Juan Calero
Rodríguez
Los archipiélagos
de Cuba y Canarias en ese constante intercambio de emigración puede verse como
una misma erupción de islas y cayos separados por el brazo azul del Atlántico.
Entre el 9 y el 12
de septiembre actual, se cumplen cien años, siete después del famoso Titanic,
de una de las mayores catástrofes de la marina mercante española, el naufragio
del Valbanera en los cayos de Florida envuelto en un potente huracán, con casi
quinientos emigrantes españoles a bordo.
El Valbanera fue un
vapor mixto de carga y pasaje, un trasatlántico dedicado principalmente al
transporte de emigrantes entre España y Cuba.
El último puerto
español de donde zarpó fue el de Santa Cruz de La Palma el 21 de agosto de 1919
al mando del capitán de 34 años, Ramón Martín Cordero, con 1.142 pasajeros, de
los cuales 259 subieron en Las Palmas de Gran Canaria, otros 114 en Tenerife,
106 de La Palma, 75 de la Gomera y 15 de la isla de El Hierro; siendo su
tripulación de 88 trabajadores.
Los pasajeros
ocupaban las cuatro clases de las que disponían estos barcos de la emigración,
cuyos precios oscilaban entre las 1.250 pesetas de la primera clase y las 75
pesetas de la clase emigrante, quienes dormían en largas filas de literas
metálicas de varios pisos, situadas en los entrepuentes de las bodegas,
recibiendo una sola comida al día, la cual tenían que hacer en la cubierta del
buque; por ello, los canarios en sus alforjas llevaban gofio, higos pasados,
pescado seco, etc.
El Valbanera fue
construido en los astilleros Connell&Co, de Glasgow, en 1906, para la
naviera Pinillos Izquierdo, destacándose en la historia de la emigración
española cubriendo la línea regular España-Cuba. Contaba con 121,90 metros de
eslora, 14,6 de manga, y 6,5 metros de calado, poseía dos máquinas alternativas
de triple expansión que le generaban 444 caballos de potencia con las que
alcanzaba 12 nudos de velocidad. También contaba con catorce botes salvavidas,
con capacidad para 494 personas, y ocho balsas para 312 personas.
Tras haber hecho
escala en San Juan de Puerto Rico, arribó el 5 de septiembre a Santiago de Cuba
donde debían desembarcar solo 44 pasajeros, lo hicieron 742 por temor a las
olas gigantescas, de los cuales 698 tenían billetes para La Habana, lo que salvó
sus vidas.
Cuando el barco
llegó a La Habana no pudo entrar en el puerto porque estaba cerrado debido a la
tormenta tropical, por lo que el capitán puso rumbo a altamar para intentar
capear el temporal, pero desafortunadamente no lo logró. El vapor naufragó a
unas cien millas (185 kilómetros) donde no hubo ningún superviviente de las 488
personas a bordo. Los restos del barco no fueron localizados hasta el 19 de
septiembre embarrancado en las arenas movedizas del Bajo de la Media Luna a
doce metros de profundidad en una zona muy próxima a Florida, a 40 millas al
oeste de Cayo Hueso.
Al conocerse la
triste noticia, muchos emigrantes se apresuraron a escribir a sus familiares
comunicándoles que se encontraban a salvo. A España, las noticias llegaron desde
La Habana con cuentagotas y muchas veces de forma contradictoria, la angustia
se prolongó durante meses en el Archipiélago, pues las autoridades se negaban a
facilitar la lista de los pasajeros que habían desembarcado en Santiago de
Cuba.
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