Evaristo Fuentes
Melián
Fui por la mañana y me adentré en el
Santuario del Cristo de La Laguna, avancé hacia el altar mayor y le saqué unas
fotos. Un momento antes, había pasado por otro lateral de la Plaza, en que
estaban esperando al Cristo para las procesiones, las andas de plata repujada
tradicionales. Una maravilla de orfebrería. Y luego, en otro rincón de la
Plaza, me comí dos churros exquisitos, antes de mandarme a mudar.
Por la noche, regresé a la Plaza lagunera
por excelencia; cuando yo era niño había un enorme templete central de
mampostería, donde se resguardaba el Cristo de los propios fuegos artificiales
en su honor; la traca recorría el perímetro completo de la Plaza; era la noche
del 14 de septiembre, fiesta de guardar y no trabajar tampoco en la capital
política administrativa, sita en Santa Cruz.
Elfidio Alonso es el sempiterno director del
Festival Sabandeño, ahora codirector con Benito Cabrera, del cual su cumpleaños
coincide con este día; y también cumple Benito catorce años en este cometido de
dirección compartida con el maestro. Felicidades a ‘ambos dos’.
De las diversas atracciones musicales, fui
anotando lo que me hizo sentir más emoción: un comienzo fabuloso con el
acompañamiento de un grupo comparsa, tamborilero y ruidoso estilo guanche,
procedente de la Villa de La Orotava. Más adelante, un recuerdo para Alberto
Cortez, que cantó en La Orotava poco antes de fallecer; a La Orotava acudió
entonces Elfidio, sala Teobaldo Power, a saludar y gozar con la canción más
conocida de Alberto (‘Distancia….’), y con su repertorio y amistad sincera y
noble.
Luego, llegó al escenario lagunero, amplio y
fresquito, un muchacho venezolano con su cuatro (similar al timple canario),
que nos regaló la interpretación de unas folias canarias prodigiosas,
‘cantadas’ por su mismo instrumento. Seguidamente, actuó Josefina Alemán,
cantante melódica nacida en Venezuela, que vino aquí desde niña (no pude
comprobar si es familiar de los polifacéticos Gilberto y Adrián, laguneros de
pura cepa, q.e.p.d.).
Después, el ‘cucurrucucu paloma’… Y luego,
un muchacho cubano canta ‘Madrigal’. Y seguidamente, homenaje a Pedro Guerra,
el güimarero, con ‘Contamíname’... Y vuelve al escenario el venezolano con su
cuatro... ¡Dios mío, ¡qué emocionante!
Y al final, el emblemático pasodoble Islas
Canarias. Y varias propinas que resonaban en la calle con mucho empaque, cuando
me dirigía a mi coche aparcado a doscientos metros.
ESPECTADOR
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