se perfila como el modelo a seguir en la arquitectura doméstica
más básica en los campos. En base a una estructura rectangular, unidad
habitacional, todas ellas cubiertas por teja y de una sola planta, se le suma
por sus extremos otras dependencias agropecuarias, que permitían el desarrollo
de la vida rural. Asociada la propiedad a la familia Hernández y González de
Chaves desde principios del siglo XX, era ocupada por apareceros o
medianeros en función de las necesidades del momento.
Con
este breve artículo, con esta aproximación, pretendemos llamar la atención
sobre unas viviendas, que como supervivientes de otros tiempos, deben de ser
tenidas en mayor respeto, aprecio, para un lugar como El Horno. Testigos materiales de un pasado, del que, si no
somos conscientes, conocedores, poco podremos aportar a las siguientes
generaciones que habiten este lugar.
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